Ella hizo lo que pudo

Marcos 14

Marcos nos presenta a un Jesús leal. Digno de la fe, la confianza, que quienes tuvieron un encuentro impactante con él le dispensaron. De ser María la mujer que ungió a Jesús, según el relato de Juan, nos encontramos con que una vez que Jesús establece una relación de gracia con alguien, se mantiene fiel e incondicionalmente en favor de aquel o aquella a quien ha escogido como suya.

Además de que Jesús es constante en sus afectos –fiel-, Jesús toma partido en favor de aquellos con quienes tiene una relación de gracia. Dado que es, precisamente, una relación de gracia, esta no depende de la perfección con que el depositario de la misma le sirve, o de la asertividad con la que vive su día a día. No, Jesús, quien toma la iniciativa en el proceso de la relación se mantiene fiel y constante en el desarrollo de la misma. Siempre por gracia. Es por ello que el Apóstol Pablo asegura que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva. Filipenses 1.6

La mujer de nuestra historia, María la hermana de Martha o María Magdalena (la pecadora), responde a la gracia recibida amando a Jesús. Por lo tanto está dispuesta a ir más allá de donde había llegado antes en sus relaciones de amor. Aún está dispuesta a correr el riesgo que le acarrea el invadir espacios que, hasta entonces, le estaban prohibidos. En efecto, sin invitación alguna, se introduce en casa de Simón, quien también había sido tocado por la gracia pero que, parece ser, no respondió con amor a la misma. En territorio prohibido la mujer unge a Jesús derramando sobre su cabeza un perfume equivalente a un año de salario.

De inmediato la indignación de aquellos hombres justos, pero carentes de gracia, se hace patente. Dice Marcos que ellos la regañaron severamente. La señalaron, la juzgaron y la condenaron. En tanto, ella permaneció en silencio. Quizá entendió que no le tocaba a ella explicar ni defender su acto de amor al hombre que había transformado su vida. Quizá, sin haber leído o escuchado a Pablo, sabía que se hallaba envuelta en una relación tal que era Dios quien, por medio de Jesús, se encargaría de su defensa y su reivindicación.

Y, en efecto, Jesús se ocupa de argumentar en favor de ella. Jesús pone las cosas en claro. Primero, acepta complacido la ofrenda de amor que la mujer le ha brindado. Jesús muestra que quien ama no menosprecia ni condiciona la aceptación de las expresiones de amor del ser amado. Además, Jesús está dispuesto a comprometerse con aquel que corre el riesgo de mostrarle su amor aún en situaciones extremas. En casa de Simón no le importa convertirse en el huésped incómodo ni enfrentar las críticas de sus enemigos. Es más, no le importa que al ponerse del lado de la mujer sus probabilidades de muerte se incrementan.

Pero, lo más importante es que Jesús dimensiona el acto de amor de la mujer a la luz de la eternidad. Primero, encuentra en la gratitud de la mujer un punto de identificación con su propio ministerio. La acción de la mujer se convierte en un testimonio de la inminente muerte de Jesús. La mujer hace lo que puede para participar en el sacrificio de Jesús paliando en algo la tragedia de la misma. De acuerdo con Jesús, la mujer unge su cuerpo en preparación para el entierro de Jesús.

No es mucho lo que nosotros podemos hacer en favor del Señor animados por nuestro amor. Pero, cuando hacemos lo que podemos, Jesús lo redimensiona, le da un valor trascendente. Además de que nos convierte en colaboradores suyos, no por la riqueza o la perfección de nuestra obra, sino porque esta es la expresión de nuestro amor a él.

En nuestra disposición de servir a Dios frecuentemente nos encontramos en situaciones complicadas. Llegamos a espacios en los que nuestro amor y nuestra determinación nos hacen tomar conciencia de nuestras limitaciones. A veces, el enemigo no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. Queremos amar y mostrar nuestro amor a Dios pero hay algo dentro de nosotros que lo dificulta si no es que, de plano, lo impide. En otros casos, las circunstancias que vivimos: personas, situaciones, etc., ponen en entredicho nuestra disposición y nuestra capacidad para mostrar nuestro amor al Señor. Nuestra fe, nuestra fidelidad, nuestra determinación se ven menguadas por factores internos y externos.

Podemos estar confiados. Jesús conoce nuestro corazón y conoce nuestras circunstancias. Dado que nos ama es sensible a nuestro amor. Su corazón detecta nuestro amor como un finísimo radar que percibe hasta las ondas más débiles del mismo. Y, sabiendo que lo amamos, él viene en nuestro rescate y argumenta en nuestro favor. Aprecia nuestro amor y las expresiones del mismo. Compensa con lo que él es y puede hacer lo que nosotros somos y podemos hacer.

Finalmente, Dios aprecia tanto nuestras expresiones de amor que las hace eternas. ¿Qué son trescientos días de salario para quien es dueño de todo el oro y la plata? ¿Qué es un perfume elaborado por manos humanos para aquel que hace fragantes las flores? ¿Qué importancia tiene perfumar en cuerpo que al tercer día será resucitado? Aún nuestro mucho parece poco cuando se lo ofrecemos al Señor. Sin embargo, el aprecio que él tiene para lo que le ofrecemos queda evidenciado en la promesa de Jesús: en cualquier lugar del mundo donde se predique la Buena Noticia, se recordará y se hablará de lo que hizo esta mujer.

Porque nos ama y aprecia lo que hacemos por amor, él hace que nuestro poco trascienda y resuene en la eternidad.

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One Comment en “Ella hizo lo que pudo”

  1. Angel Mendoza Rodriguez Says:

    A veces, el enemigo no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. Queremos amar y mostrar nuestro amor a Dios pero hay algo dentro de nosotros que lo dificulta si no es que, de plano, lo impide. En otros casos, las circunstancias que vivimos: personas, situaciones, etc., ponen en entredicho nuestra disposición y nuestra capacidad para mostrar nuestro amor al Señor. Esto es muy cierto por lo regular nos encontramos con personas, que aun no entienden la palabra de Jesús nuestro Dios, y algunos se rien y otros se partan, consideran que hablar de Dios, el amor a Dios no lo entienden. porque su educación es muy reducida, o su familia no les ha brindado esa comunicación de quien es Dios y porque debemos estar con Dios. Gracias mi estimado Adoniram un abrazo. .


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