Cantando sobre el miedo
Lucas 1.46-55
Del ser de Dios y del ser de las personas, de esto tratan los relatos del nacimiento de Jesús. En estos encontramos testimonio del carácter sobrenatural de Dios y del ser plenamente humanos, de los personajes de la Navidad. Por eso me resulta importante y hermoso el canto de María, este exalta la grandeza del Señor al mismo tiempo que se refiere a las limitaciones, los conflictos y las esperanzas de las personas. Más aún, el canto de María me resulta interesante porque evidencia las convicciones y las esperanzas de quien inició en este proceso teniendo miedo. La que canta con tanto valor y esperanza es la misma a quien invitaron a no tener miedo. Lucas 1.30
El temor es una de las grandes limitantes del ser humano. Dificulta que la persona sea quien es, que sea humana. Condiciona su manera de pensar, la disminuye y, en consecuencia, le impide discernir y tomar las decisiones que conviene tomar. El temor paraliza a las personas, impidiéndoles ser ellas y, consecuentemente, disminuye su estima propia, generando un sentimiento de auto menosprecio y haciéndolas más y más vulnerables frente a aquellos que tienen influencia sobre ellas. Por ello me atrevo a proponer que el temor es efecto y causa del pecado personal y social. Que teme quien peca y que peca quien teme, entendiendo el pecado como el errar haciendo aquello que no es propio de nuestro ser imagen y semejanza de Dios.
La expresión no temas o su variante no tengas miedo, se repite en decenas y decenas de pasajes bíblicos, si no es que en centenas. Siempre están relacionadas con el quehacer de Dios, tanto cuando este se avisa o promete algo, como cuando se encarga a las personas a que hagan lo que Dios les ha encargado. Una constante es que esta indicación se da en casos en los que la o las personas tienen que luchar ante sus enemigos o superar sus limitantes propias. Algunos dirían que el llamado a no temer se hace en los puntos de inflexión vitales de las personas.
El canto de María se refiere a un punto de inflexión, precisamente. En efecto, María se refiere al advenimiento de Jesús como el hecho a partir del cual las cosas pueden ser y serán diferentes. Jesús, declara María, es la razón por la que el orden vital, personal y social, dominante, el orden del pecado dejará de ser y desaparecerá ante la llegada del nuevo orden presente en Jesús. Por causa de Jesús, las cosas de la vida ya no tienen que ser como han sido y quienes han estado limitados por el temor, personal y social, son libres y capaces para retomar su condición de seres humanos: dignos, íntegros y libres.
Si Jesús es real y su obra suficiente, luego, quienes estamos en comunión con él somos libres y capaces para vivir de acuerdo con lo que Jesús ha logrado: destruir todo lo que hace el diablo. 1 Juan 3.8 Y esto empieza con la destrucción del poder del miedo aprendido, es decir, del temor. El temor paraliza y altera la capacidad de la persona para discernir y actuar, hemos propuesto. Comprender esto es de suma importancia porque hay quienes, a pesar del hecho de Cristo, permanecen atados a la opresión, el dominio y el control de personas, hechos y circunstancias que, por causa de Cristo, han perdido todo poder sobre ellas y ellos. Celebran a Cristo sin gozar de los beneficios que él representa y ha traído a sus vidas.
Es que el miedo los detiene, los mantiene en una espiral de degradación, desesperanza y daño creciente. María es modelo del que podemos aprender el cómo enfrentar, superar y derrotar al temor. Tradicionalmente nos acercamos a su experiencia de manera romántica, cursi. Ello nos impide apreciar las implicaciones de conflicto, lucha, dolor y desventaja que María enfrentaría. A nadie le conviene e interesa descubrirse embarazada de otro cuando está próxima a casarse. Pero, aún así, María, confiando en Dios y en su palabra, decidió: Yo soy la esclava del Señor. Que suceda todo tal como me lo has dicho. Lucas 1.38
La de María no fue una decisión pasiva, sino que reclamó de su participación plena. Para que el que suceda todo, se cumpliera en ella, ella tenía que hacer su parte, que echar su resto sobre la mesa. María estuvo dispuesto a hacerlo por la fe y, hemos dicho, la fe es confianza y reconocimiento a lo que Dios está haciendo. No siempre lo que Dios hace como testimonio de que su promesa se está cumpliendo resulta de nuestro agrado. En su cuerpo, las primeras evidencias que María tuvo de que Dios estaba cumpliendo su promesa fueron mareos y malestares matinales.
Como María, nosotros somos también llamados a creer en la palabra del Señor. A creer que lo que él ha dicho acerca de nuestra libertad y capacidad es verdad y vivir en consecuencia con ello. Jesús dijo que él es la verdad, el camino y la vida. Aseguró que la verdad, él mismo, nos hará libres. Y todo lo que tenía que hacer para que esto se hiciera realidad, ya lo hizo. Por ello, en el Calvario proclamó a gran voz: Todo está cumplido. Sí, todo lo que se necesita para que nuestra vida sea otra ya lo hizo nuestro Señor Jesús.
Con María cantemos el canto de la convicción y la esperanza. Hagamos lo que conviene que hagamos y así permitamos que el quehacer de Jesús se haga una realidad en nosotros, en nuestro aquí y nuestro ahora.
A esto los animo, a esto los convoco.
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