Diferentes
Romanos 12.1,2; 1 Pedro 2.1-10
Ser cristiano es ser diferente. Es decir, es pensar la vida y vivirla a la manera de Cristo. Ello implica que la cosmovisión, es decir, la manera de interpretar el mundo del cristiano estará definida por tres principios fundamentales: El señorío de Dios, la condición de pueblo del Señor y la Biblia como la única regla de fe. Si Dios es el Señor, luego entonces a nosotros, su pueblo, nos toca honrarlo obedeciendo sus mandamientos y colaborando en la obra que él realiza. Dado que somos pueblo del Señor, creemos en el Dios de Jesucristo, por ello nos toca ser testigos de Cristo, es decir, ser aquellos que hacen visible y creíble a Cristo y sus enseñanzas en medio de los que no conocen ni temen a Dios. Que la Biblia sea nuestra única regla de fe, significa que en ella nos es revelado lo que necesitamos saber de Dios, de su carácter y su propósito, así como la inspiración y el alimento espiritual necesarios para hacer la cotidianidad de la vida honrando y glorificando a Dios, así como para nuestra edificación y la de aquellos a los que somos llamados a servir.
Como podemos ver la diferencia inherente a nuestra condición de cristianos no consiste en que nuestra vida sea diferente a la de los no cristianos en cuanto a los deseos propios, los eventos y las circunstancias cotidianas. Los cristianos seguimos siendo seres humanos sujetos a las dinámicas de nuestro cuerpo, de nuestras relaciones sociales y de las circunstancias todas propias de la humanidad. Los cristianos no vamos por la vida con una especie de salvoconducto que nos permita evitar los riesgos que el ser humano comprende. Nuestro ser diferente no tiene que ver con la vida. Vivimos exactamente lo mismo que viven los que no conocen a Dios. Es decir, los cristianos no vivimos el cielo en la tierra. Para nosotros, sigue siendo cierto aquello de que: El hombre, nacido de mujer, tiene una vida corta y llena de zozobras. Es como una flor que se abre y luego se marchita; pasa y desaparece como una sombra. Job 14.1
Los cristianos, asegura Pablo, tenemos la mente de Cristo. 1 Corintios 2.16 Tener la mente de Cristo hace la diferencia porque gracias a ello podemos: llegar a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. Romanos 12.2 Además, podemos actuar de manera alternativa a quienes no han sido iluminados por el Señor. Ello nos permite ser luz, mostrando una forma distinta de hacer la vida; y ser sal, contribuyendo a detener el deterioro espiritual, moral, ético y social de nuestro entorno.
Esta es una tarea que realizamos en un ambiente opositor. Vamos contra la corriente. Enfrentamos dos tipos de fuerzas que dificultan nuestra condición de diferentes. La primera surge desde nuestro interior. Deseamos ser aceptados por los que nos rodean. Deseamos evitar el conflicto que resulta del ser diferentes. No deseamos aumentar a los retos de la vida más motivos de lucha. La segunda fuerza viene de nuestro exterior. Pedro asegura: Ahora, como ustedes ya no los acompañan en los excesos de su mala vida, ellos se extrañan y hablan mal de ustedes. 1 Pedro 4.4 Y, ¿quién quiere ser despreciado?
Al salvarnos, Dios nos ha dado la capacidad para elegir. Esta es la máxima expresión de la libertad humana. Sólo los libres eligen. Quienes viven sin Dios son esclavos del pecado, como nosotros lo éramos antes de Cristo. Por eso, ante las circunstancias y las alternativas vitales podemos tomar la decisión que corresponde con el Señorío de Dios, nuestra condición de pueblo santo y en conformidad con la verdad revelada en la Biblia.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo estar seguros de hacer la elección adecuada? Romanos 12.2, contiene un par de cuestiones a tomar en cuenta: Debemos proponernos no hacer nuestros los valores ni imitar las conductas que son propias del orden presente y que se contraponen con el orden de Dios, su Reino. Además, debemos cambiar nuestra manera de pensar animados por el Espíritu de Dios. Obediencia, comunión y conocimiento son los recursos para esto último.
El propósito de honrar nuestra condición de diferentes es el primer paso de nuestra fidelidad y, en consecuencia, del cumplimiento de nuestra tarea. Pero, de nada sirve el propósito, la consciencia y la intención del ser diferentes, si no cambiamos nuestra manera de pensar. Pero ¿cambiar nuestra manera de pensar respecto de la de quién?, podemos preguntarnos. Nuestro pasaje nos da la respuesta: se trata de no vivir según los criterios de este mundo, es decir, de este orden contrario a la voluntad de Dios. Biblia Hispanoamericana, traduce: No se amolden a los criterios de este mundo; al contrario, déjense transformar y renueven su interior de tal manera que sepan apreciar lo que Dios quiere, es decir, lo bueno, lo que le es grato, lo perfecto.
Alguien ha dicho que no pocos cristianos son salvos, pero siguen, seguimos, pensando de la misma manera en que lo hacíamos antes de Cristo. Siguiendo la propuesta de Cruz Kronfly, consideraremos tres cuestiones que exigen de nuestra redefinición como discípulos de Cristo: el consumismo, el hedonismo (o búsqueda del placer como pensamiento gobernante), y el relativismo.
Ser diferentes es nuestro privilegio y nuestro reto. Como pastor lamento y me duele que la comunidad cristiana cada vez más se integra a la cultura dominante y, consecuentemente, niega a Cristo. A veces pareciera una cuestión necia, pero todavía tengo la confianza de que podemos ser una alternativa al caos y la anomia en que vivimos. En medio de todo, como Pablo: lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos; haciéndome semejante a él en su muerte, espero llegar a la resurrección de los muertos. Filipenses 3.10,11
A esto los animo, a esto los convoco.
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