La Biblia es la palabra de Dios

«Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55.11

La Biblia es la Palabra de Dios. Aunque fue escrita por una gran diversidad de autores, creemos que todos ellos escribieron sólo lo que el Espíritu Santo les inspiró. Por lo tanto, en la Biblia encontramos la verdad divina revelada a los hombres; sin que tal revelación deje de lado totalmente las características históricas, sociales y personales, de cada uno de los escritores sagrados.

La palabra “inspiración”, en griego theopneustos, aunque no es una palabra bíblica, significa literalmente “respirado hacia afuera por Dios”. La definición que el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado nos hace de la frase «Inspiración de las Escrituras”, nos permite entender mejor qué entendemos por esta:

“Se trata de una operación divina en la que la Escritura, en todas sus partes ha sido dada a los hombres por medio de los redactores sagrados, como expresión única e infalible de la verdad y voluntad de Dios.

Algunas personas han llegado a considerar que dicha inspiración consiste en un mero dictado de la Escritura, hecho por Dios a ciertos hombres. A esta manera de interpretar la cuestión de la inspiración divina se le ha llamado inspiración literal de la Escritura. Quienes así piensan aseguran que Dios indicó a los escritores sagrados cada letra, cada signo y cada punto de los escritos. Sin embargo, tal forma de pensar no tiene sustento en la misma Biblia. Más bien, podemos considerar que el Espíritu Santo reveló a los escritores sagrados la palabra de Dios y ellos la escribieron de acuerdo con sus propias circunstancias. En este sentido podemos considerar a la inspiración divina de las Escrituras, como una inspiración verbal (una inspiración dada por medio de la palabra hablada o revelada por Dios a sus siervos).

Debemos ser muy cuidadosos y no caer, tampoco, en el extremo de pensar que Dios únicamente animó  ciertas ideas y pensamientos en la mente de los escritores sagrados. No se trata de que estos simplemente nos hayan transmitido ciertas formas de pensar o creer respecto de Dios y de su voluntad y sabiduría. La misma Biblia insiste en que los escritores sagrados recibieron palabra de Dios, por lo que debemos creer que las palabras que ellos escribieron eran, efectivamente, las palabras que Dios les reveló.

En el Antiguo Testamento, Jeremías recibe una indicación de parte de Dios, que nos permite comprender el cómo de la revelación divina:

Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios y me dijo: Yo pongo mis palabras en tus labios… (Jeremías 1.9 y 10)

Con ello, simplemente se confirma lo que ya Dios había dicho a Moisés, en Deuteronomio 18.18:

“Yo haré que salga de entre ellos un profeta como tú, uno que sea compatriota de ellos y que les diga lo que yo le ordene decir, y les repita lo que yo le mande”.

El apóstol Pablo, por su parte, dice a Timoteo:

“Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien”. (2 Timoteo 3.16 y 17)

Al ser Palabra de Dios, la Biblia mantiene algunos de los atributos de Dios mismo y se convierte en un medio por el cual el Señor sigue obrando entre los hombres. Así que la inspiración divina está presente tanto en el que escribió el texto sagrado, como en el que lo lee. Pues este es inspirado divinamente por la Palabra misma y esta cumple su propósito en él.

El autor de la carta a los Hebreos nos explica cómo es que la Palabra de Dios toma vida y actúa en los que la leen con corazón sincero:

“Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón”. (Hebreos 4.12)

Como podemos ver, la Biblia es la Palabra de Dios. Ha sido inspirada por él a seres humanos semejantes a nosotros, pero quienes, guiados por el Espíritu Santo, recibieron por revelación la misma palabra de Dios. Dios ha querido darnos a conocer sus mandamientos, promesas y sus palabras de consolación, con el propósito de edificarnos y prepararnos para que estemos en condiciones de cumplir con su voluntad.

Por todo lo anterior, creemos que no hay otra fuente de revelación divina a la disposición del cristiano, sino sólo la Palabra de Dios. Ello significa que nuestra fe, nuestras creencias y nuestra práctica deben darse en función de lo que la Biblia dice. Cualquier otra clase de revelación, aún aquellas que creemos vienen del Espíritu Santo, deben ser juzgadas de acuerdo con lo que la Biblia dice.

Conocer bien la Biblia es una condición básica para servir a Dios. El Señor Jesucristo dijo que es en las Escrituras donde encontramos vida eterna y que son las mismas las que dan testimonio de él. (Juan 5.39) Por lo tanto, si queremos saber más sobre Dios mismo todo lo que necesitamos hacer es conocer mejor su Palabra y mantenernos en comunión constante con él por medio de la oración.

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