Saquen el mayor provecho de cada oportunidad

Efesios 5.16; 1 Corintios 13.1-3

Hemos dicho que el camino de la vida se compone de etapas, de temporadas, cuya belleza consiste en el hacer lo que corresponde oportuna y adecuadamente. De acuerdo con el Apóstol Pablo, algunas de tales etapas de la vida se convierten en espacios de oportunidad, mismos que debemos aprovechar de la mejor manera. De ahí la exhortación a que saquemos el mayor provecho de cada oportunidad en medio de los días malos. Efesios 5.16

La traducción JBS (Biblia del Jubileo), traduce de manera más ortodoxa tal pasaje: Redimiendo el tiempo, porque los días son malos. El término, redimiendo significa pagar el precio debido para recuperarse, liberarse, del poder de otro, rescatar. Y, dado que el término que Pablo usa para tiempo, kairos, significa un tiempo limitado de oportunidad, podemos concluir que el autor se refiere a esos puntos de inflexión que la vida nos ofrece. Es decir, a esos momentos clave en los que podemos realizar los cambios que nos permiten liberarnos del poder de decisiones y/o acciones vitales que no han contribuido a nuestro bien ni, por lo tanto, a nuestra plena realización como personas que estamos en Cristo.

De tal propuesta paulina podemos considerar un hecho importante: si bien las decisiones y las acciones tomadas en alguna etapa de nuestra vida tienen el poder de condicionarla, ninguna tiene el poder de definirla entera y permanentemente. Es decir, especialmente quienes estamos en Cristo recibimos la oportunidad de reorientar nuestra vida en medio de situaciones de crisis, aun y especialmente cuando los días son malos.

Dicen que el hombre es un animal de costumbres. Lo cierto es que, en mayor o en menor medida, todos tendemos a rechazar la necesidad, la importancia y la oportunidad de hacer cambios. Así, no resulta raro que animados por presiones internas y externas estemos dispuestos a permanecer atados a lo que correspondió a una etapa de nuestras vidas en particular. Desconocemos que lo que éramos, lo que sabíamos, lo que nos interesaba y lo que podíamos hacer en tal etapa fue lo que nos llevó a decidir y a hacer lo que decidimos e hicimos en la misma. Pero, que si bien es cierto que debemos validar tales cosas, también es cierto que ahora nuestra realidad y circunstancias son otras. Así que lo que corresponde es que vivamos de acuerdo a nuestro aquí y ahora y no en función exclusiva de lo que tuvo razón de ser en otro momento y otras circunstancias.

Es cierto que en nuestra cultura se ofrece un culto a la continuidad, a la permanencia, a la estabilidad. Se presume que las personas estables, aquellas que menos cambios significativos tienen en su historia de vida, son más responsables y confiables. En principio tendríamos que estar de acuerdo con tal presunción. Sin embargo, tenemos que cuestionarnos sobre el objeto, sobre la materia de la estabilidad. La cuestión es si se trata de ser estables en lo que se hace o en lo que se es, en el carácter de la persona.

Nuestra cultura ha trastocado, confundido, la tarea con el ser de las personas. Da un especial reconocimiento a los logros y deja de lado las motivaciones y el carácter de las personas. Si se es un profesionista de éxito, no importa si el mismo es soberbio, descuidado en sus relaciones personales, ambiciosos, etc. Si se es rico, menos aún importa si es avaro, insensible o abusivo. Lo que se le reconoce es que desde estudiante destacó o que empezó a labrar su fortuna desde muy joven. Pero, debemos preguntarnos, si la permanencia en la tarea está por sobre la estabilidad y el cultivo del carácter. l

Otra vez, la Biblia viene en nuestra ayuda para dilucidar este tema tan importante. En el muy conocido y mal interpretado pasaje de 1 Corintios 13, encontramos una perspectiva diferente, divina, sobre lo que importa y lo que define el éxito, el resultado feliz, de las personas.

Pablo desarrolla un argumento basado en tres presupuestos que, me parece, incluyen el todo de la vida humana. Se refiere al conocimiento (la capacidad para hablar diferentes lenguajes), a la espiritualidad (conocer los planes secretos de Dios), y al servicio o filantropía (dar y darse a los pobres). En los tres casos se refiere a llevar tales presupuestos a niveles de excelencia. Pero, advierte que, por sí mismos, que si sólo se esfuerza para hacer tales cosas de manera excelente y nada más: es como metal que retiñe, nada soy, de nada me sirve. Implícitamente el Apóstol establece que la permanencia en el hacer no se traduce, necesariamente, en la realización de la persona.

Si no tengo caridad, si no tengo caridad, si no tengo caridad, es la condición que repite Pablo para establecer la trascendencia de lo que se hace. Más adelante asegura que: la caridad nunca se pierde; mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de acabar. (Vs 6) Como podemos ver, la permanencia que la Biblia reclama de nosotros es la permanencia en la caridad: la caridad nunca se pierde. Como sabemos, caridad es ágape, es decir, el amor fraternal, el afecto incondicional, la buena voluntad, la benevolencia. Nosotros somos amados así, no por lo que somos o hacemos, sino por quien nos ama es. Que Dios nos ame tiene que ver con su carácter, antes que con nuestros hechos.

Quiero proponer a ustedes que tenemos tanto el derecho a equivocarnos como el derecho a hacer los cambios debidos en nuestra vida. Podemos y debemos ir contra la corriente cuando se nos ofrecen tiempos de oportunidad. La vida es un proceso, un camino. Los escenarios pueden ser, y de hecho lo son, diferentes en cada etapa. Por lo tanto, debemos y podemos hacer los cambios adecuados a cada trecho del camino de la vida. Lo único que debemos cuidar es que nuestras decisiones estén basadas en la caridad, en la benevolencia, la simpatía y buena voluntad hacia las personas.

En buena medida, la plenitud de nuestra vida, nuestra huella en la vida, estarán determinadas por la caridad con que nos conduzcamos. No por la importancia, el tamaño o el valor de lo que hayamos hecho. Después de todo, siempre habrá alguien que haga más que lo que nosotros lleguemos a hacer. Por eso es que podemos, entonces, hacer nuestra la exhortación de San Agustín de Hipona:

  Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.

Así, y sólo así, es que podremos sacar el mayor provecho de cada oportunidad.

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One Comment en “Saquen el mayor provecho de cada oportunidad”

  1. Angel Mendoza Rodriguez Says:

    ASI DEBE MI ESTIMADO ADONIRAM «LA VIDA ES UN PROCESO, UN CAMINO» SALUDOS UN ABRAZO. ATENTAMENTE.ANGEL MENDOZA.


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