Presupuestos para la restauración de la familia
Efesios 5.27ss
Nos hemos propuesto, en iCASADEPAN, que, durante el presente año, 2022, nuestra principal petición a Dios sea que restaure nuestras familias. Esto implica que traiga a salvación a quienes no han sido salvos y reconcilie a quienes se han alejado, también, que restaure nuestras relaciones familiares de pareja, con los hijos, entre los hermanos y con el resto de la familia. Confiamos que el Señor oirá nuestras peticiones y obrará milagrosamente, ahí donde sólo él puede intervenir. También que nos enseñará cuáles son las ramas familiares que hay que podar y cuáles, de plano, desechar. Pero, también que nos guiará, capacitará y dará el poder para replantear el cómo de nuestras relaciones siendo, haciendo y dejando de hacer lo que conviene.
Por lo anterior, en particular por la convicción de que nuestra restauración familiar pasa por el replanteamiento de la relación de nuestras parejas, es que he considerado conveniente invitarles a considerar el hecho de que la restauración familiar empieza con la pareja. Inicialmente, el título de esta reflexión era La restauración familiar empieza con los esposos. Sin embargo, no todas las relaciones de pareja se dan entre esposos, entendiendo el término como aquellos que están casados conforme a las leyes y reglas que regulan la sociedad en que viven.
En nuestro país, el número de parejas en unión libre crece cada año, mientras que el número de matrimonios disminuye. Esta es una realidad transversal, es decir que se da en todos los sectores sociales, independientemente del nivel social, educacional, ideológico y, sobre todo, religioso. Es una realidad que nos afecta directamente a quienes somos miembros de iCASADEPAN y del sector cristiano evangélico en general.
Tal situación es evidencia de que la familia es una realidad cambiante, que no existe un solo modelo de ser familia que permanezca el mismo al través de los años y las circunstancias sociales y culturales. En la Biblia misma encontramos una diversidad de formas de organización familiar. Por ello es por lo que les invito a que, en la reflexión del tema de las relaciones de pareja desde la perspectiva bíblica, consideremos de entrada los presupuestos de la hermenéutica bíblica. Esta no es otra cosa que la ciencia que se encarga de la interpretación de los pasajes bíblicos. La hermenéutica es necesaria porque es un error, en el que caemos frecuentemente, el intentar aplicar a nuestra realidad, de manera arbitraria y a contentillo, pasajes bíblicos que para su total comprensión requieren de su estudio y juicio en el contexto bíblico.
La hermenéutica bíblica nos lleva a la consideración de cuestiones tales como el contexto histórico en que el pasaje bíblico fue escrito, es decir a tomar en cuenta las circunstancias de tiempo, de lugar, culturales, así como las particulares de la comunidad en la que, y en el caso de las epístolas o cartas, a las que se escribió el pasaje. Qué hizo necesario que el autor les escribiera, qué se proponía lograr al escribirles y recomendar u ordenar lo escrito. Quien, a miles de años de distancia interpreta y se propone aplicar la enseñanza contenida en tales escritos debe tomar en cuenta, también, su propio contexto histórico.
Al hacer tal estudio y tales consideraciones, descubrimos que no siempre resulta conveniente el simplemente aplicar en nuestras circunstancias los presupuestos bíblicos. Por ejemplo, Deuteronomio 21 ordena que si alguien tiene un hijo rebelde, que no acepta la disciplina paterna, debe ser llevado ante la autoridad para ser apedreado hasta morir. ¿Es este un mandamiento bíblico? Claro que sí. Pero ¿debemos aplicarlo literalmente en nuestro aquí y ahora? Desde luego que no. Entonces, si no lo aplicamos ¿somos desobedientes a la Palabra de Dios?
No, desde luego. Quien estudia la Palabra y quiere ser obediente a la misma debe interpretarla correctamente. En consecuencia, descubrirá que hay que privilegiar el sentido y propósito del pasaje bíblico de referencia y rescatar la intención divina que el autor pretende destacar. En el caso del Deuteronomio se trataría del apoyo de la comunidad para la formación y la educación de los hijos. El pasaje destaca que no siempre los padres resultan suficientes para educar a sus hijos y que no todos los hijos son obedientes y fáciles de formar. Así, se requiere del apoyo a los padres y de la comunidad inmediata para la formación de los hijos.
Como he dicho, nuestro pasaje en Efesios 5, fue escrito en un contexto histórico, social, religioso, particular y único. La organización de la familia era propia de sus circunstancias históricas, muy diferentes, por cierto, a las nuestras. Así que tenemos que preguntarnos cuál es el fundamento de la enseñanza divina -el principio. Es decir, el conjunto de valores, creencias, normas que somos invitados a rescatar y aplicar en nuestro aquí y ahora-. En nuestro contexto cultural, desde luego, pero, sobre todo en la particularidad de nuestras formaciones familiares. Porque si es cierto aquello de que cada cabeza es un mundo, también tendremos que aceptar que cada familia es un mundo.
Nuestro pasaje se ha utilizado una y otra vez para justificar el llamado modelo patriarcal de familia. Es decir, el modelo familiar en el que el hombre, sólo debido a su género, es el jefe indiscutible de la familia, empezando por ser el jefe, la cabeza, de la esposa. La expresión paulina porque el marido es la cabeza de su esposa, se interpreta literalmente como que el marido es el dueño de la esposa. Ello está detrás, por ejemplo, del hecho de que muchos hombres que estamos casados por el régimen de bienes mancomunados somos, en automático, los administradores únicos de los bienes familiares.
Pero ¿es verdad que tal presupuesto es aplicable a todas las familias? ¿Sólo son familias sanas aquellas en las que el hombre es cabeza indiscutible de las mismas? ¿Y las familias que no cuentan con la figura del esposo, no son familias? ¿Si el esposo es cabeza, la mujer pierde el derecho de pensar, decidir y hacer a partir de ella misma? Dado que es la cabeza, el jefe indiscutible de la familia ¿es derecho del hombre disponer, decidir sobre lo que han de ser y hacer su esposa y sus hijos? Estas y muchas otras preguntas somos llamados a hacernos al estudiar este pasaje.
Los sistemas familiares enfermos lastiman y degradan a la familia e individualmente a los miembros de ella. Les quitan lo que les es propio y los cargan con cosas que no les son propias. Por ejemplo, son muchas las familias en las que el esposo-padre, en ejercicio de su presunta autoridad, abusa por acción o por omisión de los suyos. Les roba dignidad y la carga de miedo, dolor y sufrimiento. Cuando el hombre, en uso de su libertad y derecho, adultera, no sólo atenta contra su esposa, roba a sus hijos y los carga de inseguridad, vergüenza y rencores.
Generalmente, la degradación familiar empieza en la degradación de la relación de pareja. Degradación que, no pocas veces, inicia desde el cómo de las relaciones previas a la formalización de la relación de pareja, sea esta legal o de hecho. Algo que cada vez se hace más común entre nosotros es lo que podemos llamar las relaciones de pareja intermitentes. Es decir, aquellas que no cuentan con una estructura de compromiso que aporte estabilidad y viabilidad a la relación.
Generalmente, estas relaciones empiezan con una etapa de ¿en tu casa o en la mía? Para ir deslizándose a una permanencia de semicompromiso, en la que terminan viviendo juntos sin acordar, sin comprometerse formalmente, a ser familia. No pocas veces he escuchado a algunos de quienes viven esta forma de relación preguntarse, en ocasiones dolorosamente, y ¿qué somos?
Al considerar la restauración de la familia, es decir el arreglar los desperfectos de la misma, debemos tomar en cuenta que toda relación de pareja requiere de una estructura y esta de un punto de equilibrio, de un referente. Todavía se practica, cuando se inicia una nueva construcción, el celebrar la colocación de la primera piedra. En los antiguos sistemas de construcción esta era la piedra que servía como referente para el desarrollo de toda la construcción a edificar.
En ese sentido es que nuestro pasaje aporta la que podemos ser la piedra angular para la construcción o reconstrucción de la relación de pareja y, por ende, la de la relación familiar. El principio básico a rescatar, independientemente del modelo de familia que formemos, está en el verso 21, NTV lo traduce así: Es más, sométanse unos a otros por reverencia a Cristo. Contrario a lo que los modelos patriarcales enseñan, la clave de la salud familiar no es el sometimiento de la mujer al hombre, sino el sometimiento mutuo de los miembros de la familia. Es decir, que por caridad, unos y otros privilegien el sano bienestar de los demás por el encima del suyo propio. Este estar bien requiere del equilibrio familiar, no se puede estar bien a expensas de los demás.
Como veremos en nuestras siguientes reflexiones, el meollo, la parte central y más sustanciosa, de la enseñanza paulina, respecto de la pareja tiene que ver con el aporte que el hombre hace al bienestar su esposa y el que esta hace en favor del esposo. Pero, descubriremos que el éxito de la relación familiar, cualquiera que sea el modelo de la misma, es precisamente, que unos y otros de los familiares procuren que los suyos crezcan como individuos, desarrollen los dones y capacidades que Dios les ha dado y fortalezcan un ambiente familiar que resulte confortable y propicio para la convivencia familiar.
Por ahora apuntaré aquí que las parejas sabias son aquellas que deciden poner su fe en el Dios de Jesucristo. Son las que hacen de Dios su Señor, al que sirven, el que las dirige y las restaura. Deciden que sea Dios su punto de referencia. Se vuelven a él con sus alegrías y tristezas, con sus triunfos y sus fracasos. Se ocupan de estar en comunión con él tanto en lo personal como en pareja. En este orden, personal, primero y luego como pareja. Quien hace del Dios de Jesucristo la razón de su fe, recupera su equilibrio integral. Porque es perdonado, puede perdonar. Porque es guiado por el Espíritu Santo, puede tomar decisiones sabias. Porque Dios está con él tiene el valor y la fortaleza para enfrentar las presiones que resultan de la vida y, en particular, las que resultan de su relación de pareja.
Termino diciendo que la restauración de las relaciones de pareja inicia en la restauración de las personas que la componen. Y que esta restauración sólo es posible cuando entregamos nuestra vida a Jesucristo y somos hechos unas nuevas personas. Por ello, hoy les animo a que nos volvamos a Dios, a que le consagremos o a que renovemos nuestra entrega a él. Así, nuestra relación de pareja estará en camino de ser plena, estable y fuente de gozo para nosotros y para muchos otros.
A esto los animo, a esto los convoco.
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