Yo y mi casa serviremos a Jehová

Josué 24:14

Iniciamos nuestro ciclo de meditaciones con el tema familia2.0. Esta expresión es en sí misma una propuesta: que las familias disfuncionales pueden tener una segunda oportunidad; que es posible sanar a la familia cuando esta hace suyos los principios bíblicos de manera adecuada y oportuna. Hoy nos ocupamos del primero de estos: la toma de decisiones adecuadas y oportunas.

Una de las razones más importantes por las que las familias entran en un estado de disfuncionalidad tiene que ver con la ausencia de decisiones adecuadas y oportunas, respecto de su aquí y ahora. Característica de las familias disfuncionales es la repetición de actitudes, conductas y patrones relacionales inapropiados. El machismo o las relaciones codependientes entre padres e hijos, son ejemplo de ello. Como así aprendieron a relacionarse, tales modelos se asumen normativos. Es decir, los propios y los únicos válidos. Así, abundan en ellos sin tomar en cuenta el que no sean apropiados y que sólo estén generando mayores desgracias para la familia toda. Tales familias van de crisis en crisis hasta su destrucción total.

Las crisis son espacios de oportunidad para evaluar y re-direccionar nuestra vida. Son coyunturas, tiempos oportunos, para la toma de decisiones adecuadas y oportunas a nuestro aquí y ahora. En nuestro pasaje nos encontramos al pueblo de Israel en una situación de crisis. Josué, su guía durante la conquista de la tierra prometida, está a punto de morir. Las cosas ya no serán como antes, sin su guía tendrán que aprender a vivir una nueva realidad en la tierra que Dios les ha dado. En tal coyuntura Josué les anima a tomar una decisión relevante pues de la misma depende como enfrentarán lo que tienen por delante.

Lo que Josué les advierte es que lo que tienen por delante no podrán enfrentarlo si siguen viviendo como lo han hecho hasta ese momento. Es decir, les advierte sobre los riesgos y peligros de seguir con la rutina aprendida y tantas veces repetida. Israel, como las familias, ha desarrollado costumbres arraigadas, hábitos que resultan del hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas. Muchas familias asumen como normales los abusos, las rivalidades y contiendas, la insatisfacción y alejamiento mutuo. Lo hacen sólo porque es lo que viven cotidianamente, sin considerar que la repetición de tales patrones no los legitima ni, mucho menos, contribuye a la salud de la familia como un todo y de sus integrantes en particular.

Josué anima al pueblo a suspender la inercia en que han caído y a tomar una decisión radical por ser propia de las circunstancias vigentes, y oportuna por cuanto se hace a tiempo y a propósito y cuando conviene. La decisión radical consiste en que elijan servir a Jehová. Es decir, que renuncien a hacer la vida de acuerdo con lo que consideran normal y se decidan a obedecer aquello que Dios ha establecido como bueno, como lo adecuado y oportuno.

En su exhortación, Josué, hace referencia a las dos tendencias más comunes en las que incurrimos cuando estamos en crisis. Josué reta al pueblo proponiendo que decidan si van a servir a los dioses a los cuales sirvieron sus padres, o si servirán a los dioses de los habitantes de la tierra que ha conquistado. Hay mucho sarcasmo en las palabras de Josué. Veamos qué es lo que Josué denuncia con sus palabras.

Servir a los dioses a los que sus padres les enseñaron a servir sólo les produjo esclavitud, dolor y castigo. Sin importar la sinceridad, el esfuerzo y la dedicación con que sirvieron a tales dioses, el resultado fue, siempre, maldición, derrota y dolor. Lo mismo pasa con las familias que siguen la religión de sus padres, es decir, las formas disfuncionales aprendidas en sus respectivas familias. No importa con cuánta sinceridad y convicción, ni el esfuerzo con que lo hagan. Mientras más abunden en ello, mayor desgracia acarrean para sí y para los suyos.

Por el otro lado, les ofrece la oportunidad de que imiten a los amorreos, ¡a aquellos a quienes ellos mismos han conquistado y derrotado! Sí, Josué les anima a que consideren servir a dioses que no tuvieron el poder para detener a Israel en la conquista de sus adoradores. No pocas familias cristianas, cuando están en crisis, tienden a seguir los patrones culturales dominantes: infidelidad, violencia, separación, etc. Lo hacen a costa de lo que ya son y tienen. Por lo tanto, terminan derrotándose a sí mismas.

Josué insiste en que cada quién debe tomar su propia decisión. La expresión: pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Es, también, sumamente reveladora. Al usar la conjunción pero, Josué asume que quien decide algo se contrapone tanto a lo que se ha establecido como propio, normal; como a otras personas y familias. Las decisiones radicales nos distinguen y pueden separarnos de otros. Las decisiones cortan patrones de conducta y sistemas relacionales. No se puede tomar una decisión y seguir actuando y relacionándose de la manera en que se hizo antes.

Además, Josué revela que cada quién responde por sus propias decisiones. No importa la decisión que ustedes tomen, les dice Josué, yo y mi casa serviremos al Señor. Todo proceso disfuncional se detiene cuando alguno de quienes participan del mismo decide actuar de una manera distinta. Cuando alguno hace suya la responsabilidad de cortar aquello que está dañando a la familia. Cuando deja de ser como era, de hacer lo que hacía y de relacionarse de la forma acostumbrada. Su decisión se convierte en el aporte que ayuda a que el resto de la familia actué en consecuencia y también sirva al Señor.

Servir a Jehová significa hacer propio lo que él ha establecido como lo adecuado y oportuno para la relación familiar. De acuerdo con Pablo, esto empieza en el sometimiento mutuo. Es decir, en el privilegiar el bienestar de los otros miembros de la familia por sobre el interés propio. En la mayoría de los casos, la disfuncionalidad familiar resulta de la disposición de sus miembros a no dejarse, a no ser menos que los otros, etc. Una decisión radical empieza por tratar a los otros como queremos ser tratados por ellos.

Del cómo y de lo que implica tal decisión nos ocuparemos los próximos domingos. Sin embargo, conviene terminar esta reflexión animándonos mutuamente a tomar las decisiones que nuestras circunstancias exigen como las adecuadas y oportunas. Seguir bajo el poder de la inercia, de la rutina que nos ha traído hasta aquí, sólo producirá mayor dolor y sufrimiento para nuestra familia. A Dios gracias, nosotros tenemos la oportunidad de cortar tal modelo familiar y construir uno nuevo. Para ello contamos con el poder de Dios y con la dirección siempre sabia de su Espíritu Santo. Podemos, entonces, decidirnos a servir a Jehová y así podemos construir una relación familiar nueva, sana y placentera. Una relación que haga de nuestras familias espacios de paz, propiciadores del bienestar de sus miembros

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