Pasaban por Muchas Miserias
Jueces 6
Gedeón es un héroe de la fe. Es recordado porque se atrevió a poner a prueba a Dios. Muchas veces somos llamados a imitarlo y nos emocionamos pensando que podemos hacerlo. Sin embargo, en mi opinión, Gedeón es un hombre de fe, sí, pero un hombre sin visión. Un hombre que exige que Dios se comprometa, pero quien no está dispuesto a que el hacer de Dios transforme radicalmente su vida. Así, Gedeón es un ejemplo de cómo la fe sin visión y sin obediencia radical, sólo produce hechos anecdóticos, cambios temporales; pero no establece de manera permanente el Reino de Dios entre los hombres.
Hay una frase clave ubicar contextualmente la experiencia de Gedeón: “los israelitas pasaban por muchas miserias” (ver. 6). En la etapa de los Jueces, la historia de Israel se caracteriza por el ciclo desobediencia – fidelidad – desobediencia. A la muerte de Josué, siguen una serie de alianzas entre Israel y los cananeos. Estas alianzas se traducen en desobediencia y provocan el cansancio del Señor, quien castiga a su pueblo… hasta que este se vuelve a él en busca de ayuda. Tal la situación cuando Gedeón aparece en escena. “Los israelitas pasaban por muchas miserias, y finalmente le pidieron ayuda al Señor.” Dios responde enviando a un profeta anónimo, con un mensaje de reclamo: “ustedes no me hicieron caso”. Pero tal mensaje ni es suficiente, ni agota el quehacer del Señor.
El mismo Señor se aparece a Gedeón. Estamos ante una teofanía. Gedeón está frente al Señor, escucha su saludo, y responde con un cuestionamiento irónico: “Perdón… pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Donde están todos los milagros de que nos hablan nuestros antepasados, cuando dicen que el Señor nos sacó de Egipto? El Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado al poder de los madianitas.”
¿Qué lleva a Gedeón a tal atrevimiento? ¿Qué le lleva a contradecir al mismo Dios y a ignorar el quehacer cotidiano del Señor en su propia vida? Indudablemente hay resentimiento y amargura porque las cosas no son como debieran ser. Gedeón tiene que esconderse para limpiar su trigo, que no es mucho porque cabe en una tinaja grande. Así que a la opresión de los madianitas, suma la pobreza y el temor. Es pobre en la tierra de abundancia, y se esconde en su propia casa. En verdad, algo andaba mal.
“El Señor nos ha abandonado”, acusa Gedeón. Pero, veamos:
- “Echa abajo el altar de Baal que tiene tu padre, y echa abajo el árbol sagrado…”
- “Gedeón hizo todo lo que el Señor le había mandado, solo que no lo hizo de día… por miedo a la familia de su padre y a los hombres de la ciudad.
Nos encontramos con que Gedeón se duele de una situación de la que él mismo es corresponsable con su pueblo y con su familia. Sí, Dios se ha separado de ellos, es cierto. Pero tal alejamiento divino es consecuencia del pueblo israelita dictado por la desobediencia que han elegido. Sin embargo, la amargura propiciada por tal desobediencia, no es suficiente para provocar el arrepentimiento. Por el contrario, lleva a Gedeón y a los suyos a establecer alianzas para su seguridad; alianzas que, sin embargo, les alejan cada vez más de Dios y los condenan a una esclavitud creciente.
Gedeón y su padre seguían creyendo en Jehová, pero levantaban altares a Baal. Reconocían a Dios como Señor, pero tenían miedo de sus propios compatriotas. En la crisis estaban dispuestos a establecer alianzas, y a pagar precios, que les proporcionaran seudo-beneficios: conservar un poco de trigo, gracias a la vista gorda de los madianitas.
Gedeón y los suyos entregaron su fe y su fuerza a Dios, pero no se entregaron a sí mismos. Como Señor de Israel, sólo reconocían la obligación de Dios de ver por ellos, pero no estaban dispuestos a entregar sus vidas en servicio incondicional a su Señor y Rey. Por eso es que cuando Gedeón muere: “los israelitas volvieron a abandonar a Dios para adorar a las diferentes representaciones de Baal, y escogieron como su dios a Baal-berit”. (Señor del pacto)
Como muchos de nosotros. Vivimos cíclicamente etapas de desobediencia – fidelidad – desobediencia. La aflicción nos acerca, la presión [los jueces] nos mantiene. Pero cuando ambas quedan atrás, volvemos al rescate de nosotros mismos. Y es este final cíclico, el que define y explica el que siempre estemos empezando. Y que siempre estemos preguntándonos, ¿dónde está el Dios de nuestros antepasados?
Dios es fiel. Es galardonador de los que le buscan. San Pablo asegura:
11Esto es muy cierto:
Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si sufrimos con valor, tendremos parte en su reino; si le negamos, también él nos negará; si no somos fieles, él sigue siendo fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Esta mañana la misericordia de Dios se ha renovado tanto en tu vida como en la mía. No podemos ignorarlo. No podemos abundar en nuestra amargura y pretender que él es el responsable de la misma. Porque él ha permanecido fiel. Lo que necesitamos tú y yo es un fiel arrepentimiento, seguido de la confesión de nuestro pecado de auto-conmiseración, de permisividad y de alianza con el mal. En nuestro volvernos a Dios definida y permanentemente, las victorias hasta aquí alcanzadas dejarán de ser anécdotas, y se convertirán en el anuncio de nuestra victoria final. De nuestro llegar a la plenitud de Cristo.
Explore posts in the same categories: Amor de DiosEtiquetas: Congruencia, Fidelidad, Obediencia
You can comment below, or link to this permanent URL from your own site.
Deja una respuesta