Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.1-11
Tres dones que complementan de manera significativa a los que hemos denominado dones espirituales trascendentes, son: el don de la profecía, el don del discernimiento de espíritus y el don de la exhortación. Paradójicamente, la cultura propia de este mundo, del orden ajeno al reino de Dios, está permeando a la Iglesia. El hedonismo, es decir, la búsqueda del placer como el fin supremo de la vida, pervierte aún los conceptos bíblicos y, en particular, deforma el ser y propósito de los dones espirituales asumiendo que los mismos están diseñados para garantizar la comodidad, el éxito y la complacencia de quienes los han recibido.
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