Sabiendo que Dios sabe

 

Salmo 139

La mayoría de las religiones no bíblicas desarrollan entre sus seguidores la conciencia de la presencia inevitable de sus deidades y los propósitos malignos de las mismas, aún en contra de sus seguidores. De ahí que los ritos religiosos estén más encaminados a aplacar a las deidades que a adorarlas, es decir, que a rendirles una confiada adoración.

David, el autor del Salmo 139, se refiere en el mismo a dos atributos exclusivos de Dios: su omnisciencia y su omnipresencia. A diferencia de los dioses tribales, y del diablo mismo, Dios lo sabe todo y está en todas partes. Sin embargo, lejos de que el saberse conocido integralmente por Dios, por dentro y por fuera (así como el tener conciencia de que no hay lugar donde el salmista se encuentre que quede aislado de Dios), provoque miedo en David y le haga sentirse acorralado, provoca una convicción de seguridad, amparo y relevancia personal.

El Dios que lo sabe todo y que está en todas partes, se ha ocupado de atender la formación del embrión que devendría en el hombre David. Se trata de una atención personalizada, amorosa y proactiva. De tal forma, David puede sentirse seguro puesto que comprende que la omnipresencia y la omnisciencia divinas obran en su favor y no en su contra, puesto que implican el cuidado favorable de quien tiene todo bajo su control.

Tal conocimiento confiado parece llevar a David a una convicción respecto de sí mismo: lo que sabe de sí no es suficiente para comprender sus pensamientos, sus emociones, ni la razón de sus decisiones y acciones. Creo que hay un elemento que provoca, precipita, el que David esté dispuesto a pedirle a Dios que examine, ponga a prueba y conozca. Es, precisamente, la convicción de que el Dios todopoderoso lo ama.

Generalmente los hombres, los varones y no pocas mujeres, tenemos dificultades para dar a conocer nuestros pensamientos, sentimientos, deseos y temores más íntimos. Hemos aprendido que, a mayor discreción y secrecía, mayor seguridad. Sin embargo, siempre terminamos por descubrir que no somos suficientes en nosotros mismos para saber, comprender y enfrentar lo que hay en nuestro interior. Los hombres generalmente llevamos a momentos de quiebre: depresión, fracasos relacionales, enfermedades sicosomáticas, burnout, etc., son algunas de las formas que evidencian que hemos llegado al límite.

David sabía bien del asunto. Solo tuvo un amigo, que murió joven. El éxito de David lo aisló, lo obligó a mostrarse fuerte, insensible, capaz. Mientras más débil por dentro, más mujeriego, más traidor y más manipulador. Menos apto para estar en paz consigo mismo y para relacionarse sanamente con los suyos. Así, hasta que toma conciencia de que el Dios que todo lo sabe, que está en todas partes todo el tiempo y que es el Todopoderoso de Israel, está de su parte porque lo ama.

De su parte, porque lo ama. No porque lo merezca, no porque lo necesite. La razón del favor divino siempre es y será el amor que Dios nos tiene. Es una cuestión de gracia, no de merecimientos. Por ello, porque sabe que lo que Dios sabe y llegue a saber de él no hará disminuir el amor que le profesa, David puede estar dispuesto a pedirle a Dios que lo examine y aún que lo re direccione por el camino eterno.

Resulta interesante atender la puerta que David abre para que Dios inicie su tarea examinadora: le pide que conozca sus pensamientos. NVI traduce: sondea mis pensamientos. David no se refiere a los pensamientos breves, del momento. El término que usa puede ser traducido como asociación de ideas, como aquello en lo que acostumbra meditar (prestar profunda atención).

Es decir, David le pide a Dios que conozca los temas que le provocan intranquilidad, alteración de ánimo, pues estos son los que lo desvían del camino justo y lo llevan al camino del mal. Es decir, a actuar equivocadamente y en su propio quebranto. Podemos entender a David, porque nosotros sabemos bien de qué se trata eso de los pensamientos desordenados. Están los que:

Tienen que ver con nuestras alegrías. Pocos pueden gozar sin, al mismo tiempo, temer la pérdida de su alegría.

Tienen que ver con nuestro deterioro. Sumar más es, también, tener menos. Los latinos preguntamos: ¿cuántos años tienes?, los sajones: ¿cuántos años más viejo eres?

Tienen que ver con los que amamos. La pareja, sí; los padres, también. Pero, sobre todo, tienen que ver con nuestros hijos.

David llega al momento en que descubre, cae en cuenta, que Dios lo sabe todo y que está en todas partes. Que la omnipresencia divina tiene que ver tanto con lo espacial, como con lo temporal. Es decir, que Dios está siempre en control. Por ello, David no duda en ponerse bajo el control de Dios; de quien lo sabe todo, lo puede todo y está siempre presente.

Nosotros podemos imitar a David. Nuestra vida no se da en el vacío. El Dios a quien servirnos no nos persigue, nos cubre con su misericordia. Dado que él lo sabe todo, nada ganamos con procurar ocultarnos o esconder algo de su presencia. Mejor vengamos a él con lo que somos y tenemos. Busquemos su dirección y gocemos de su cuidado. Es en él y por él que tenemos descanso. No en balde, les nos invita:

El Señor, el Dios Santo de Israel, dice: «Vuelvan, quédense tranquilos y estarán a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza.» Isaías 30.15

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One Comment en “Sabiendo que Dios sabe”

  1. alvaro marquez barrales Says:

    AMEN..CUANDO, COMO EL SALMISTA, PEDIMOS A DIOS Q NOS EXAMINE ESTAMOS RECONOCIENDO SU AUTORIDAD Y SOBERANIA YA Q EL ES EL UNICO DIGNO DE JUZGARNOS…


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