Acuérdense de mí

1 Corintios 11.23ss TLAI

1544831642938El pasaje paulino que nos sirve de referencia, en su sección dedicada a la Cena del Señor, contiene tres apartados: el diagnóstico que hace Pablo de la condición espiritual de la iglesia en Corinto; la enseñanza que comparte respecto del origen, sentido y propósito de la Cena del Señor; y una exhortación-advertencia, a los corintios, sobre la necesidad de cambiar su manera de relacionarse como miembros del cuerpo de Cristo. Aquí nos ocupamos del segundo.

El Apóstol establece que fue, precisamente, nuestro Señor Jesucristo quien hizo la convocatoria a un modelo relacional entre los cristianos que, por su calidad, sea esencialmente distinto a los modelos familiares y sociales. Destaca que la comunidad cristiana es fruto del sacrificio de Cristo y a la luz de su indudable regreso a la tierra. Además, destaca que los elementos de los que participan los creyentes al acudir juntos a la mesa del Señor: el pan y el vino, contienen un significado que debe ser atendido, dado que en el mismo se encuentra la clave de la convivencia cristiana.

El pan, dice Pablo, es el recordatorio constante del sacrificio de Cristo. “Cuando coman de este pan, acuérdense de mi” (v 24). Obviamente, nuestro Señor no pide un recordatorio nostálgico, ni, mucho menos, un mero recuerdo afectivo-emocional. Pide que se tome en cuenta que para que nosotros podamos ser un solo cuerpo, él tuvo que entregar su vida en el Calvario. Es decir, Jesús nos exhorta a valorar en su justa dimensión el precio pagado para que hoy podamos llamarnos hermanos. El vino, continúa la enseñanza dada a Pablo por el mismo Señor, “… es su sangre. Con ella, Dios hace un nuevo compromiso con ustedes”. Nuevamente, insiste: “cada vez que beban de esta copa, acuérdense de mi”. El amor de Dios en Cristo obliga, compromete, a quienes hacen suyo el sacrificio de la cruz, a un modelo de vida diferente. Pero, contra lo que se acostumbra a enfatizar, no solo se trata de un modelo moral, que tiene que ver con la persona como individuo; sino de un nuevo modelo ético, que tiene que ver con la persona como miembro de una comunidad, la Iglesia, y de su relación con los no cristianos.

La relación no descansa en la simpatía mutua de los creyentes. Tampoco en el interés particular que los creyentes puedan tener en la misma. Mucho menos, se trata de construir una comunidad de apoyo que, fundamentada en la amistad, convoque de manera voluntaria a quererse, tratarse bien y sentirse cómodos unos con los otros.

Hay que tener en cuenta que la relación entre los cristianos es otra cosa. Peculiar, diferente, a cualquier otro modelo de relación del que hayan participado los ahora creyentes. Es una relación de gracia, en cuanto que es Dios quien nos hace uno por el sacrificio de Cristo. Es una relación más valiosa que las relaciones familiares y amistosas, por lo tanto, es más importante que estas. Es una relación eterna. A diferencia de las relaciones familiares y amistosas que son finitas, la relación de los creyentes es eterna, trascendente a los intereses particulares y al aquí y ahora de la persona.

La Iglesia, e Iglesia son también los familiares a los que además de los vínculos consanguíneos les une el vínculo de la fe, provee y requiere de un modelo de relación particular. “No se relacionen, ni resuelvan sus conflictos como lo hacen los no cristianos”, es el llamado de Pablo. Si ustedes son diferentes, sus relaciones deben ser diferentes. Aquí no aplica el principio del derecho como eje rector de las relaciones; ni el principio de la reciprocidad, ni el principio del ojo por ojo; ni el principio de yo hago lo que me toca… si los demás hacen lo suyo. Aquí se trata de relacionarnos de tal manera, desde un principio sacrificial, que se toma en cuenta el sacrificio de Cristo y valora como cuestión extraordinaria el mantenimiento de la comunión entre los cristianos.

Tratar a los que son Iglesia como lo otro, como ajenos o diferentes a nosotros, tiene serias consecuencias. Dice Pablo que Dios va a castigar al que coma del pan y beba de la copa sin darse cuenta de que se trata del cuerpo de Cristo. [Burlas, desinterés, contiendas, murmuraciones, chismes, etc.] Por eso, algunos de ustedes están débiles o enfermos, y otros ya han muerto. Los organismos débiles no producen fruto óptimo, a veces ya ni siquiera lo producen. Y esto es válido tanto para las congregaciones, como para las familias. La extrema debilidad, la enfermedad, tienen como consecuencia natural la muerte. La expresión paulina otros ya han muerto, debe ser entendida tanto en la dimensión de la muerte espiritual, como en la dimensión de la muerte física. Hay quienes se mueren espiritualmente: dejan de amar, dejan de participar, dejan de pertenecer, dejan de servir. Y esta muerte espiritual se traduce en conflictos, pérdidas que afectan al todo de la comunidad eclesial y/o familiar.

Somos la Iglesia de Jesucristo. Nuestro propósito, nuestra razón de ser, es Cristo. Así, la calidad de nuestras relaciones debe ser nuestra prioridad. Por ello, debemos comprometernos con el Señor y unos con los otros para relacionarnos de tal manera que podamos trabajar en armonía, para que la Iglesia vaya creciendo y cobrando más fuerza por el amor. Efesios 4.16

 

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