¡Vivan con alegría su vida cristiana!
Filipenses 4.4-7
¿Será posible vivir la vida cristiana con alegría? Parece difícil. Por un lado están las tradiciones, las culpas, las acusaciones que emanan de no pocos púlpitos y parecen diseñadas para despojar a la vida del gozo de sus momentos torales. Por el otro, las dificultades crecientes que todos, creyentes y no creyentes, enfrentamos. Con la diferencia de que, a los primeros se nos ha prometido que en Cristo podremos gozar, siempre, de su paz y su gozo.
No obstante las dificultades y peros que podemos encontrar en la invitación paulina esta sigue demandando nuestra atención y suponiendo un reto de fe. Contribuye a comprender la razón y el sustento de tal exhortación el que esta incluye tres palabras torales: En el Señor. No se trata, entonces, de una invitación al aire sino de una propuesta que tiene que ver con el todo de la vida del creyente. De acuerdo con Pablo, la alegría de la vida depende, y es fruto, de estar en el Señor o no. Es decir, de que el Señor, y nuestra relación con él, sea el centro de nuestra existencia.
Jesús hizo una advertencia que generalmente dejamos de lado: Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón. Mateo 6.21 DHHD Tal declaración simplemente revela que es aquello a lo que consideramos lo más importante de nuestra vida lo que se convierte en la fuente de nuestra alegría y de nuestras tristezas. El gozo, la alegría de la vida, depende de qué tan lleno de aquello que consideramos lo más valioso está el baúl de nuestra vida. Salud, afectos, recursos, capacidades, etc., son las cosas que, entre muchas, componen nuestro tesoro, el punto de nuestro equilibrio. Todas ellas, sin embargo, inestables e impredecibles. Sobre todo, independientes de nuestras capacidades de decisión.
Cuando tales cosas, o alguna de ellas, se convierte en lo más importante de nuestra vida y, por lo tanto, en la fuente de nuestra alegría, estamos en problemas. La razón es sencilla, todas ellas dependen del azar, se trata de cosas sin orden, sin planeamiento, aleatorias. Pablo sabía del valor, la importancia y la futilidad de todas ellas. En diversos momentos de su ministerio el Apóstol hace un inventario de su vida y relaciona todo lo que tuvo y dio razón a su vida, aquello que lo hizo ser. Hace tal inventario cuando todo ello se ha ido, cuando lo que era la fuente de su gozo se ha secado. Pablo comprobó que, en la vida, siempre venimos del azar y a él volvemos.
Cuando perdemos aquello que nos hace ser, que hemos convertido en el gozo de nuestra vida, de alguna manera nos quedamos ciegos. Nos vemos obligados a depender exclusivamente de la imaginación, de la nostalgia y el deseo, para poder entender el mundo y encontrar en él algún motivo de gozo. Como descubrió David Meziel, nuestros mayores errores provienen de la tendencia a relacionar entre sí causas y efectos inexistentes. Hemos aprendido a relacionar amor, riquezas, fama, afectos, lujos, etc., con el gozo y la alegría de la vida. Ya lo hacemos animados por la nostalgia o por el deseo. Porque nos parece que éramos más felices cuando los teníamos o que estaremos más alegres cuando los tengamos.
Creo que entendiendo todo esto es que Pablo nos anima a trascender al nivel de lo permanente, al nivel de la fe. Nos anima a dejar de considerar como lo más importante aquello que nos da la impresión de que con la manipulación de nuestros recursos podemos asegurarlo. Y, nos provoca a hacer de lo que no vemos la fuente de nuestra confianza y, por tanto, de nuestro gozo y nuestra alegría. 2 Corintios 4.18
El Apóstol retoma el llamado de Jesús para que, en tratándose de tesoros, los hagamos en el cielo. Es decir, nos anima al cultivo y la consideración de las cosas espirituales como las más importantes, como las que son razón de nuestra alegría y de nuestro gozo. Y, dentro de tales cuestiones espirituales, Pablo nos anima a poner, en el centro de todo, nuestra relación con Dios. De entre todas las personas con las que hacemos la vida, de entre todo lo que podamos considerar lo más valioso, Dios está en el centro de todo. Más bien, Dios es el centro de todo, lo hagamos nuestro o no.
Dios es origen y destino, Dios es fuente de vida plena, Dios permanece. A los atenienses, el Apóstol les recordó: Pero él no está lejos de ninguno de nosotros, porque en él vivimos, nos movemos y existimos. Como uno de los poetas de ustedes dijo: “Somos de la familia de Dios”. Si Dios es el todo, si en él vivimos, nos movemos y existimos, no hay nada más importante, ni más valioso, que estar en comunión con él. El estarlo o no es lo que determina el gozo de nuestra vida o su ausencia. Lo demás siempre resulta accesorio.
Dios nos ama y es a él a quien más duelen nuestras frustraciones y vacíos existenciales. Le duele ver que nos debatimos en la tristeza, la insatisfacción y el desánimo cuando no hay razón para ello. ¿Y por qué no la hay? Porque Dios es suficiente. Y, porque él es el primer interesado en estar en comunión con nosotros y que así recuperemos el equilibrio de nuestras vidas y la fuente de nuestro gozo. Podemos decir que Dios anhela nuestra comunión porque él sabe que separados de él, nada podemos hacer. Que separados de él nos secamos. Juan 15.5.8
Ir de los tesoros en la tierra a los tesoros en el cielo requiere de la decisión de revalorar todo a la luz del amor de Dios en Cristo. Si basura es lo que se desecha, todo en la vida es basura porque todo termina desechándose, todo termina dejándose de lado, todo. Afectos, recursos, modos, relaciones, etc. Hasta nuestro propio cuerpo termina desechándose. Sólo Dios, y nuestra relación con él, permanecen. Dios es nuestra porción, es todo lo que necesitamos. Y Dios, porque nos ama, quiere convertirse en el punto equilibrador del todo de nuestra vida.
Termino animándonos a que lo intentemos, a que probemos. A que corramos el riesgo de considerarlo todo lo que ahora nos anima y nos duele, como basura comparado con Cristo. Si después de privilegiar el cultivo de nuestra relación con Cristo seguimos carentes de paz y del gozo que resulta de la misma, podremos desechar a Cristo y volvernos a lo que parecería ser la respuesta a nuestros vacíos existenciales.
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Etiquetas: Comunión con Dios, Primero lo Primero, Tesoros en el Cielo
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27 agosto, 2017 a 19:09
Gracias