Reino de Dios y Fruto del Creyente

… siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo. Efesios 4.15

Reino de Dios y fruto, son dos conceptos que van de la mano en el pensamiento bíblico. Quienes están en el Reino y bajo la influencia del mismo son llamados a fructificar. Es decir, a reproducir en su oikos, su área de influencia, lo que está en ellos. El orden de Dios, la compasión de Cristo, el poder del Espíritu Santo. Basta con mirar a nuestro alrededor para comprender la importancia que tiene el que el Reino de Dios se establezca en nuestro oikos y produzca el fruto deseado. Razón para ello son, tanto las necesidades de las personas, causa y efecto del pecado individual y social, así como la disposición de muchas personas a buscar respuesta más allá de lo que conocen y controlan en sus vidas. El surgimiento de tantas espiritualidades es prueba evidente tanto de lo primero como de lo segundo.

Respecto del papel que nos toca jugar como iglesia y como individuos en esta coyuntura, conviene hacer un par de consideraciones:

Todo cristiano conoce el propósito de Dios para su vida. Nuestro Señor Jesucristo no juega ni a las escondidas, ni al “juego del ahorcado”. Él ha sido claro en su propósito y en sus medios. El mandato toral a sus seguidores consiste en que vayan y hagan discípulos. Nos dice el qué y nos dice el cómo: “enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.

Todos los cristianos somos llamados a crecer en todo. El fruto de cada quién, tanto en su calidad como en su cantidad, depende del grado de crecimiento logrado. Desde luego, quien no crece, no puede fructificar. Por ello conviene tomar en cuenta lo siguiente:

Crecer es una opción personal. Todos tenemos el potencial para hacerlo, pero cada quien lo desarrolla hasta el límite que se propone hacerlo. No tomar la decisión de crecer es tomar la decisión de no hacerlo.

Crecer es una cuestión integral. Se crece en lo físico, en lo espiritual y en la psique (el alma). El cumplimiento de nuestra misión requiere de nuestro crecimiento integral. Requiere de buena salud física. También de un crecimiento en nuestra relación personal con Dios. Y requiere del crecimiento de la psique (el alma), de cada uno: en lo que tiene que ver con la mente, las emociones y las relaciones humanas.

El crecimiento se da en Cristo. Pablo advierte a los corintios: “Cada uno tenga cuidado de cómo construye”. (1Cor 3.10ss). E insiste que nuestro fundamento es Cristo. Esto es un punto importante, toral. Nuestra disposición y sometimiento a Cristo es lo que permite que él crezca en nosotros. Y esto nos lleva a dos consideraciones: (1) Cristo no puede crecer en nosotros a menos que Cristo esté en nosotros. (2) Cristo no puede estar en nosotros a menos que nosotros estemos en Cristo. Es decir, a menos que nosotros hagamos nuestra su manera de pensar: sus valores, sus criterios, su Misión.

Amados hermanos, la tarea que hemos sido llamados a cumplir excede nuestras capacidades y nuestra fuerza. Sólo podemos realizarla en Cristo, y podemos hacerlo si nos mantenemos unidos a él y a su propósito. Por ello, debemos animarnos en el ofrecernos a nosotros mismos como la ofrenda que hará posible que las personas a nuestro alrededor sean salvas para honra y gloria de Dios. Así, conforme el Reino se afirme en nosotros, daremos el fruto de justicia que somos llamados a producir.

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