Caminar Caminos Santos, Caminos de Vida
Jeremías 6.16
Nos hemos preguntado cómo enfrentar las desviaciones resultantes de las pérdidas, los conflictos y el desapego afectivo de algunos de los miembros de la familia. En otras palabras, cuando el sistema familiar se vuelve disfuncional, ¿qué podemos hacer para recuperar el equilibrio? Es más, ¿hay algún recurso que prevenga a la familia de aquellas crisis que se pueden evitar? Para tales preguntas hay una misma respuesta: el ejercicio de la santidad previene a las familias de caer en crisis innecesarias al mismo tiempo que se convierte en el recurso por excelencia para superar las dificultades que la disfuncionalidad familiar genera.
Desafortunadamente, cuando las familias no conocen o consideran la naturaleza e importancia de la santidad, desarrollan el conocido efecto dominó. A los fallos de alguno de sus integrantes responden fallando. Así, se da una constante sucesión de malas decisiones, conductas erróneas y actitudes negativas que, casi siempre, se justifican en función de la falta del otro. En una versión trágica de la Ley del Talión, gobiernan su conducta a partir del ojo por ojo y diente por diente. Olvidando que, como señalara Gandhi, si seguimos el principio del ojo por ojo, todo mundo terminará ciego. Aún hay quienes castigan al deudor lastimándose a sí mismos. Se arriesgan, se menosprecian, se envuelven en relaciones nocivas que pueden terminar destruyéndolos.
Los cristianos somos diferentes, somos iglesia. Somos llamados santos y somos llamados a vivir de acuerdo con tal condición. El adjetivo jagios, del que se deriva la palabra santo, se refiere a aquel que resulta agradable a Dios y que se esfuerza, por amor a él, por agradarlo en todo lo que es y hace. Esto nos permite entender que quien se reconoce a sí mismo como santo, reconoce también que es llamado a conducirse, y a responder a tales conductas, animado por su amor a Dios. Porque ama a Dios es fiel, responsable, respetuoso y amoroso con los suyos. Por la misma razón, ante la la infidelidad, la insensibilidad, las faltas y los errores de los otros, actúa de manera diferente a la de ellos. No lo hace a partir de un principio de reciprocidad exacta –el ojo por ojo-, sino piadosamente, a la manera de Cristo.
Nuestro pasaje resulta enriquecedor pues, como resulta a simple vista, contiene una serie de principios prácticos que podemos aplicar en nuestro aquí y ahora. Para empezar, el profeta nos anima a que nos detengamos. Uno de los significados de esta palabra es aquietar. Es decir, mantener quietas las alteraciones del ánimo, las emociones.
Los conflictos familiares producen emociones y las emociones nos mueven, nos empujan a tomar decisiones que pueden ser desequilibradas. Hay terrenos, caminos vitales, que exigen un especial cuidado para no caer. De ahí la sabiduría del proverbista que nos previene: fíjate bien en dónde pones los pies, y siempre pisarás terreno firme. Proverbios 4.26 Quien camina alterado los caminos de la vida, siempre corre el riesgo de caer en ellos. Porque como dice la canción: los caminos de la vida son muy difíciles de andarlos, difíciles de caminarlos.
De ahí la importancia del segundo principio contenido en nuestro pasaje. El Señor, por medio del Profeta, nos anima a que miremos y preguntemos por los viejos caminos. Esta expresión merece un par de consideraciones. En primer lugar, Dios nos anima a considerar, a prestar atención, a aquello que hemos dejado de mirar, a lo que está fuera de nuestra mente. Lo que ya no miramos. En no pocas ocasiones dejamos de hacer las cosas a la manera de Cristo porque no estamos conscientes de lo que está pasando, lo que otros y nosotros mismos estamos haciendo y/o dejando de hacer. Movidos por nuestras emociones dejamos de tener una perspectiva adecuada de las causas y consecuencias de las crisis que vivimos.
Esta semana hablaba con una persona respecto de su condición física, emocional y espiritual. Yo le proponía la conveniencia de que examinara y replanteara el cómo de su relación con su esposo, con sus hijos y con su amante. La verdad es que no me escuchaba, ocupada en decirme que cada día dedica más tiempo a la oración, a oír programas de radio cristianos y a asistir a diversas actividades de su iglesia. Yo le insistía que en tanto no se detuviera y dejara de hacer la vida como la está haciendo ni las oraciones, ni el escuchar la radio cristiana en la madrugada, ni el asistir a la iglesia, servirían de algo. Comparaba su comportamiento con el diabético que toma su medicina religiosamente… al mismo tiempo que sigue con los hábitos alimenticios que provocan su enfermedad. Me di cuenta que esta persona simplemente no puede superar su situación puesto que no tiene una perspectiva adecuada de las causas y consecuencias de su crisis. Ha dejado de ver lo que la ha traído a su aquí y ahora y la mantiene atada a ello.
Además de la exhortación a hacer un alto y estar dispuesto a ver aquello que, no porque lo hemos dejar de ver no existe ni es importante, está presente la exhortación a volvernos a lo básico, a lo fundamental. Es decir, a aquello que Dios ha establecido como lo bueno y que quienes lo practican lo han comprobado como bueno. El buen camino es el camino que ha sido pisado. Es decir, aquel que es firme y que conduce a un destino seguro a quienes lo siguen.
Desde luego, este es un camino de santidad, un camino recto, un camino a la manera de Cristo. El Salmista le pide a Dios que “sondee sus pensamientos” y se fije “si va por mal camino”. Y, es que el Salmista sabe que hay caminos que al hombre le parecen derechos; pero su fin es camino de muerte. Proverbios 14.12 En la vida familiar, al escoger el camino –la manera de ser familia-, escogemos también nuestro destino. Esto es de especial importancia cuando se trata de reaccionar, de responder a las personas y situaciones equivocadas. Reacción es, según la RAE, la acción que resiste o se opone a otra acción, obrando en sentido contrario a ella. Responder a la manera de Cristo es obrar en sentido contrario a quien lo hace mal.
Hay quienes, ante la falta de respeto del otro, responden no respetándose a sí mismos. Otros, ante la falta de integridad del otro, renuncian a su propia dignidad. Y otros más que ante la esclavitud del otro ante sus propias emociones, se hacen igualmente esclavos de las propias.
Como aquella muchacha que compadecida de la falta de carácter de un amigo suyo estuvo dispuesta a convertirse en su novia. La verdad es que no sabía bien a bien si eran novios porque él nunca se lo pidió. Pero dado el trato que recibía y la intimidad física con que la trataba ella pensaba que eran novios. No le agradaba como la trataba: el que la plantara frecuentemente o no la llamara por varios días. Al final, terminó embarazada y separada de él porque, según le dijo este: no entendía cómo había podido hacerle tal cosa. Cómo había decidido embarazarse con la única intención de atraparlo.
Esta muchacha, como muchos otros que responden al mal haciendo lo malo, ignoró lo que Dios ha establecido como bueno: lo que es adecuado y oportuno. En la búsqueda de lo secundario muchas veces dejamos de lado lo importante. A esto se refiere Cristo cuando nos exhorta a buscar el reino de Dios y su justicia… primeramente. Mateo 6.33 Entendemos mejor esta idea si la leemos en DHH: Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. Resulta frecuente que cuando las cosas no salen bien en la familia respondamos poniendo nuestra atención en lo malo, en los errores cometidos y en las heridas que hemos recibido. Pero, la Palabra nos invita a que en toda circunstancia pongamos nuestra atención en el hecho de que Dios reina y que, por lo tanto, podemos esforzarnos en hacer lo que Dios ha establecido como bueno, como lo justo.
Lo que nuestro pasaje nos enseña es que no basta con saber lo que Dios ha establecido como bueno, sino que es necesario que caminemos el camino bueno. Cuando reclamamos al otro lo que ha hecho mal estamos dando testimonio que nosotros conocemos el bien. Pero, esto no es suficiente. Se requiere que cuando el otro camina caminos de muerte, nosotros nos mantengamos caminando el camino de la vida que es nuestro Señor Jesucristo. Que cuando otros pisan pecado, nosotros caminemos pureza. Que cuando otros siembran muerte, nosotros demos testimonio de vida. Que cuando otros suelten el arado y vuelven atrás, nosotros nos mantengamos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. Hebreos 10.23
Las caminos de la vida en familia son difíciles, hasta cansados y desgastantes. Pero, son caminos que podemos caminar con firmeza y de manera correcta. Las dificultades encontradas nunca tendrá el poder de impedir llegar a nuestro destino. Podemos alcanzar nuestros propósitos… siempre y cuando los caminemos en el temor del Señor. Dios, lo sabemos, honra a quienes lo honran. Sobre todo, a quienes en la adversidad se esfuerzan por ser fieles. Así que, en esa situación difícil, dolorosa que estemos enfrentando, honremos a Dios y vivamos de tal manera que nuestra nuestro quehacer se convierta en semilla de vida y no de muerte. Caminemos caminos santos, estos son caminos de vida.
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31 marzo, 2014 a 11:19
Como siempre pastor muy puntual la palabra y en el tiempo preciso, gracias que Dios le siga mirando con agrado. Un abrazo.
11 abril, 2014 a 21:26
Ofelia. La Palabra siempre está ahí. Sólo llega el momento en que la escuchamos. Bendiciones.