Dicen que estás deprimido

En obediencia y esperanza

Mateo 6.24-34

Dada la pertinencia del tema en nuestros días y en nuestro entorno, hoy hacemos un paréntesis en la consideración de nuestra realidad como iglesia para ocuparnos de la depresión. Se estima que en la actualidad más de tres millones de mexicanos padecen de depresión. Las consecuencias de esto son graves: además de las repercusiones económicas y laborales provocadas por el ausentismo de los deprimidos, la depresión es uno de los principales factores que propician el suicidio. México ocupa el noveno lugar en el mundo en materia de suicidios.  Entre los muy complejos motivadores de la depresión o el stress uno de los más importantes tienen que ver con la situación económica de quien la padece. Es muy difícil no preocuparse de si tenemos comida o de si tenemos ropa.

El dinero, tanto cuando abunda como cuando hace falta, tiene la capacidad de apoderarse de las personas. Es decir, el dinero tiene la cualidad de dominar y/o apropiarse de las personas. En nuestros términos, el dinero se vuelve en señor de los seres humanos.

Nuestra lectura inicia con una advertencia, no puedes servir a dos amos; no puedes servir a Dios y al dinero. O amas a uno y odias al otro, o viceversa. A la advertencia sigue un consejo de Jesús: No te preocupes por la comida, la bebida, el dinero y la ropa, porque tienes vida y eso es más importante que comer y vestir.

No pocas veces se ha usado esta recomendación de Jesús para acusar al cristianismo de promover una actitud de conformismo; la que, se acusa, hace de los cristianos tipos apocados y sin visión. En apariencia así resulta. Pero sólo en apariencia. Veamos por qué:

En primer lugar, el contexto da sentido a las recomendaciones de Jesús. Básicamente, lo que Jesús establece es la necesidad de que la persona se mantenga libre del poder del dinero. Teniendo presente que la vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido. En otras palabras, los seres humanos ya somos. No nos hace ser aquello tenemos, comemos o vestimos.

En segundo lugar, cuando despojamos al dinero de su poder sobre nosotros, es cuando podemos establecer una correcta relación con el verdadero Señor nuestro: Dios. Podemos amarlo. Pero también podemos reconocer dos atributos suyos: Dios se interesa en nosotros. Recuerda que tu Padre celestial sabe lo que necesitas. Es decir, Dios está al pendiente de nuestras necesidades reales. El segundo atributo, es el de la responsabilidad. Dios es responsable. Si Dios cuida tan admirablemente de las flores… ¿no cuidará mucho más de ti, hombre de poca fe? La actitud nuestra ante las posesiones; aún respecto de las cuestiones elementales de nuestra manutención, comida y vestido, pone en evidencia el carácter de Dios: su cuidado y su responsabilidad.

En tercer lugar, nuestra debilidad da lugar a la manifestación poderosa del cuidado y la provisión divinos. Ciertamente esta es una manera rara e incómoda de hacer las cosas. Es una de esas cuestiones que no entiendo y que, no pocas veces, me provocan conflicto. ¿Por qué tenemos que ser débiles para que se manifieste el poder de Dios? Mateo nos cuenta que cuando Jesús envió a sus discípulos a propagar la buena nueva del Reino, estableció el modelo que sigue siendo válido: No lleven dinero ni bolsa con comida. No lleven más túnicas ni más calzado que los que traen puestos, ni lleven bordón, porque las personas que ustedes ayuden deben alimentarlos y cuidarlos. Mateo 10.9 y 10

Como pastor sé lo que significa vivir así. Sin evidencias visibles de la seguridad económica. Caminando siempre en la fe. Recibiendo todo, pero casi siempre al último y justo lo necesario (sin cambio con qué quedarnos a diferencia de cuando nos mandaban a las tortillas.). Ahora veo que algunos de ustedes están siendo lanzados por el mismo camino. Están teniendo que dejar lo que tenían. ¿Regalando la ropa y vendiendo los zapatos? Buscando en la cartera y descubriendo que no hay dinero. Ni siquiera pudiendo llevar el bordón, ese instrumento de trabajo que, en un momento podría representar la posibilidad de ayudar al Señor, generando recursos por nuestros propios medios. Les veo confundidos y atribulados. También los veo ligeros y/o aligerados. Porque al final de cuentas este era el propósito de Jesús, que sus enviados no llevaran nada que les estorbara o pesara en el camino. Él se encargaría de suplir lo necesario: Cuando llegaran a cualquier ciudad o pueblo y al través de las personas que ustedes ayuden deben alimentarlos y cuidarlos. Porque el obrero es digno de su salario. Formas extrañas de hacer las cosas.

En cuarto lugar, esto nos plantea una cuestión de fondo: ¿Deben los cristianos trabajar? ¿Deben los cristianos ser productivos? ¿Pueden y deben los cristianos generar riqueza? La respuesta es: Sí, siempre y cuando sea con un espíritu (una mente), de empresario.

Quien sólo trabaja para satisfacer sus necesidades: (1) Está al nivel de los animales exclusivamente. Trabaja para comer y come para trabajar. Aún cuando haga acopio para su familia no va más allá de lo que hacen las bestias. (2) Por lo tanto, generalmente odia su trabajo. Reconoce que este lo domina y si bien satisface algunas de sus necesidades, no le causa satisfacción existencial. Muchos odian la oficina, odian la calle. Odian la gente, odian estar solos. Por eso muchos se estacionan en situaciones de mediocridad. Dan para más, pero se desgastan lamentando su pequeñez.

Quien trabaja con una mentalidad empresarial, de emprendedor, de productor de bienes. Estos sobrepasan a los meramente indispensables para satisfacer las necesidades del empresario y benefician a otros. Este es el principio bíblico de la generación de la riqueza: producir para estar en condiciones de beneficiar a otros. Si alguno roba, no lo haga más; al contrario, trabaje honradamente para que tenga con que ayudar a los que están en necesidad. Efesios 4.28

Pocas cosas ponen mayormente en evidencia nuestra fe que el dinero: su abundancia y su falta. Pocas veces la doctrina, los sacramentos o la escatología, afectan el cómo de nuestra relación con Dios. Sí lo hace, y fuertemente, lo que tenemos o aquello de lo que carecemos. Son estas cosas las que nos hacen entrar en crisis.

Conviene apuntar aquí que las propuestas antes presentadas son válidas también para otros de los factores que propician la depresión: relaciones personales y familias insatisfactorias, enfermedades, soledad, etc. Fidelidad, obediencia y confianza. En tales circunstancias son estos tres elementos los que nos permitirán permanecer y caminar hasta el extremo en el que Dios se manifieste poderosamente como Señor nuestro y de nuestros recursos. Mientras permanecemos y caminamos veamos y agradezcamos la provisión divina actual y presente. Que lo que no tenemos, no nos lleve a ignorar la abundancia de lo que estamos recibiendo.

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