Si Quieres
Juan 8.1-4
Hubo un hombre que, desanimado por el fracaso de los discípulos de Jesús, le dijo a este: “si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos.” Mr 9.22 La falta de fe de quien duda del poder de Dios parece tener sentido. Está abierta a la posibilidad de la no respuesta pues, después de todo, ni siquiera se está seguro de que Dios efectivamente pueda hacer algo.
Pero hay una pregunta, una duda, que resulta no incrédula, sino dolorosamente crédula. Es la que se hace, y le hace a Dios, quien está seguro de su poder hacer aquello que se necesita, pero duda acerca de su voluntad para hacerlo. Duele saber que Jesús puede, pero no estar seguro de que quiera hacerlo.
El hombre de nuestra historia era un leproso. La lepra es una enfermedad que afecta los nervios, la piel, las extremidades y los ojos de las personas deformándolas. Además, produce insensibilidad al dolor lo que expone al enfermo a lastimarse y aún amputarse sin sentirlo. Aunque no es una enfermedad muy contagiosa, desde la antigüedad ha sido considerada como una enfermedad maldita.
Los leprosos eran gente maldita en el pueblo de Israel. Más que una enfermedad física, era considerada una enfermedad ritual. Por lo tanto, el leproso estaba excluido de la sociedad y no podía participar de las actividades religiosas. Era un paria, excluido de la comunidad y siempre sujeto a la sospecha de ser un gran pecador a quien Dios castigaba de tan horrible manera.
Podemos comprender el carácter de aquel hombre. Desechado y temido, objeto de la burla y el menosprecio de los demás. ¿Cuántas veces se habrá acercado a alguien pidiendo ayuda, siendo rechazado? ¿Cuántas veces habrá esperado que, quien podía hacerlo, lo ayudara en alguna forma y vio cómo se le negaba la ayuda?
Desde luego, su estima propia había sido rebajada al mínimo. El decir y hacer de los otros, se convirtió en la voz interior que le decía: “no mereces”, “no eres digno”, “no tienes derecho”, “no esperes”, etc.
Como muchos hoy en día. Van por la vida sabiéndose menospreciados, sintiéndose ajenos al gozo y a la aceptación de los demás. Algo en ellos los distingue y los margina. Como el leproso de nuestra historia, son osados, retadores, al mismo tiempo que son tímidos y temerosos.
La propuesta que el leproso hace a Jesús, le muestra “de cuerpo entero”. “Si quieres”, le dice. “Sé que puedes, pero no sé si quieras”. Como muchos que pudieron amarme, respetarme, ayudarme, aceptarme, pero no quisieron hacerlo.
Es la pregunta que muchos se hacen respecto de Dios, ¿querrá Dios amarme, perdonarme, ayudarme? ¿Le interesa a Dios mi suerte? ¿Hará Dios por mí lo que otros no han querido hacer?
La respuesta de Jesús fue concreta: “Sí quiero, [le dijo] ¡Queda limpio!” Y, dice Mateo, “al instante quedó limpio de su enfermedad.” Mateo agrega un detalle, Jesús tocó al leproso. Violó todas las disposiciones rituales, pues estuvo dispuesto a compartir la impureza del leproso.
Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, ha tocado nuestra humanidad y por ello nos comprende. Nos limpia y nos libera. Nos transforma y se ocupa de que los demás se den cuenta que somos diferentes, nuevas criaturas. El “ve y muéstrate al sacerdote” tiene un propósito: “para testimonio de ellos”, para que se den cuenta que eres otro.
En tu caso y en el mío, Jesús quiere limpiarnos, no solo sanarnos. Quiere recuperar en nosotros la imagen de Dios. Quiere transformarnos para que vayamos seguros por la vida.
Vengamos, pues, a Jesús, superemos nuestro temor y descubramos el don de su amor.
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8 agosto, 2011 a 18:16
QUERIDO PASTOR, CUANTO AGRADEZCO ESTAS PROFUNDAS REFLEXIONES QUE LLENAN MI CORAZÓN Y MI ALMA.
CUANDO A TRAVÉS DE ESTAS LECTURAS «RECUERDO» EL AMOR DE DIOS POR MI, ME INVANDEN DOS PENSAMIENTOS: PRIMERO ME LLENO DE ESPERANZA, PUES ANTE MIS NECESIDADES SE QUE DIOS PUEDE Y QUIERE OBRAR. Y SEGUNDO, ME SIENTO COMPROMETIDA PUES TAN GRANDE AMOR NO DEBE SER OCULTADO, SINO PROPAGADO A TODO AQUEL QUE ESTÁ NECESITADO DE ÉL.
NUEVAMENTE, GRACIAS
ADRIANA