Convicción, confianza
A manera de testimonio
Hebreos 11.27
Con frecuencia los creyentes enfrentamos circunstancias en las que no podemos sentir a Dios. Estas están asociadas a las experiencias del desierto, es decir, cuando la vida no parece tener sentido, se vuelve plana y sin mayores motivaciones. En días recientes alguien me contaba su desazón y la confusión resultante. Ingenuamente me lanzó un buscapiés: Pero, esto es algo que ustedes los pastores no experimentan, dijo. Cuando le compartí que es esta una experiencia común a todos y, desde luego, a los pastores, me pidió que le dijera cómo es que yo enfrento tales circunstancias. Aquí cumplo mi promesa en la confianza de que podrá ser útil a alguno que otro.
Parto del hecho de que la fe no resulta de lo que se siente sino de lo que se sabe. Hebreos dice que la fe es certeza, es decir, conocimiento seguro y claro que se tiene de algo. Me gusta más el término convicción, seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente. Ambos conceptos se refieren a aquello que uno sabe, más aún, de aquello que uno ha decidido saber… por fe. Es decir, de aquello que uno ha decidido creer. De lo que uno considera verdadero aún sin tener pruebas de su certeza o un conocimiento directo de la misma.
En mi caso, el sujeto de mi convicción es Dios mismo y no mi persona, mis circunstancias o la vida. De Dios creo dos cuestiones que subyacen a todo lo que soy, vivo, pienso, siento y experimento. EL primer elemento de tal convicción respecto de Dios es que él es el Señor y que permanece siéndolo independientemente de mis circunstancias. Como Señor, Dios está en control de todo y soy yo quien me debo a él y no a la inversa. Dios tiene mi vida en sus manos. El segundo elemento constitutivo de mi convicción acerca de Dios es que él es mi Padre y yo su hijo. Ello me permite estar seguro de que Dios me ama, me comprende y me ayuda. En consecuencia puedo acercarme a él confiadamente, sabiendo que en su amor está mi fortaleza y la seguridad de lo que soy.
A la convicción añado la confianza. Más bien, de tal convicción surge mi confianza. Es decir, mi esperanza firme en que estando en el Señor podré superar las circunstancias de mi vida y, finalmente, ser hallado fiel. No confío en mí ni en que la vida será mejor. Confío en que nada podrá evitar que Dios me ame y eso me da una convicción de seguridad, de trascendencia y de victoria sobre el todo de mi vida. Jesús dijo que la vida es más. Más que la comida y más que el vestido. A partir de tal declaración, siempre he pensado que la vida es más que lo que soy, vivo, pienso, siento y experimento.
Confiar así me permite vivir la vida paso a paso. Vivo los tiempos buenos con gratitud y reconocimiento de que son fruto de la gracia y no merecimiento propio. Y vivo los días malos en paz y objetivamente. Sabiendo que son parte de la vida y que no pueden evitar la realidad del amor, del poder y de la presencia de Dios en mí. Los vivo pensando en que aún sin son castigo de Dios por mis faltas, o la simple consecuencia de mis errores graves, la gracia habrá de permitir que me transformen y no que me destruyan.
Confiar así me permite saber que mi destino no depende de lo que yo soy sino de quién es Dios. Así que puedo asumir mis debilidades en la confianza de su amor, de su comprensión y de su propósito. También en esto el sujeto de mi confianza es Dios y no yo mismo. Por eso no me esfuerzo ni me preocupo por ser hallado fuerte, sino por ser hallado fiel.
Me he referido a la convicción y la confianza como lo que subyace a todo lo que soy, vivo, pienso, siento y experimento. He descubierto que tales elementos son un buen asiento tanto para la alegría como para la tristeza, para lo bueno y para lo malo. Ello, porque convicción y confianza son cimientos que equilibran, soportan y dimensionan el día a día de la vida.
Termino recordando que sólo estoy compartiendo mi experiencia personal. Lo hago como testimonio de mi estar en Cristo. Me atrevo a hacerlo, también, como propuesta, como una humilde propuesta a quienes caminan conmigo los caminos complejos de la vida en Cristo. De aquellos que como yo, caminan la vida como si pudieran ver a aquel que no se ve, al Invisible. Hebreos 11.27
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30 abril, 2017 a 15:40
Gracias
30 abril, 2017 a 19:33
Bendiciones