Pertenencia, Trascendencia, Complementariedad

Una de las cuestiones torales que evidencia el libro de los Hechos de los Apóstoles es la conjunción existente entre el quehacer del Espíritu Santo y el quehacer de la Iglesia. En efecto, en la vida de la iglesia primitiva encontramos una coordinación fundamental, de recursos y participación, en la que el quehacer de uno no limita ni sustituye al quehacer del otro. Por el contrario, es el quehacer del uno lo que perfecciona y empodera el poder del otro, logrando así una sinergia que explica el poder transformador de las personas que quedan expuestas al quehacer del Espíritu Santo y de la Iglesia.

De la lectura de los Hechos de los Apóstoles podemos concluir que son, cuando menos, tres las condiciones fundamentales[1] que distinguen el quehacer dinámico de la iglesia primitiva. Estas son: su sentido de pertenencia, su sentido de trascendencia y su sentido de complementariedad. Utilizamos la expresión sentido de, en cuanto a la capacidad que la iglesia primitiva desarrolló, inspirada y animada por el Espíritu Santo, para entender y discernir su momento y tarea. Este entendimiento resulta de una profunda comunión con el Señor de la Iglesia, Jesucristo, y un profundo compromiso con el destinatario de la obra redentora, la humanidad toda.

Ahora bien, al aproximarnos a las características antes mencionadas, conviene que lo hagamos tanto como el planteamiento de una propuesta a seguir, como elementos de evaluación a nuestro ser y quehacer como iglesia. Es decir, al establecer nuestro propósito de adoptar y adaptar el modelo de la iglesia primitiva a nuestra condición de iglesia, necesitamos preguntarnos dónde estamos, qué es lo que nos motiva y lo que hacemos como iglesia. Ello propicia el arrepentimiento y la conversión a los que somos llamados en el proceso de crecer y servir como una comunidad de creyentes que se asumen agentes de transformación en los cuales el reino de Dios se hace presente. Veamos,

Sentido de pertenencia. La iglesia primitiva desarrolló una convicción profunda respecto de la relación existente entre los miembros de la comunidad de fe. Eran mucho más que compañeros o socios, eran, según afirma San Pablo, miembros los unos de los otros. Romanos 12.5ss Hemos dicho que la iglesia primitiva desarrolló tal convicción. Es decir, evolucionó desde un sentido de individualidad, propia de los que son no pueblo, hasta el asumirse como miembros de un mismo cuerpo. Siendo muchos, insiste Pablo, somos uno solo. Asumen que están unidos por una unidad subyacente; es decir, que lo que los une está por debajo, cual sólido cimiento, de cualquier circunstancia externa o secundaria que les toque vivir. El factor de unidad no es otra cosa sino el Espíritu Santo que está en ellos y que los une tanto en esencia como en propósito.

Sentido de trascendencia. Trascender es exhalar olor tan vivo y subido, que penetra y se extiende a gran distancia. El que la iglesia primitiva haya tardado más de trescientos años antes de construir templos para reunirse en ellos, parece ser un buen signo de su sentido de trascendencia. Al parecer, la iglesia se resistía a quedar limitada, encerrada, por las cuatro paredes. Desde un principio la iglesia primitiva comprende y asume su condición de agente de cambio. Asume que las tareas enfocadas en la propia comunidad sólo tienen razón e importancia en la medida que la capacitan para alcanzar y transformar a quienes no forman parte de ella. Siguiendo a su Señor y Salvador, quien aseguró que su orden no es el de este mundo, se asumen como portadores de una contracultura. Creen, viven y comparten un conjunto de valores diferentes a los del orden actual. Su propuesta es integral, en tanto que abarca el todo de la vida humana y es, también integradora, por cuanto propone la reconciliación del hombre con Dios, del hombre consigo mismo, del hombre con sus semejantes y del hombre con su creación. La iglesia primitiva vive de tal manera su fe que aún sus enemigos están dispuestos a reconocer su trascendencia. Tomemos, por ejemplo lo dicho en Hechos 16.6: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá… O lo dicho en Filipos cuando, ante la presencia y el testimonio de los cristianos se les acusa: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá. Hechos 16.20

Sentido de complementariedad. A veces, las comunidades cristianas juegan el juego de Juan Pirulero. Este es el juego de Juan Pirulero, que cada quien atienda a su juego. Sus miembros viven y hacen según lo que bien les parece, cada quién tiene su propio juego y lo atiende. En algunos casos, el juego son ellos mismos, en otros, alguna tarea, alguna misión. Buenas, sí, pero las que ellos creen pertinentes y no necesariamente aquellas para las que su comunidad ha sido llamada a realizar. Quien juega su propio juego y no sigue la directriz de sus líderes espirituales no sólo atenta contra la unidad del cuerpo de Cristo, sino que obstaculiza la tarea del mismo. La iglesia primitiva se caracterizó por su disposición a complementar[2] los recursos, las capacidades y las tareas de sus líderes espirituales. No sólo perseveraban en la doctrina de los apóstoles y ponían a los pies de los mismos sus recursos, sino que estuvieron dispuestos a arriesgar su propia vida para preservar la de sus líderes. Hechos 2.41ss; 4.35; 2 Corintios 11.33 Lo hacían así porque comprendieron y aceptaron que eran sus líderes espirituales quienes daban sentido y dirección al quehacer de la Iglesia. Pues eran estos quienes habían recibido la revelación y el llamado de Dios para conducir a su pueblo. De ninguna manera ello presupone una sumisión total ante un liderazgo autoritario y libertino. La Iglesia conoce a sus líderes, su testimonio, su piedad y su fruto. Además, la Iglesia tiene el derecho y la obligación de discernir el liderazgo de sus pastores constatando la fidelidad de sus enseñanzas y demandas con lo que Dios ha establecido en su Palabra. Tal como lo hacían los cristianos de Berea, quienes comparaban lo que escuchaban con la Escritura, para ver si era cierto lo que se les decía. Hechos 17.10,11

Ser una iglesia que no considera estas condiciones fundamentales es ser una iglesia intrascendente, vacía y sin razón ni dirección. El evangelio de Juan Pirulero, por lo demás, resulta demasiado costoso pues lo que se hace, sin importar el valor de ello, se pierde en la nada. Pagar los precios del traslado, las tensiones familiares, el costo económico, la disposición del tiempo, para participar en actividades litúrgicas que no tienen mayor relevancia, es una pérdida total que conlleva el riesgo de la pérdida de la fe. Por ello es que resulta tan importante el disponernos a adoptar y adaptar los principios que sustentaron la vida de eso que llamamos, la iglesia primitiva. El nuestro es tiempo de conversión, de cambio y de complementariedad con el Espíritu Santo. Así, sumándonos a su quehacer, podremos ser, efectivamente, agentes de cambio. El tipo de personas que trastornan este orden de pecado, para que la luz brille en medio de las tinieblas. A ello los invito, a ello los llamo.


[1] Situación o circunstancia indispensable para la existencia de otra.

[2] Complemento. cosa, cualidad o circunstancia que se añade a otra para hacerla íntegra o perfecta.

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