El bautismo del Espíritu Santo

Hechos 1.8

icp la vida en el poder del SSTOAdemás de la promesa del Espíritu Santo, Jesús habló del bautismo del Espíritu Santo. Este no tiene que ver con la regeneración del creyente, es decir con su salvación; se trata más bien de un revestimiento de poder. Cuando la persona recibe el bautismo del Espíritu Santo, recibe lo que se ha dado en considerar como la llenura del Espíritu Santo. Al estar lleno del Espíritu Santo, por medio del bautismo, el creyente cuenta con el poder del Espíritu para hacer cosas extraordinarias en el nombre de Jesucristo. Jesús dijo a sus discípulos: Pero recibiréis poder, cuando hay venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierraHechos 1.8

De manera implícita Jesús se refiere a la necesidad de un poder superior a las fuerzas propias del creyente, su convicción, su fe, su sinceridad e interés, en la tarea de dar testimonio de la realidad de Cristo. Esta tarea, que identificamos como la evangelización (Mateo 28.199ss), siempre implica una lucha espiritual en la que el dominio de Satanás sobre nosotros y sobre las personas a quienes compartimos el Evangelio es puesto en riesgo. Satanás lucha y lo hace con todo su poder, para retener a las personas bajo su dominio. Por eso las confunde, exacerba sus debilidades, su incredulidad, sus amarguras, resentimientos, sus temores y sus odios. No es extraño, entonces, que resulte tan difícil el proceso de conversión, tanto para quien es portador de Cristo, como para quien está siendo llamado de las tinieblas a la luz. 1 Pedro 2.9

La tarea de la evangelización es mucho más que sólo hablar del Evangelio. Requiere, sí, de la proclamación de las buenas nuevas de Jesucristo, pero, también requiere que en los creyentes se haga presente Jesucristo. Es decir, que los creyentes seamos ejemplo incuestionable de lo que significa la presencia de Cristo en las personas. Vidas transformadas en comunión con Dios y al servicio del prójimo. Personas capaces de vivir la plenitud de la vida y de enfrentar y superar las dificultades de la misma, así como los ataques del diablo.

Como hemos dicho, reciben el poder del Espíritu Santo aquellos que, insatisfechos con lo que es su vida y su servicio a Dios, están sedientos de más. De más de Dios en ellos y de más de ellos para Dios. Tal deseo resulta del cultivo de la relación con Dios mediante la oración y el estudio de su Palabra. En nuestro aquí y ahora como individuos y como congregación se hace cada vez más evidente que no hemos podido. Se hace, entonces, cada vez más evidente que necesitamos del poder del Espíritu Santo. ¿Lo deseamos? ¿Nuestra alma tiene sed de Dios, como el ciervo que brama buscando las aguas que sacien su sed? Salmo 42

Así que, para ser bautizados con el Espíritu Santo necesitamos, en primera instancia, del reconocer nuestra incapacidad para vivir plenamente en Cristo y del desear (Tener [el] interés o apetencia por conseguir la posesión o la realización de una cosa), obtener el poder necesario para vivir una vida plena. Porque no basta con reconocer nuestras carencias y limitaciones. Podemos aprender a vivir insatisfactoriamente y de hecho lo hacemos frecuentemente. Sólo nos vamos acomodando a las circunstancias, desarrollando una resiliencia tóxica que nos lleva a permanecer al lado del estanque de Bethesda. Juan 5.1-15 Se requiere que tengamos y cultivemos el interés, el apetito, por conseguir el Espíritu Santo que tanta falta nos hace.

Dado que el interés por ser llenos del Espíritu Santo resulta del reconocimiento de nuestra incapacidad, sólo podemos empezar pidiendo tal llenura espiritual. Quien pide, reconoce su necesidad y se esfuerza por ser escuchado. Por ello, clama. Es decir, pide vehementemente y hace de su petición el más importante de sus intereses. Pide con la misma determinación mostrada por Jacob cuando le advirtió al ángel del Señor: ¡No te soltaré hasta que me bendigas! Génesis 32.26 Esta propuesta contradice el pensamiento tradicional en el que la llenura del Espíritu Santo pasa por la conducta perfecta del que lo busca, desde luego. Pero, no ignora la importancia de una vida santa y consagrada a Dios.

Nuestra propuesta implica que quien busca vehementemente el bautismo del Espíritu Santo experimenta una transformación progresiva e integral en el todo de su vida. La búsqueda de Dios, mediante la oración ardiente, siempre provoca cambios en la persona. Cambios tanto de propósito, como de forma y, sobre todo, de capacidad. Quien ora, va siendo llenado de Dios. Mientras mayor la comunión, mayor la presencia y el poder del Espíritu de Dios en el creyente. Así que la oración ardiente tiene como resultado la santificación en tanto consagración, como la santidad en tanto limpieza de vida y derrota del pecado.

De ahí la importancia de que nos propongamos pedir el ser bautizados con el Espíritu Santo y que hagamos de tal petición una súplica vital. Es decir, una súplica en la que nos vaya la vida. Quizá, tengamos que empezar pidiendo que Dios provoque en nosotros una sed espiritual tal que altere el todo de nuestra vida. Corramos el riesgo y pidamos a Dios que nos provoque a él aún a costa de nuestra tranquilidad cotidiana. Porque sólo quien tiene una sed así del Señor puede estar dispuesto a pagar cualquier precio para ser saciado con su Espíritu Santo.

Como sabemos, muy pronto, quien se propone servir a Dios descubre que no puede hacerlo en sus propias fuerzas. Que necesita de algo más, este algo más es, precisamente, el bautismo del Espíritu Santo, el poder de Dios que permanece fortaleciendo y apoderando al creyente. Dios ha prometido dar de su Espíritu Santo a quienes se lo pidan, busquemos, pues, la llenura del Espíritu Santo en nuestras vidas. Así podremos ser testigos efectivos de Cristo en un mundo que necesita de su amor, su poder y, sobre todo, de su justicia.

 

 

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