El reino de los cielos es como un tesoro escondido

El reino del cielo es como un tesoro escondido que un hombre descubrió en un campo. En medio de su entusiasmo, lo escondió nuevamente y vendió todas sus posesiones a fin de juntar el dinero suficiente para comprar el campo. Mateo 13.44

7Antes creía que esas cosas eran valiosas, pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho. 8Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo9y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo. Pues la forma en que Dios nos hace justos delante de él se basa en la fe. 10Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran poder que lo levantó de los muertos. ¡Quiero sufrir con él y participar de su muerte, 11para poder experimentar, de una u otra manera, la resurrección de los muertos! Filipenses 3.7ss

Empecemos haciéndonos una pregunta personal: ¿Qué es lo mejor que ha pasado en nuestra vida desde que nos hemos acercado a Dios?

Jesús utilizó una serie de ejemplos para explicarnos qué es el reino de Dios. En nuestro primer pasaje lo define como un tesoro, es decir, como algo de un valor incalculable. La actitud del hombre de la historia de Jesús nos indica la dimensión de tal valor: equivalía a todo lo que el hombre tenía. ¿En qué consiste el tesoro al que se refiere Jesús?, consiste en la oportunidad de entrar a un estado en el que la voluntad de Dios se cumple de manera perfecta, este es el reino de Dios actuando en nosotros.

Este es un estado de relación que nos da:

  • Perspectiva. Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo Jesús. Efesios 2.6
  • Autoridad. Así que no se preocupe, pequeño rebaño. Pues al Padre le da mucha felicidad entregarles el reino. Lucas 12.32
  • Poder. Y ahora, gloria sea a Dios, quien por el formidable poder que actúa en nosotros puede bendecirnos infinitamente más allá de nuestras más sentidas oraciones, deseos, pensamientos y esperanzas. Efesios 3.20

Observemos con atención el proceso por medio del cual el hombre llega a poseer tal tesoro: Primero, encuentra el tesoro. Después, lo esconde. En tercer lugar, va y vende todo lo que tiene y, finalmente, compra el terreno y con él adquiere el tesoro. El paso clave es el tercero: va y vende todo lo que tiene para poder adquirir el terreno.

Pablo nos ayuda a entender la motivación que animó al hombre a deshacerse de todo lo que tenía, para hacer suyo el tesoro encontrado. No está por demás destacar el hecho de que el hombre de nuestra historia no podía tener el tesoro y conservar todo lo que, hasta ese momento, había acumulado. El reino de Dios, estar en la circunstancia en la que la voluntad de Dios se cumple de manera perfecta no puede convivir con otros reinos, con otro orden. O somos ejecutores y sujetos de la voluntad perfecta de Dios o estamos bajo el orden del pecado. Existe una disyuntiva entre estar bajo el orden de la vida o el orden de muerte.

La motivación de Pablo es Cristo mismo. Comprender la profundidad de esto es determinante. ¿Quién más o qué otra cosa puede valer tanto como todo lo que tenemos? Solo Cristo. Ni una nueva religión, ni la relación con otras personas, ni siquiera una nueva doctrina o forma de creencia. Sólo Cristo.

Es por Cristo por quien “las cosas que antes creía de tanto valor las considero ahora sin valor… que nada tiene valor comparado con la inapreciable ganancia de conocer a Jesucristo como Señor”.

Por Cristo. Todo cambio, todo paso adelante en el proceso de la maduración o crecimiento de la persona representa costos, unos más grandes que otros pero todos importantes. Representa pérdidas: Quien se separa del marido abusador, gana paz pero pierde al marido. Quien deja el alcohol gana libertad, pero pierde amigos, la seguridad y la capacidad de evadirse proporcionadas por el alcohol. Quien cambia su religión, obtiene un nuevo nivel de conocimientos, pero pierde amigos, tranquilidad de conciencia y hasta la fe que le había sostenido. Pero quien solo gana paz, libertad y conocimientos no ha alcanzado nada que sea equiparable a todo lo que se ha perdido. Cuando nuestra motivación es otra distinta a Cristo siempre terminaremos defraudados.

¿Cuál es nuestra motivación en el proceso que estamos viviendo hoy? ¿Qué nos mueve? Si no es Cristo mismo, conocerlo, estar en perfecta comunión con él, estamos en el riesgo de que el costo de lo que hemos dejado se vuelva tan abrumador que nos destruya. Las crisis del camino redimensionan el valor de lo que hemos dejado atrás.

Estamos en crisis y estaremos en crisis. Este es el estado natural del creyente. Por eso vale la pena abundar en el pensamiento de Pablo, detenernos y hacerlo nuestro:

  • Cristo es ahora mi única confianza y esperanza
  • Nada tiene valor comparado con la inapreciable ganancia de conocer a Cristo
  • Mi anhelo es sentirme unido a él
  • Es la única manera de conocer de veras a Cristo
  • Cueste lo que cueste, seré uno de los que alcancen la radiante novedad de vida

Si lo mejor que tenemos, en respuesta a nuestra pregunta inicial, es paz, es alegría, es salud, o son los amigos y hermanos en la fe, no tenemos nada. El verdadero tesoro es Cristo y su señorío, su reinado, en nuestra vida. De esto debemos ocuparnos y a esto debemos aspirar. En esto debemos invertir todo lo que tenemos y somos.

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