Para el momento apropiado

Eclesiastés 3.11

Durante la semana pasada he releído con interés el libro del Eclesiastés. Coincidentemente, mi esposa también lo ha hecho por su lado y un día de estos me preguntó cuál es mi opinión sobre el mismo. La suya resultó una pregunta incómoda pues estoy batallando con el pragmatismo, que a veces parece desencantado, cínico y fatalista, que distingue al autor respecto de las cosas de la vida. Pareciera que el autor no tiene fe respecto del futuro y dado que tampoco le satisface el pasado termina por revalorar -¿tristemente?- el presente. Una y otra vez concluye que en esta vida, nada tiene sentido, es como perseguir el viento.

Sin embargo, me parece, hay una propuesta que corre al través de Eclesiastés: en esta vida, todo tiene su tiempo. Pareciera que el autor se ha propuesto reiterar que la clave de una vida plena y satisfactoria consiste en el vivir a tiempo. Uno de los significados que tiene la palabra utilizada por Salomón para tiempo, es temporada. Como sabemos, esta es un espacio de varios días, meses o años que se consideran aparte formando un conjunto. Es decir, se trata de etapas de la vida, de trechos del camino de la vida. Entender esto nos permite comprender mejor el sentido de nuestro pasaje: Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. La primera acepción del término hebreo que se traduce como hermoso es justo. En este sentido, la belleza de la vida se da cuando las cosas encajan de manera apropiada en la vida de la persona.

¿Qué es lo que determina lo apropiado para la etapa, el trecho de la vida, en que nos encontramos? Yo propondría que el elemento clave es la identidad de la persona. Quién es ella en su aquí y su ahora. No quién fue ni quién podrá llegar a ser. Quien es. Desde luego, como el camino es uno solo y al mismo tiempo, muchos trechos, así la identidad de la persona es una sola y esta se expresa de muchas maneras. Hay un elemento subyacente de la identidad personal, aunque dependiendo del trecho de la vida que se recorra, la identidad puede mostrarse diferente, afectada por las circunstancias.

El elemento subyacente de nosotros los cristianos, aquellos que hemos sido regenerados por la sangre preciosa de Jesucristo, es que somos nuevas criaturas. De acuerdo con Pablo a los corintios: … todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! 2a Corintios 5.17 Así, es la voluntad de Dios que vivamos nuestro aquí y nuestro ahora en consecuencia con lo que somos y lo que es nueva vida. No sólo nosotros somos nuevos, hemos nacido de nuevo, sino que nuestra vida comienza a partir de Cristo en nosotros.

Pablo insiste en que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando más en cuenta el pecado de la gente. (vs 19). Podemos hacer una paráfrasis y afirmar que Dios no toma más en cuenta los lapsos ni las desviaciones de la verdad y de la rectitud de las personas. Es decir que Dios deja de ocuparse de nuestros errores, pecados y desviaciones. Pero que, sobre todo, el poder de nuestro pecado pasado y el del pecado de otros en nuestro pasado, deja de operar en nosotros. La Biblia afirma: El pecado ya no es más su amo, porque ustedes ya no viven bajo las exigencias de la ley. En cambio, viven en la libertad de la gracia de Dios. Romanos 6.14 Lo que esto significa es que lo que somos y lo que podemos hacer ya no depende de lo malo que hicimos o que sufrimos, sino de la gracia –del amor inmerecido-, con el que Dios nos ve y nos trata.

Como he dicho, los cristianos somos nuevas criaturas. Una de las características de esta cualidad de nuevo consiste en que hemos recuperado la capacidad para elegir. Así como Dios no nos hace actuar mal, tampoco nos impone lo bueno. En pleno respeto a nuestra libertad es que permite que hagamos nuestras propias elecciones. Entre ellas la de escoger a qué le reconocemos poder sobre nosotros. Si al pecado, propio y de terceros, del pasado o a la libertad propia de los hijos de Dios.

De acuerdo con la carta a los Gálatas 3.3: ¿Será posible que sean tan tontos? Después de haber comenzado a vivir la vida cristiana en el Espíritu, ¿por qué ahora tratan de ser perfectos mediante sus propios esfuerzos?, debemos preguntarnos si estamos viviendo esta temporada de nuestra vida de acuerdo a lo que somos o lo que fuimos. Encuentro absurdo el que insistamos en seguir atados a lo que fuimos, lo que hicimos o lo que dejamos de hacer. Igualmente absurdo resulta que insistamos en seguir explicando la manera en que pensamos, sentimos y juzgamos en función de lo que otros hicieron con y de nosotros.

Sencillamente, al estar en Cristo ya no somos los que fuimos. Y lo que fue ya no es lo que está siendo. De ahí la importancia del llamado paulino a que saquemos el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. Efesios 5.16 Debemos, y podemos, aprender a mirarnos como somos, como realmente somos. Y debemos, y podemos, aprender a dimensionar las etapas de la vida a la luz de nuestro presente y dejar de vivir en función de lo que fue, lo que pudo haber sido y de lo que creemos que podría ser. Lo que determina la calidad de nuestro hoy es que lo vivamos de acuerdo con nuestra identidad en Cristo.

Terminemos diciendo que lo que fue, fue real y verdadero, pero ya no es. Que hemos de aprender a vivir a tiempo. Es decir, que podemos vivir el presente en y por la fe, así podremos comprobar que Dios ha hecho todo hermoso para el momento apropiado.

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