No a mi manera
Hebreos 12.1-13 DHH
Una de las canciones que han servido como el signo de los tiempos modernos es A Mi Manera. Y es que en todos nosotros persiste el ideal de ser y hacer como a nosotros nos parece, incluyendo nuestro ser cristianos. No somos pocos los que queremos ser cristianos a mi manera. Sin embargo, nuestro pasaje nos recuerda que el ser cristiano es una carrera especial: con una ruta marcada, con una meta definida y con reglas específicas que deben ser observadas cuidadosamente.
Nuestro pasaje empieza recordándonos que vivimos nuestro cristianismo a la luz del testimonio de otros que corrieron bien la carrera de la fe. Ellos nos muestran que es posible ser fieles a la manera de Cristo y son merecedores de que les honremos con nuestra propia fidelidad. La Iglesia que hoy formamos y disfrutamos es herencia que no tenemos derecho de descuidar o destruir.
El pasaje también nos muestra que hay dos elementos esenciales propios de la carrera cristiana: La disposición al sacrificio y a la disciplina. Nos recuerda que la carrera cristiana es una carrera de resistencia y no de velocidad. Es una carrera a campo traviesa, es decir, se corre bajo la presión constante del ambiente mundanal que nos rodea. Dura tanto como dura nuestra vida y tiene que ver con el todo de la misma, por ello requiere de una preparación y de condiciones especiales.
El autor enfatiza la necesidad de que tratemos adecuadamente aquellas cosas que impiden que corramos adecuadamente, las que estorban y enredan. No nos dice que la carrera cristiana está libre de estorbos y enredos; nos llama a que los dejemos a un lado. ¿Cómo podemos hacerlo? Hay dos elementos implícitos en este pasaje:
Sacrificio. Como cristianos, nosotros nos estorbamos a nosotros mismos. Somos una especie de carga que cuelga de nuestro cuello. Por ello el cristiano es llamado a la renuncia al derecho de ser él mismo, de ver por sí mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de otros. Filipenses 2.4, es la síntesis de la ética cristiana. Esto tiene que ver con la renuncia a lo que nos es agradable, nos es propio, nos corresponde por derecho, pero que no resulta conveniente para el desarrollo de nuestra vida cristiana ni para el del resto del cuerpo de Cristo. Tal renuncia implica sacrificio por cuanto resulta doloroso despojarnos de todo ello.
El autor da dos razones para sustentar la validez de su llamado: Primero, el testimonio de los héroes de la fe del capítulo 11. Nos dice que ellos pudieron hacer tal suerte de sacrificio. Hombres y mujeres como nosotros que pagaron, a veces con su propia vida, el precio de su fidelidad. Los que nos han precedido y dejado ejemplo digno, son, todos, hombres y mujeres que renunciaron a algo que les era de especial estima. En segundo lugar, el autor nos llama a poner nuestros ojos en Jesús. Al decir que de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona, sencillamente nos invita a vivir al modo de Cristo. Sólo puede imitarse el estilo de vida de aquellos con los que convivimos cotidianamente. En este sentido, Jesucristo es a nosotros lo que el entrenador al atleta, conviven y hacen la vida en común, el atleta imitando a su entrenador y este modelando con su vida. De ahí la necesidad imperiosa que tenemos de cultivar y abundar en la relación íntima con el Señor. Sólo así podremos amar al estilo de Cristo.
No debemos olvidar que sólo hay una manera de vivir la vida cristiana, esta es como es digno del Señor. Si alguien dice no al sacrificio que ello significa, estará viviendo de cualquier forma, menos como es digno; vivirá en desacuerdo con el evangelio de Cristo. Quien así lo hace no debe esperar la bendición divina para su vida, pues la Palabra dice que, si nosotros negamos al Señor, “también él nos negará”. 2 Tesalonicenses 2.11, 12
Disciplina. En nuestra carrera se nos enredan los pies. El autor asocia la falta de disposición al sacrificio con el rechazo de la disciplina cristiana. Debemos asumir, hacer nuestro, que la vida cristiana tiene reglas. No es posible lograr nada dentro de ella si no nos ceñimos a las mismas. 2 Timoteo 2.5 Desde luego, toda disciplina produce malestar, es desagradable y duele, dice el autor; sin embargo, el que aprende la lección tiene una vida de paz y rectitud. (v11)
La disciplina divina tiene dos dimensiones, la preventiva y la correctiva. Debemos estar conscientes que el desprecio de la primera conduce de manera necesaria a la aplicación de la segunda. Para el autor de nuestra carta, el ejercicio de esta disciplina, que es una sola, es manifestación del amor de Dios Padre. Y aunque a veces la disciplina que recibimos nos parece desproporcionada o excesiva, la misma siempre evidencia que Dios se interesa por nosotros. El castigo o la disciplina que recibimos no son muestra del coraje o de la ira de Dios contra nosotros, la falta de ellos, sí. San Jerónimo dijo: La mayor ira de todas es que Dios no se enoje más con nosotros cuando pecamos.
El salmista 139.23-24, pide disciplina y castigo para sí: mira si voy por el camino del mal, y guíame por el camino eterno. Actitud muy distinta a la de muchos creyentes, quienes ven en la disciplina divina una ofensa y una intromisión.
Hermanos, mi oración y propósito es que Dios, quien ha empezado en nosotros la buena obra, nos perfeccione hasta el día en que Jesucristo regrese. Debo confesar que, como Pastor, temo por el resultado de las vidas de mis ovejas. Hay quienes cada vez más tienen menos oportunidades de ganar la carrera. Se han relegado, están estorbándose y enredándose cada día. Hoy es tiempo de arrepentimiento, de conversión.
Tiempo de que hagamos nuestras las palabras de David: Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel! No me apartes de tu presencia ni me quites tu santo espíritu. Quiero exhortarlos a que vivamos como es digno de nuestra condición de cristianos. Que vivamos en santidad, en pureza y en comunión con Dios. A que, como nos invita Hebreos 12.13; Renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas, y que busquen el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más.
A esto los animo, a esto los convoco.
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