Amar a Dios Con Todo

Marcos 12:30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.

La Biblia declara que no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan. Hebreos 11.6 Es esta una declaración radicalmente importante, pues apunta a una cuestión que resulta fundamental en el camino de la espiritualidad. En efecto, el meollo de dicha declaración es la parte que dice: uno tiene que creer que existe. El verbo creer se convierte en la clave del pasaje y, de hecho, en la clave de la espiritualidad cristiana.

En la Biblia creer es estar persuadido de algo y actuar en consecuencia. Persuadir, nos dice el diccionario es obligar a alguien con razones a creer o hacer algo. Quien cree asume la obligación de actuar en consecuencia con aquello que profesa, que cree y confiesa. Es decir, no se puede creer en Dios y vivir de cualquier manera, sino aceptando y llevando a la práctica lo que él ha establecido como propio para nuestra vida. De hecho, la indicación de nuestro Señor Jesús a sus discípulos incluye el que enseñen (a quienes acepten la doctrina de Cristo), a obedecer todo lo que él les ha mandado. Mateo 28.20

Resulta necesario entender lo que hasta aquí se ha dicho para poder comprender el pasaje que hemos leído. Por cierto, comprender es abrazar, ceñir, rodear por todas partes algo. Y, en efecto, de esto se trata: De hacer propia, parte esencial de nuestra intimidad, la instrucción bíblica de amar a Dios de manera totalitaria. De acuerdo con Vine, reconocido exégeta bíblico, el significado de los recursos con los que somos llamados a amar a Dios sería, en síntesis, el siguiente:

Corazón. Se refiere a toda la actividad mental y la calidad moral de los pensamientos y las acciones consecuentes.

Alma. Aquí se refiere al aliento de vida; el llamado es a amar a Dios con toda nuestra energía.

Mente. Se trata de la conciencia reflexiva. Es decir, con la forma en que percibimos y comprendemos las cosas de la vida, los sentimientos, el razonamiento y la determinación con la que enfrentamos cada aspecto de nuestras vidas.

Fuerzas (fortaleza). Es esta la virtud fundamental que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad.

Lo que resulta de la integralidad del llamado de Jesús es que somos llamados a desarrollar una fe con propósito. Primero, porque somos llamados a fortalecer nuestra intención de vivir para Dios. Ello implica que nuestra fe resulta, crece en proporción directa a nuestra determinación de amar a Dios. Nos esforzamos y aún nos sacrificamos, si ello es necesario. Nos negamos a nosotros mismos, somos humildes y entregamos aún aquello a lo que tenemos derecho con tal de que Dios sea glorificado en nosotros.

Pero, propósito también es meta, objetivo, algo que pretendemos conseguir. Quien ama a Dios, quien dice hacerlo, debe cultivar el propósito de llegar hasta el final, hasta la meta. Apocalipsis 2.10 hace un llamado: ¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida! La expresión hasta la muerte, no se refiere solo al final de la vida en el sentido de ser fiel hasta que se muera uno. Dado el contexto de persecución que enfrenta Juan y sus lectores, la expresión adquiere una dimensión diferente. Se trata de ser fiel hasta el extremo de la muerte. A preferir la muerte a dejar de amar (y servir a Dios).

Conviene aquí apuntar que amar a Dios con todo no implica una perfección de vida. Nadie es justo, sino solo Dios. Como bien expresa el Catecismo Menor de Westminster: Buscamos hacer lo bueno y castigar lo malo, pero sólo Dios es justo. Al igual que el que ama está consciente de sus limitaciones, pero, con todo se esfuerza por agradar a su ser amado, así nosotros somos llamados a perseverar en nuestro esfuerzo de agradar a Dios en todo lo que somos y hacemos.

Hacer nuestro tal propósito se convierte en garantía de una vida sana, de una vida plena. Quien ama a Dios, lo obedece; camina por el camino que Dios ha trazado. Efesios 2.20 Y, quien camina el camino de Dios nunca camina caminos desconocidos, porque siempre camina en Jesucristo. Él, nuestro Señor y Salvador, quien habita en nosotros por su Espíritu Santo, es el Camino, la Verdad y la Vida en y para todas y cada una de las áreas de nuestra vida.

¿Por qué nos ocupamos de estas cosas? La respuesta es sencilla, nuestra vida puede ser mejor de lo que está siendo. En algunas áreas de la misma, la forma en que pensamos y nos conducimos tiene el poder de deteriorar el todo de nuestra vida. En algunos casos se trata del cómo de la relación de pareja, en otros del cómo de las relaciones familiares en su conjunto, o del cómo de nuestro quehacer laboral, etc. La disfuncionalidad evidente en tales áreas está, nos consta y lo sufrimos, afectando el todo de nuestra vida y el todo de nuestras relaciones. La razón que explica en última instancia el por qué de tal circunstancia es sencilla y obvia: No nos estamos ocupando de amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente y nuestras fuerzas. En consecuencia, estamos viviendo a nuestra manera y no hemos escogido la forma de vida en la que hay dirección, firmeza, paz y satisfacción.

Todas las cuestiones importantes de la vida empiezan en el espacio vital que se da entre Dios y nosotros. Por ello, mientras más de Dios en nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente y nuestras fuerzas, mayor sabiduría y capacidad para hacer una vida plena y satisfactoria. Quienes viven lo que está acabando con ellos: con su amor, su paciencia, su esperanza, su paz, etc., no tienen que seguir viviendo lo mismo. Pueden vivir la vida que Cristo ofrece a los que le aman.

Por ello les animo a que hagamos un alto en nuestra vida y encaremos cada una de las circunstancias que nos están desgastando y nos propongamos enfrentarlas en el amor de Cristo. Es decir, que de manera consciente y proactiva nos propongamos mostrar nuestro amor a Dios en la manera en que encaramos y resolvemos las situaciones que nos afectan. Y así, a que obedezcamos el principio bíblico que nos exhorta: Y todo lo que hagan o digan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. Colosenses 3.17

 

 

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One Comment en “Amar a Dios Con Todo”

  1. adriana montoya hinojos Says:

    Querido Adoniram, vaya reto el que nos estás poniendo sobre la mesa, sobre todo el de las relaciones familiares, algunas veces no quiero tocar ciertos temas con mis padres por ejemplo, para no provocar conflicto, pero por lo que acabo de leer, esta es una forma de no amar a Dios con toda tu mente,alma y corazón.
    Estoy a la expectativa de escuchar mañana el mensaje que tendrás para nosotros y ampliar mi reflexion.

    nuevamente y siempre, muchas gracias.
    +
    Dios te bendiga

    Adriana


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