Cristianos aburridos, cristianos sin propósito

Marcos 3,13-15; 16.15-18 NBV

La vida cristiana puede llegar a ser muy aburrida. Tanto, que puede terminar alejando a los creyentes de la iglesia y, consecuentemente, de Dios mismo. Paradójicamente, no son las pruebas o dificultades resultantes del vivir a la manera de Cristo lo que cansa a los creyentes. Por el contrario, lo que los aburre y termina por alejarlos del camino de la fe es la vida cristiana, sin propósito, sin sentido, sin motivación. Son más los cristianos que se enfrían espiritualmente por aburrimiento que los que se alejan de la fe por las pruebas que sufren por seguir fielmente a Cristo.

Aquí propongo a ustedes, como el título de nuestra meditación indica, que los cristianos aburridos son los cristianos sin propósito. Cristianos que no tienen ni un objetivo de fe definido ni la determinación de cumplir con el llamamiento que han recibido. Cristianos que no tienen un sentido de misión.

No resulta difícil el que eso que llamamos vida cristiana se reduzca a la repetición de prácticas y conductas repetitivas. Si a ello le agregamos las muchas prohibiciones que frecuentemente nos imponen e imponemos, la vida cristiana se convierte en una carga, en un sinsentido que difícilmente vale la pena vivir. A veces pareciera que para el creyente no hay nada más emocionante que ir al culto, orar, leer la Biblia y portarse bien. Porque, para muchos a ello se reduce la vida cristiana.

Hemos leído dos pasajes bíblicos que requieren de nuestra atención atenta. 😉 En el primero se hace evidente que Jesús llamó a sus discípulos para dos cosas principales: para que estuvieran con él siempre y salieran a predicar. Marcos indica además, que Jesús dio a los suyos autoridad -poder y derecho- para echar fuera demonios.

En el segundo de nuestros pasajes, Jesús envía a sus discípulos a todo el mundo para que anuncien las buenas nuevas a toda criatura. Deben bautizarlos para que sean salvos. Nuestro Señor hace una promesa extraordinaria cuando dice: Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en sus manos serpientes, cuando beban algo venenoso, no les hará daño, pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán.

Como puedes notar, la vida a la que Jesús llama a sus discípulos, nosotros, no tiene nada de aburrida. Mateo 10.16ss NTV recoge la advertencia que Jesús hace respecto del ambiente en que sus discípulos habrán de vivir su experiencia como tales. Te recomiendo que leas el pasaje. Aquí sólo rescato algunas de las advertencias de Jesús: los envío como ovejas en medio de lobosserán sometidos a juicio delante de gobernantes y reyes por ser mis seguidores, los entregarán a los tribunales y los azotarán con látigosTodas las naciones los odiarán a ustedes por ser mis seguidores, pero todo el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.

Cualquiera pensaría que estas advertencias, que ese estilo de vida sólo era propio para los primeros cristianos. Pero ¿sabías que en nuestros días, cristianos son asesinados por causa de su fe, otros son encarcelados, otros más expulsados de sus comunidades y desconocidos por sus familiares, que innumerables templos han sido destruidos en las últimas semanas? Durante el año 2022, 5,898 cristianos fueron asesinados, 5,110 templos fueron destruidos, 6,175 cristianos fueron apresados y se considera que 360 millones de cristianos sufren de persecución severa. www.puertasabiertas.org/lmp.

En cierta manera podemos asegurar que cada día se sigue escribiendo el capítulo once de Hebreos. Hay quienes, por su fe, están, literalmente, entregando sus vidas al servicio de Dios, siendo fieles al llamamiento recibido. Cultivan su comunión íntima con Dios, permanecen unidos a él y van por la vida predicando las buenas nuevas de Jesucristo para que las personas sean salvas.

¿Qué explica que en nuestros días convivan cristianos fieles con cristianos aburridos? ¿Qué hace la diferencia entre una vida cristiana plena y la clase de vida cristiana que se convierte en una carga? Les propongo que la diferencia es el sentido de misión en unos y la ausencia del mismo en los otros, lo que hace la diferencia en el cómo de la vida cristiana.

De acuerdo con el diccionario, misión es el trabajo, función o encargo que una persona debe cumplir. El creyente ha sido llamado para gozar de la comunión íntima con Jesús ¿recuerdas Marcos 3?, pero también ha sido enviado a predicar. La salvación recibida conlleva una tarea prioritaria a realizar. Esta tarea tiene como propósito la transformación de las personas. El creyente se convierte en un instrumento que estimula a las personas para que sean regeneradas por Jesucristo.

Esta es una tarea trascendente dado que se ocupa tanto del aquí y ahora de la persona como de su vida eterna. Para Dios no hay cuestión más importante que el que las personas sean salvas, es decir, que, por Jesucristo, vivan en comunión con él. Todo el quehacer divino está orientado a que las personas sean salvas. Jesucristo es el mejor argumento probatorio de ello. Ahora, si el quehacer de Dios se explica en función de tal interés ¿no nos toca a nosotros hacer del mismo el eje regulador del todo de nuestra vida?

Coincidentemente, al estar preparando las notas de esta reflexión me encontré con el testimonio del pastor Cedric Kanana, quien concluye su intervención así: El Señor me ha librado de varios atentados contra mi vida, y los ataques que he recibido han dejado mi cuerpo marcado. Pero conozco el significado de mi sufrimiento, y sé que llevo la bendición del nombre de Jesús. Kanana, como muchos otros lo hemos hecho, ha decidido hacer la vida en función del llamamiento recibido.

Cuando la vida del creyente se realiza sin el sentido de misión animado por Jesús, y su obra redentora, en él, cualquier circunstancia de vida, sea positiva o negativa, lo llevará por caminos diferentes al que su Señor camina. Irremediablemente caerá en una condición de conflicto dado que el sentido de su vida no es el que corresponde a su identidad en Cristo. Experimentará algo parecido a un trastorno de desdoblamiento de personalidad, que no es otra cosa sino la perturbación de la conciencia de la unidad del yo en el que se experimentan simultáneamente dos personalidades, una la propia y otra la extraña.

Es decir, vivirá el conflicto interno de saber que no está viviendo de acuerdo, en sintonía, con el llamado que ha recibido en Cristo. Tan real y doloroso resulta el vivir así que Pablo nos anima, nos ruega que vivamos como deben vivir quienes, como nosotros, hemos sido llamados a formar parte del pueblo de Dios. Efesios 4.1 TLAI No vivir en función del llamamiento recibido afecta el todo de la vida. Porque, lo hagamos nuestro o no, nos guste o no nos guste, vivamos cumpliendo con el mismo o no lo hagamos, el llamamiento recibido permanece.

Una característica de los cristianos aburridos es que viven en conflicto, siempre insatisfechos, siempre buscando algo más de lo que tienen porque, por mucho que esto sea, no le da sentido a sus vidas. Tanta insatisfacción los lleva a convertirse en el centro, en la razón de sus vidas. Todo gira alrededor suyo y nada es suficiente porque su vacío es tan grande que nada lo llena. Descubren que las bendiciones recibidas, las personas que los aman, los logros profesionales y materiales, la fama, los viajes, etc., no los llenan porque no le dan sentido a sus vidas.

Encuentran que hay bendiciones que se convierten en maldición. No porque sean malas en sí mismas, sino porque no satisfacen y sólo animan el deseo de algo más. Un cuerpo más joven, una mujer o un esposo más atractivos, una segunda o tercera o cuarta carrera, un reloj más fino, una casa más grande u otra casa más. Etcétera.

Y no, no se trata de no alcanzar tales o cuales logros en la vida. Tampoco se trata de no tener sueños, aún ambiciones, deseos o proyectos personales. De lo que se trata es de que el proyecto de Dios para nosotros, que estemos en comunión con él en Cristo y que seamos instrumentos para la reconciliación de los hombres con el Señor, esté por encima y antes que cualquier otro proyecto que tengamos.

También se trata de tener presente, siempre, que lo que hagamos en esta vida, por más importante, emocionante y hermoso que sea; por más que exija de nuestro esfuerzo y trabajo, si no es acorde con el propósito de Dios para nosotros, tiene fecha de caducidad.

Quien está en Cristo y, por lo tanto, ha recibido su llamado, entiende y acepta que todo en su vida es un medio, una etapa, un punto que habrá de unirse a muchos otros puntos, que contribuyan el cumplimiento del propósito de Dios en Jesucristo: que todo aquel que en él crea, sea salvo. Juan 3.16 Que todo lo que somos y hacemos contribuya para que las personas se vuelvan a Dios.

A veces no podemos entender cómo lo que estamos haciendo o lo que hicimos puede contribuir al cumplimiento de nuestro propósito. Pero, lo comprenderemos, tal como lo hizo el Dr. Paul Brand, quien, de joven, dedicó cinco años de su vida a aprender carpintería, arquitectura, techado, albañilería, plomería, electricidad y mampostería de piedra. Y muchos años después, en su trabajo misionero con leprosos en la India, comparte: De repente me sentí transportado al banco de trabajo en donde fui aprendiz con mi supervisor guiándome. Tuve un sentido agudo y luminoso de la mano de Dios conduciéndome hacia adelante, por caminos que en un tiempo pensé que eran callejones sin salida.

Creo que una de las cosas que contribuyen a que muchos cristianos no sean fieles a su llamado a estar en sintonía con Dios y, al mismo tiempo, anunciar el mensaje de salvación en Jesucristo, es un malentendido respecto del ministerio, del servicio cristiano. Por muchas razones han aprendido que el anuncio del evangelio, que el predicar, sólo puede hacerse desde el púlpito. Pero, desconocen que el término usado por Jesús es heraldo, es decir, mensajero. Además, se trata de anunciar algo que ha sido hecho.

Yo no creo que la única manera de responder al llamado de Cristo sea dejando todo y dedicándose exclusivamente al ministerio pastoral. A no pocos les he dicho que si piensan que Dios los llama a dejar todo y dedicarse al pastorado, le pidan que se los diga por escrito y por quintuplicado. Creo que todo lo que hacemos puede ser respuesta al llamado recibido cuando lo hacemos en la voluntad del Señor, para honra y gloria suya y como anuncio intencional y sistemático para que otros vengan al Dios de Jesucristo.

Ayer platicaba con un muchachito que mañana entrará al bachillerato. Lo animaba a que le echara ganas, a que aproveche la oportunidad de prepararse mejor. Su respuesta lacónica fue: pues sí, ya qué. Mi convicción es que cuando hacemos lo que hacemos en la vida sin consagrarlo al propósito divino, nos lleva a que la vida se convierta en un perpetuo ya qué. Aún las cuestiones espirituales, hay que orar, ya qué. Hay que servir al necesitado, ya qué, hay que ir al Culto, ya qué. Hay que diezmar y ofrendar, ya qué. De ahí al aburrimiento no hay que dar muchos pasos, no hay mucho trecho.

Estoy convencido que responder al llamado de Dios y hacer nuestro su propósito para nuestra vida es fuente de bendición. Si bien es un camino difícil, muchas veces doloroso, es un camino feliz, satisfactorio. No hay nada más gratificante que saberse parte del proceso de transformación, regeneración y crecimiento de quienes no conocen a Dios. Esta es una tarea trascendente, que no tiene fecha de caducidad.

No sé si te vino el saco al escuchar esta meditación. Si te he molestado, perdóname. Pero, en el remoto caso de que seas uno de esos cristianos aburridos que hacen la vida al ritmo del ya que, te invito, primero, a que te preguntes si estás respondiendo positivamente al doble llamado de Dios en Jesucristo, si estás viviendo en comunión con él y si estás anunciando las buenas nuevas de salvación a quienes están a tu alrededor.

Y te invito también a que corras el riesgo de permitir que Dios, tu Señor, ponga de cabeza tu vida llevándote con él a caminar los caminos que él está caminando.

A esto los animo, a esto los convoco.

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2 comentarios en “Cristianos aburridos, cristianos sin propósito”

  1. Avatar de Vanessa Vanessa Says:

    Me está pasando esto. Pero le añado que es porque ya no creo en la existencia de Jesucristo y porque quedé sola en el llamado: mi esposo se fue de la Iglesia y no trabaja (tenemos llamado pastoral). Le creo más al Judaísmo que al Cristianismo. Aunque a veces incluso dudo de la veracidad misma de la Biblia y de que haya realmente el Dios de todo quien en su momento puso mi vida de cabezas o a quien me dispuse y colaboré para que así fuera. También siento que era muy ingenua en esa época.


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