Si Nuestra Esperanza en Cristo Sólo es Para esta Vida
1 Corintios 15.12-19
Debemos acercarnos al cuarto pilar de nuestra fe cristiana haciendo una confesión, aceptando que los cristianos creemos y predicamos cosas que parecen verdaderas locuras. El mismo Apóstol Pablo asegura: ¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. Una de tales cosas tiene que ver con que esperamos la Segunda Venida de Cristo. En efecto, los cristianos vivimos aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Tito 2.13
Que Cristo venga por segunda vez a la tierra es el eje que da sentido y sustento a nuestra fe. La razón es sencilla, lo que ha de pasar con nosotros después de la muerte gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo. Esta habrá de confirmar las promesas que los cristianos hemos recibido en el sentido de somos llamados a vivir la vida eterna en comunión perfecta con Dios nuestro Creador. Por lo tanto, el que Cristo venga determina lo que pasará con los creyentes y con los no creyentes cuando unos y otros resucitemos. Su Segunda Venida sustenta también nuestra creencia en la resurrección. Porque, si Cristo viene una segunda vez a la tierra es porque vive y si está vivo es porque resucitó de entre los muertos.
El que quienes mueren físicamente puedan resucitar significa que la muerte no es igual a destrucción total. Quien muere físicamente no desaparece. La Biblia utiliza un símil respecto de la muerte, la compara con el sueño. Quienes mueren físicamente, duermen. Esperan ser resucitados. A los Tesalonicenses les asegura Pablo: Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él. (4.13) Esto significa que los que mueren no van ni al cielo ni al infierno en automático. Duermen.
Abramos un paréntesis para señalar que de ciertos pasajes bíblicos se desprende que pueden ser despertados de tal sueño, pero Dios prohíbe que se haga tal cosa. Levítico 19:31; 20:37; Isaías 8.19; 1 Samuel 28. Quienes lo hacen abren puertas para que el poder demoniaco entre en ellos. Aún cuando en apariencia hacen cosas buenas, esto no es sino engaño. Apocalipsis 16.14 nos advierte que los espíritus de los demonios hacen señales. En tanto que Juan, 1 Juan 4.1, nos exhorta diciendo: Queridos amigos, no les crean a todos los que afirman hablar de parte del Espíritu. Pónganlos a prueba para averiguar si el espíritu que tienen realmente proviene de Dios, porque hay muchos falsos profetas en el mundo.
Fiel a su estilo pedagógico, el Apóstol Pablo resume en dos preguntas las dudas que tenemos respecto de la resurrección: ¿Cómo resucitarán los muertos? Y, ¿qué clase de cuerpo tendrán? Pablo se contesta estableciendo que no podemos aplicar las mismas categorías terrenales a las cuestiones celestiales y/o eternas. Según la NTV, en 1 Corintios 15.35ss, dice que hay cuerpos en los cielos y cuerpos sobre la tierra. La gloria de los cuerpos celestiales es diferente de la gloria de los cuerpos terrenales. Utilizando una figura de la horticultura Pablo abunda: Lo mismo sucede con la resurrección de los muertos. Cuando morimos, nuestros cuerpos terrenales son plantados en la tierra, pero serán resucitados para que vivan por siempre. Nuestros cuerpos son enterrados en deshonra, pero serán resucitados en gloria. Son enterrados en debilidad, pero serán resucitados en fuerza. Son enterrados como cuerpos humanos naturales, pero serán resucitados como cuerpos espirituales. Pues, así como hay cuerpos naturales, también hay cuerpos espirituales. De esto se desprende que no hay bases para suponer que lo que pase con nuestro cuerpo físico afectará en forma alguna el cómo de nuestra resurrección. Simplemente porque no hemos de resucitar en y con el mismo cuerpo en el que vivimos físicamente. Quizá ello explique el que la Biblia no se ocupe sobre el qué deba hacerse o no con los cuerpos de los muertos.
De lo que sí se encarga la Palabra es de explicarnos cómo será el orden de la resurrección. Primero, resucitarán quienes hayan muerto en Cristo. A la resurrección de estos seguirá el arrebatamiento de los creyentes que estén vivos cuando el Señor venga. Después, habrá de resucitar quienes murieron sin ser salvos. El evangelio de Juan 5.28 y 29 registra las palabras de Jesús cuando advierte: ¡No se sorprendan tanto! Ciertamente, ya se acerca el tiempo en que todos los que están en las tumbas oirán la voz del Hijo de Dios y resucitarán. Los que hicieron el bien resucitarán para gozar de la vida eterna, y los que continuaron en su maldad resucitarán para sufrir el juicio.
En Romanos 14, Pablo asegura que todos estaremos delante del tribunal de Dios y que cada uno tendrá que responder por sí mismo ante Dios. A esto le llamamos el Juicio Final. Mateo 25.31-33 y 46, lo describe así: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado por todos los ángeles, entonces se sentará sobre su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán en su presencia, y él separará a la gente como un pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda… Y ellos [los que murieron sin Cristo] irán al castigo eterno, pero los justos entrarán en la vida eterna.
Resulta interesante considerar aquí lo que el Catecismo de la ICAR dice al respecto: 1041 El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía «el tiempo favorable, el tiempo de salvación» (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la «bienaventurada esperanza» (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que «vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído» (2 Ts 1, 10).
Como podemos ver, nuestra ignorancia acerca del futuro no significa que Dios no haya establecido ya lo que habrá de suceder. Él todo lo tiene previsto y es el único que sabe los tiempos en que cada cosa, incluyendo nuestra propia muerte, habrá de acontecer. De ahí la necesidad y conveniencia de que tomemos las previsiones necesarias y convenientes para enfrentar lo que ha de vivir. Como asegura Pablo, los tiempos que vivimos, este tiempo de gracia que se nos concede, son tiempos favorables, tiempos de salvación. Siempre existe la posibilidad de que, aun estando vivos nosotros, ya no nos sea posible responder al llamado que hoy se nos hace para que nos volvamos a Dios y nuestros pecados sean perdonados. Ya Isaías 55.6ss nos advierte al respecto: Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo; llámenlo ahora, mientras está cerca. Que los malvados cambien sus caminos y alejen de sí hasta el más mínimo pensamiento de hacer el mal. Que se vuelvan al Señor, para que les tenga misericordia. Sí, vuélvanse a nuestro Dios, porque él perdonará con generosidad.
Dado que la salvación tiene que ver tanto con la vida presente como con la venidera. Y dado, también, que si nuestra esperanza sólo sirve para esta vida seríamos los más dignos de lástima, termino haciendo mía la exhortación paulina: Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
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