Setenta son los años que se nos conceden

Salmos 90.10

Hablemos de las cosas de la vidaLa Biblia mide la vida en días. Estos son las etapas que hacen la vida. Uno a uno, paso a paso, los días van haciendo el todo de la vida. Aún, Dios mismo vive y actúa día a día. Las referencias bíblicas al respecto son muchas y muy interesantes. No sólo se indica que creó al mundo en seis días, sino que el profeta Daniel llama a Dios, el Anciano de días. Daniel 7.22 El término usado por Daniel resulta de por sí interesante. De acuerdo con Strong, se trata de un espacio de tiempo que adquiere su sentido por un elemento común. En este caso, el elemento que da sentido a la expresión de Daniel es la obra que Dios mismo realiza.

Ahora bien, mucho antes que Albert Einstein lo propusiera, la Biblia ya se ocupa de la relatividad del tiempo. El tiempo es relativo respecto del referente o de las circunstancias del mismo. Así, para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día. 2 Pedro 3.8 Por otro lado, para Job, en su angustia, el tiempo de la vida se aceleró hasta el extremo de exclamar: ¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades! Sin importar cuánto disfrutó, no le resultó suficiente. Job 14.1 En nuestro caso, sabemos bien cuán largas se hacen las noches en los tiempos de angustia y cuán cortos nos resultan los momentos felices. Enterramos a nuestros viejos de noventa años y aun así exclamamos como aquel hijo: La luz de mi padre se apagó antes de que mis ojos se hubieren llenado de ella.

Podríamos llegar aquí a una primera conclusión: el sentido de la vida no se encuentra en la duración de la misma. Se ha propuesto que cuando nos enfocamos en un evento de la vida, el tiempo parece detenerse, arrastrarse. Mientras que cuando miramos la vida de manera integral, dimensionando cada uno de los elementos de la misma como parte de un todo, el tiempo fluye con mayor rapidez y, podemos agregar, destacando los momentos de oportunidad que la vida nos ofrece. Ello porque aprendemos a considerar el momento presente, y los momentos pasados, en relación con el todo de nuestra existencia.

Cada nuevo día es un parteaguas de nuestra vida. Separa el pasado del presente. Por lo mismo, cada nuevo día nos enfrenta al reto de decidir cuál es nuestro referente. Es decir, si dimensionamos el pasado en función del presente o viceversa. No son pocos los que escogen la segunda opción, se explican a sí mismos en función del pasado: de lo que fueron e hicieron. Hacen de su pasado su presente. En no pocos casos esto resulta entendible. Resulta difícil saber qué hacer con los errores, las pérdidas, los fracasos que forman parte de nuestro equipaje.

Hace poco le regalé un rompecabezas a mi esposa. Cuando se lo mostré, a unos metros de distancia, su rostro se iluminó. Sin embargo, cuando tuvo la caja en las manos su emoción se desvaneció. Descubrió que las zonas oscuras de la imagen son muchas y sin detalles que las distingan fácilmente. Huelga decir que el rompecabezas sigue en su caja. Así nos sucede en la vida, como nos resulta difícil resolver muchas de las situaciones pasadas optamos por la inmovilidad. Hacemos de la inercia nuestra fuerza de empuje y terminamos frustrados al darnos cuenta que seguimos cautivos de los días pasados, de las etapas que, cuando menos cronológicamente, ya hemos superado.

Quiero volver a esta última expresión: cuando menos cronológicamente, ya hemos superado. Ello porque esta da pie a mi segunda conclusión: En la vida, no sólo el tiempo es relativo, también lo que hacemos resulta relativo. Es decir, en cuanto al quehacer humano, nada resulta absoluto, terminante, decisivo. Ni en cuanto a tiempo ni en cuanto a sus consecuencias. Las etapas pasadas de la vida ya las hemos superado. Especialmente quienes estamos en Cristo, somos otros y nuestras circunstancias también son otras.

No son pocos los cristianos que viven abrumados y condicionados por las etapas pasadas. Aun cuando intelectualmente aceptan que han sido perdonados por sus pecados y errores antes de Cristo, siguen viviendo bajo el peso emocional de su pasado. Lo que saben no se traduce en la manera en que se vive el presente. Les hace falta dimensionar las áreas oscuras del rompecabezas de su vida. Es decir, a partir del presente determinar la importancia de lo que vivimos en relación al propósito de nuestra vida.

No podemos entender, ni mucho menos valorar, la importancia del ministerio de Pablo si no tomamos en cuenta su pasado. No sólo fue un fariseo por excelencia, también fue un perseguidor de los cristianos que se convirtió en asesino por complicidad. Su pasado lo conocían muchos, pero fue, precisamente este, el que dimensionó su presente en Cristo y, por lo tanto, la trascendencia de su ministerio. La clave es que ha aprendido a desprenderse del pasado y a poner su fe en Cristo. Aún lo mejor de su pasado es pérdida, es basura. Lo que importa es lo que ahora es en Cristo. Filipenses 3

Antes creía que esas cosas eran valiosas, pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho. Filipenses 3.7 Con Pablo, nos vemos en la necesidad y en la oportunidad de aprovechar nuestras zonas vitales oscuras y descubrir y desarrollar en contraste significativo a la luz de Cristo. Algunas experiencias del pasado sólo tendrán una importancia marginal, otras, estando en el centro de nuestra vida, servirán para dar más luz a la misma. Un divorcio, un hijo fuera de matrimonio, una infidelidad, una pérdida, etc., cualquiera de estas cosas que forman parte de nuestro rompecabezas no tienen por qué convertirse en el todo de nuestra existencia. Tenemos que dimensionarlas a la luz de Cristo en nosotros.

Si bien es cierto que el inicio de un nuevo día anuncia el fin de las etapas pasadas, también proclama el inicio de una nueva etapa. Por ello es que cada día debemos elegir el que será nuestro equipaje para la nueva etapa. Esto implica tanto el desechar como el incluir y, desde luego, el afirmar lo que conviene. Si bien nuestro presente tampoco es definitorio, también es relativo, sigue teniendo el poder para condicionar lo que seremos y haremos en el futuro. De ahí la necesidad de saquemos el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. Efesios 5.16 En Cristo tenemos la libertad y el poder para decidir hoy cómo es que queremos vivir, qué añadimos y qué desechamos en nuestra vida.

La gran ventaja de medir la vida en días es que podemos vivirla día a día. Y vivirla orientada hacia nuestro propósito toral: honrar a Dios en todo lo que hacemos. Ello hace que adquiera mayor relevancia de la exhortación de nuestro Señor Jesús: Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy. Mateo 6.34 Vivir la vida día a día nos quita el peso del pasado y nos permite evitar la ansiedad del futuro. A fin de cuentas, nuestro único espacio de oportunidad presente es el día a día. Porque son los días los que hacen el todo de nuestra vida.

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One Comment en “Setenta son los años que se nos conceden”

  1. Eva Says:

    Yo en mi opinión creo q el pasado está ahí,aveces produce un dolor paralizante por los errores propios y de otros.Aveces resulta dificil seguir adelante pq pesan mucho.
    De ahí creo q la importancia del perdón primero a nosotros mismos después y sin menor importancia a los demás.
    Pero cuando uno se siente apagado después de un incendio desolador que te quita la gana de todo cómo resolverlo?
    Es fácil hablar pero cómo seguir adelante cuando encima ves q la maldad se empodera del mundo?


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