Cuida tus pensamientos
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Ante todo, cuida tus pensamientos porque ellos controlan tu vida. Proverbios 4.23 PDT
Todos nosotros tenemos una lista de las cosas que nos resultan más importantes, más valiosas en la vida. A estas las tratamos con deferencia: las guardamos, las protegemos, las cuidamos. Sabemos que están en riesgo, de ahí la importancia que damos a su preservación y cuidado.
Para Salomón, hay algo que debemos guardar sobre todas las cosas guardadas, es nuestro corazón, es decir, nuestra mente. Guardar, en el sentido bíblico, es apartar del peligro y guardar con fidelidad. Se refiere entonces, tanto a la calidad con que tratamos nuestra mente –fiel, honesta y dignamente-, como a la dedicación que le dedicamos al saberla en constante peligro.
El término corazón, que traducimos como mente resulta interesante. En la sabiduría hebrea, el corazón es el asiento de la personalidad, la voluntad, las emociones, el conocimiento y la conciencia moral. La palabra hebrea leb, se refiere, en última instancia a lo que está en el centro de algo. Al eje alrededor del cual giran las otras cosas.
Los enemigos y los riesgos de nuestro centro vital se encuentran tanto fuera como dentro de nosotros mismos. Satanás sabe que quien controla nuestra mente, controla el todo de nuestra vida. De ahí que él ponga ideas y desarrolle sistemas de pensamiento en nuestra mente. ¿Cómo lo hace? De muchas formas: Escucha atentamente nuestras palabras, observa nuestras inclinaciones y apetitos, alimenta aquellas que son contradictorias a nuestra Identidad, promueve ambientes adecuados para el crecimiento y fortalecimiento de tales actitudes, etc. Se vale de nuestras necesidades insatisfechas y de nuestros apetitos desordenados. De manera astuta y sutil nuestro enemigo hace propuestas que parecen fruto de nuestra buena suerte, de la casualidad, ¡hasta de la bendición divina! Lo cierto es que aprovecha nuestras debilidades y nuestras necesidades sentidas para proponernos, lo que él sabe, podrá en riesgo nuestra vida y nuestra comunión con Dios.
Pero poco o nada podría hacer si no contara con nuestra predisposición interna. La fuerza de los ataques externos, especialmente los que trama el diablo, está determinada por la debilidad de nuestra fortaleza interior, sobre todo, mientras más y más vacía está nuestra. El vacío de nuestra mente es consecuencia de tres razones principales:
- La ausencia o debilidad del temor de Dios (la falta de consciencia de Dios).
- El menosprecio o rechazo nuestros al cultivo personal del conocimiento y la sabiduría.
- El cultivo de relaciones con personas que no honran a Dios.
Como sabemos, la inteligencia emocional, es decir, la manera en la que hemos aprendido a administrar, tratar, nuestras emociones, domina nuestra vida en tanto que no desarrollamos nuestra inteligencia espiritual. Hay muchos jóvenes, creyentes y no creyentes, que son dominados por sus emociones y sentimientos. Carentes del cariño, el afecto y la seguridad emocional propios del ámbito familiar, van por la vida necesitando ser amados y aceptados por otros. Estas necesidades sentimentales y emocionales determinan sus conductas, sus aspiraciones, su entrega y sus compromisos. Todo gira alrededor de si satisfacen o no tales necesidades. Por lo tanto, son altamente vulnerables y sus relaciones se caracterizan por un alto grado de inestabilidad.
En los adultos, los vacíos de nuestra mente se caracterizan por ser, sobre todo, vacíos intelectuales. Aprendimos que no es importante pensar, sino lo que se siente. Así que nos negamos a pensar, a aprender, a superarnos cultivando nuestra inteligencia. Alguien me dijo, a manera de justificación-explicación a su rechazo a aprender: Es que saber duele. Así, nos convertimos en perezosos intelectuales. Sobre todo, no nos ocupamos de saber lo que Dios nos revela en su Palabra respecto de la cotidianidad de la vida y sobre el propósito divino para la misma. Al ignorar, intencionalmente o no, su Palabra nos privamos de los recursos indispensables para saber vivir: Para prever, comprender y adecuar nuestras circunstancias de vida. Privados del conocimiento que Dios nos revela en su Palabra, somos ignorantes sobre el quehacer y el sentido de la vida.
¿Por qué me ocupo de este tema? Porque el cumplimiento de nuestra tarea de vida requiere del cuidado de nuestra mente. Para los jóvenes, la cercanía física, emocional y espiritual de terceros puede resultar desestabilizadora, si su corazón no es firme y valiente. La cercanía favorece el que hagamos evidentes nuestros anhelos, dudas, sueños y necesidades. Compartir estas y estos a quienes ni conocen ni temen a Dios nos hace vulnerables. La clave está en nuestro eje interior, en quien es el centro gobernante de nuestra vida, el eje alrededor del cual giran las otras cosas. Jóvenes, purifiquen sus sentimientos, purifiquen sus emociones, juzguen firmemente sus relaciones. Desarrollen la conciencia de sus motivaciones al acercarse y al separarse, a y de sus compañeros.
En cuanto a los mayores, vivimos el cambio como nuestra condición natural. El cambio trae aparejadas ansiedad, presiones, duda y lucha. El cambio ataca nuestras emociones y pone a prueba nuestros sentimientos. Los años que vamos sumando se acompañan de experiencias torales que conmocionan el todo de nuestra vida. Lo que nos pasa a nosotros, lo que les pasa a los que amamos, todo provoca cambios, algunos manejables, otros que tienen el poder de arrastrarnos, de hacernos perder el equilibrio. La única posibilidad de sobrevivir a tales circunstancias resulta de nuestra capacidad para juzgar adecuadamente. En no pocos casos, esto implica la renuncia a pensar como lo hicimos sin Cristo. Tenemos que aprender a juzgar espiritualmente todas las cosas (Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar) Efesios 4.23ss DHHD. Esto sólo se logra desarrollando nuestra capacidad de pensar, de generar nuevas ideas, a la luz de la Palabra de Dios y en la comunión que resulta de la práctica constante de la oración.
Para unos y otros las épocas de crisis, como la que todos estamos viviendo, resultan desgastantes y más peligrosas mientras menos recursos tenemos para enfrentarlas. Sobre todo, las crisis alteran nuestros pensamientos y, en consecuencia, nuestros sentimientos. De ahí la imperiosa necesidad de alimentar nuestra mente con el poder y la sabiduría de la Palabra de Dios. Mientras menos Dios, más evidente se hace nuestra fragilidad. Y, mientras menos de Dios, más de los pensamientos, las emociones y los sentimientos tóxicos que tanto poder adquieren cuando la crisis.
Saber lo que Dios dice de la vida y de lo que pasa en ella, saber lo que se espera de nosotros, saber lo que podemos y lo que no podemos, nos permite enfrentar la vida en perspectiva, en control y en esperanza. Lo que Dios está haciendo en nosotros, lo que nosotros mismos estamos haciendo para Dios, confirma que estamos en el camino correcto. De ahí la importancia de cuidar la fuente de la vida, nuestra mente.
Termino con la exhortación de Salomón:
Mira siempre adelante, mira siempre de frente.
Fíjate bien en dónde pones los pies y siempre pisarás terreno firme.
No te desvíes de tu camino, evita el andar en malos pasos.
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