Eso de ser padre y la obra del Espíritu Santo

Estoy convencido que la paternidad es una cuestión eminentemente espiritual. Espiritual en el sentido de que o sirve a Dios o empodera al diablo. El modo en que los hombres realizamos la tarea de la paternidad facilita o estorba la relación de nuestros hijos con Dios. Si no está en nuestras manos el que nuestros hijos tengan fe o no la tengan, sirvan a Dios o no lo hagan, sí podemos, cuando menos, influenciar, casi como lo haría un condicionante genético, a nuestros hijos para que sirvan a Dios o no lo hagan.

Aunque otros, diferentes entre sí, padres e hijos son eslabones de cadenas generacionales que transmiten, preservan y fortalecen los valores y los antivalores de las generaciones precedentes. Los padres somos herederos y testadores. Recibimos de nuestros padres y dejamos a nuestros herederos lo que hicimos con lo recibido.

Alguien ha dicho que los hijos sin herencia se convierten en testadores de nada. Pero, creo que esto no es cierto. Aún la nada es herencia que condiciona el todo de la vida de nuestros hijos y, en mayor o menor grado, la de los sus hijos y la de los hijos de estos.

En el pensamiento judío se considera que las generaciones venideras están, son ya, en los patriarcas de cada familia. Así, Abraham quien llevaba a en su cuerpo a sus descendientes que aún no habían nacido, antes de que naciera su hijo Isaac. Hebreos 7.10 NTV De esta manera podemos considerar el que la paternidad trasciende, es mucho más, que un continuum genético, afectivo, cultural, etc., y es, sobre todo una cuestión espiritual. Una cuestión que perfila, cuando menos, el cómo de la relación de los hijos con Dios.

Dadas las herencias que los padres hemos recibido, mismas que nos condicionan y explican el cómo de nuestra propia experiencia como hijos, el cómo de nuestra paternidad y, sobre todo, el cómo de nuestra relación con Dios, es que debemos ocuparnos de la relación existente entre eso de ser padres y la obra del Espíritu Santo.

Sigo aquí la propuesta del pastor Fabio Rossi, respecto de la obra del Espíritu Santo, según Rossi la descubre en la carta a los Gálatas. En lo personal, el aporte del pastor Rossi me ha resultado de bendición y por ello me animo a compartirla contigo.

Rossi señala que la primera obra del Espíritu Santo referida por Pablo a los gálatas, es la de la santificación del creyente. Esta verdad bíblica pone de manifiesto que los seres humanos no tenemos ni la capacidad para elegir ni el poder para hacer lo que conviene en las diferentes esferas de la vida. Agrego yo, ni en la esfera de la paternidad.

La vida cristiana en su integridad sólo es posible por la ayuda del Espíritu Santo. Los padres que percibimos o, de plano, comprobamos que hemos fallado en la tarea de la paternidad, lastimando a nuestros hijos, no siendo ejemplo de vida para ellos, decepcionándolos, robándoles la fe, la esperanza y la confianza en sí mismos, no podemos sanar las heridas causadas ni restituir (poner algo en el estado en el cual se encontraba con anterioridad, regresar una cosa a su dueño, hacer que un individuo vuelva a su sitio de origen), a nuestros hijos, ni con nuestros recursos ni en nuestras fuerzas.

Necesitamos del poder del Espíritu Santo para ser liberados de aquello que nos ha impulsado en el proceso de la paternidad y que ha contribuido a que lastimemos a nuestros hijos. Pero, también necesitamos que sea el Espíritu Santo quien sane, consuele y dirija a nuestros hijos para que sean liberados del poder de nuestras faltas y puedan vivir en plenitud lo que el Señor tiene para ellos. No somos nosotros quienes podemos restaurar la fe, sobre todo. Pero sí podemos interceder vehementemente por que la fe sea restaurada en ellos y que nuestro testimonio contribuya a su recuperación de la misma.

La tarea de nuestra santificación, de nuestra pureza y consagración a Dios, no la podemos realizar nosotros, la realiza el Espíritu Santo en nosotros.

Una frase frecuentemente citada, pero no por ello menos cierta, asegura que lastima quien ha sido lastimado. Antes he hecho referencia al continuum de la paternidad, a la herencia recibida y la que heredamos. La mayoría de los hijos, especialmente de los hijos varones, han sido heridos por sus padres. Ya por acción ya por omisión. Sobreprotegiendo o abandonando.

Por eso resulta tan difícil para muchos celebrar el Día del Padre. Esta semana, por ejemplo, la hija de un conocido hombre público ha declarado: Con mi padre nunca tuvimos paz, ni psicológica ni emocional. En mi vida siempre hubo violencias desde que tengo memoria. Así, muchos de quienes realizan la tarea de la paternidad no sólo no aprendieron de padres sanos, sino que padecieron la paternidad de sus padres.

Algunos estudiosos proponen que dos de la principales razones que explican el ejercicio de una paternidad disfuncional son una baja estima propia -resultado del maltrato recibido, y el auto menosprecio aprendido del abuso, la burla y la violencia recibidas de papá. ¿Quién soy? es la pregunta que una y otra vez he escuchado hacerse a quienes han sufrido el abandono y muchas otras expresiones del maltrato paterno.

Nadie puede sanarse a sí mismo. Y, me atrevo a asegurar, nadie puede recuperar por sí la identidad que le arrebatara una paternidad disfuncional. Pero, obra del Espíritu Santo es dar testimonio, demostrar, que quien está en Cristo tiene a Dios como Padre. Rossi asegura que la obra del Espíritu Santo en el creyente está relacionada con la filiación (Ro 8.) Esta es una conclusión valiosa e importante, pues, asegura Rossi, la obra de Cristo es conceder al creyente el derecho de ser hijo, mientras que la del Espíritu Santo es revelar al espíritu humano la maravillosa verdad de que somos hijos de Dios.

El Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. ¡Mucho más hijos de Dios que hijos del padre terrenal que nos ha tocado! Este dar testimonio del Espíritu Santo nos acerca al corazón del Padre. Convirtiéndolo a él como nuestra referencia paterna, de la cual aprendemos y gracias a la que podemos ser y hacer, en nuestro aquí y ahora respecto de la relación con nuestros hijos, lo que es propio de quien se considera a sí mismo hijo de Dios.

No pocos padres deformamos a nuestros hijos. No pocos de nosotros somos hijos deformes y, por lo tanto, padres deformados. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero el pecado nos hizo caricaturas de nosotros mismos. Nos descubrimos esclavos de nuestras pasiones, incapaces para hacer lo que sabíamos que debíamos hacer, aun cuando queríamos hacerlo.

Como padre he llorado y he acompañado a otros padres que también lo han hecho, ante el peso del darnos cuenta de cómo y cuánto hemos lastimado a nuestros hijos y ante la evidencia de nuestra incapacidad para sanarlos. ¡Cómo quisiéramos no haberlos lastimado! ¡Cuánto quisiéramos hacer para ayudarlos a seguir adelante! Y no podemos.

Pero, el Espíritu Santo puede. Porque obra del Espíritu Santo es regenerarnos a los creyentes. Quien está en Cristo es regenerado, es decir, es vuelto a engendrar, es engendrado de arriba. Dios recrea en nosotros la imagen y semejanza suya, gracias al poder de su Espíritu Santo en nosotros.

Hace tiempo, durante una reunión de pastores, fuimos invitados a orar por la esposa del pastor de la iglesia que nos hospedaba. El hermano Alfonso Baleón oró por ella. Como la mujer padecía de un severo cáncer en su matriz, Alfonso le pidió a Dios: restaura su matriz al estado en el que tú la creaste.

Terminó la reunión. Al cabo de unos meses regresamos a esa iglesia y descubrimos que la esposa del pastor estaba indispuesta. ¡Estaba embarazada! Lo sorprendente es que antes de que se le diagnosticara el cáncer la habían operado para que no tuviera más hijos. Pero, Dios oyó la petición de Alfonso y restauró, literalmente, la matriz de aquella mujer a su estado original. No sólo la libró del cáncer, también restauró su capacidad innata.

Esto es lo que el Espíritu Santo hace en el creyente, lo regenera. De tal forma que, asegura Rossi, provee al creyente una nueva forma de ser y actuar de acuerdo con su nueva naturaleza. 2 Pedro 1.4 Un padre regenerado no puede transformar sus errores en aciertos ni desaparecer las heridas provocadas a sus hijos. Pero puede hacer la vida y realizar su paternidad de tal forma que contribuya a la regeneración de sus hijos.

Su testimonio como criatura regenerada se convierte en un poderoso argumento que anima la fe de sus hijos en Dios, su Padre. Los anima y aun les muestra el camino para que hagan de Dios su referente paterno y descubran la riqueza de su propia identidad como hijos. Al ser sanado, fortalecido y liberado del poder de las heridas propias, se convierte en un testimonio invitación para que sus hijos encuentren en Dios la fuente de su identidad y la libertad liberadora de Jesús en sus vidas.

Pablo asegura a Timoteo que quienes estamos en Cristo hemos recibido un nuevo espíritu, una nueva mentalidad, una nueva manera de pensar acerca de nosotros mismos y de los demás. En efecto, asegura Pablo: El Espíritu que es don de Dios, no quiere que temamos a la gente, sino que tengamos fortaleza, amor y dominio propio. 2 Timoteo1.7 NBV

Los padres disfuncionales engendran el temor en sus hijos, el miedo a la vida, miedo a no ser, miedo a no pertenecer, miedo a no poder, etc. La buena noticia es que unos y otros podemos ser libres del poder del temor, del miedo. Por ello es por lo que te animo a que celebremos este Día del Padre en el gozo de la esperanza. Seguros de que en el poder del Espíritu podemos recuperar la oportunidad de desarrollar una relación filial empoderante y gozosa con nuestros hijos, con nuestros padres.

Y, a quienes ya no tienen a su papá con ellos, a los padres que han perdido a sus hijos, también les invito al gozo de la esperanza. Pueden tener la seguridad de que la paternidad de Dios es suficiente para curar, llenar, restaurar aquello que, por desgracia, han tenido que enfrentar.

Juergen Moltmann, teólogo y pastor, asegura: Donde Jesús está, hay vida. Vida abundante, vida vigorosa, vida amada y vida eterna. Hay vida antes de la muerte. Hagamos esta nuestra convicción de vida, hagamos de esta convicción la razón de nuestra vida y de nuestra relación parental.

A esto los animo, a esto los convoco.

Explore posts in the same categories: Agentes de Cambio

Etiquetas: , , ,

You can comment below, or link to this permanent URL from your own site.

Deja un comentario