Fe y relaciones humanas
Todo el tiempo nos estamos relacionando con las personas, sean familiares, amigos, compañeros de trabajo o aún desconocidos que van junto a nosotros en el transporte o empleados con los que interactuamos en algún servicio o comercio. Y desde hace ya algún tiempo, ahora nos relacionamos cada vez más, a través del uso de la tecnología y las redes sociales.
El resultado de estas interacciones suele ser muy diverso, ello depende de nuestra personalidad, de nuestra cultura, aún del momento presente y del acercamiento o la percepción que tenemos, primero de nosotros mismos y después de los otros. Y es que se dice que las relaciones humanas son aquellas dedicadas a crear y mantener entre los individuos relaciones cordiales, vínculos amistosos y también para suplir ciertas necesidades. Estas relaciones están basadas en dos aspectos más o menos generales, el primero es que hay ciertas reglas aceptadas por todos y el segundo es el reconocimiento y respeto de la personalidad del otro.
Ante la diversidad de factores que intervienen al momento de relacionarnos, es hasta cierto punto entendible que los resultados no siempre sean los que esperamos, es decir, no siempre hay cordialidad o se ha creado un vínculo amistoso o se ha satisfecho una necesidad. Basta que pensemos en las relaciones conyugales, laborales o familiares para saber que en más de una ocasión dichas relaciones han terminado en conflicto.
Y es que me relaciono con los demás, según la forma en que los percibo, es decir, me comporto con los demás “tal y como los percibo” y en realidad no “tal y como son”. Nos formamos impresiones a través de los estímulos que recibimos de los demás (los cuales organizamos e interpretamos para darles un significado). Un buen ejemplo es aquella frase de “causar buena impresión” o “la primera impresión es muy importante”, basados en ello y sin generalizar, nos esforzamos por enviar los estímulos correctos a aquellas personas con quienes nos relacionamos y también según lo que pretendamos obtener.
He querido hacer estas premisas para que juntos reflexionemos sobre la forma en que nos relacionamos, ya sea persona a persona o a través de las redes sociales.
El primer aspecto que quiero comentar tiene que ver con nosotros mismos, es mi identidad y todo lo que ella representa, quien se revela cuando me relaciono con los demás, mi percepción
del otro está influenciada por la percepción que yo tengo de mí mismo. La idea de las relaciones humanas lleva implícita la aceptación personal, el reconocimiento de mi propio ser que se refleja en la aceptación de las demás personas con las que interactúo. Si yo creo que soy hijo de Dios, reconciliado, renacido, aceptado y con un propósito que va más allá de mi paso por este mundo, este es el marco de donde parte mi percepción de los demás y también lo que reflejo ante ellos.
Es entonces importante definir cuál es el propósito para relacionarme con los demás, si como dice la definición del principio, sólo buscamos cordialidad, vínculos amistosos o suplir una necesidad, no estaremos logrando más que resultados inmediatos y no aquellos que trascienden la eternidad.
Es por ello por lo que los invito a que, en cada una de nuestras relaciones, consideremos una visión integral del otro y sus circunstancias. Somos espíritu, alma y cuerpo, y los factores que se ven involucrados en cada área, determinan la respuesta a la interacción que sostengamos con ellos.
El estado físico o emocional, los pensamientos más arraigados en cuanto a la propia personalidad y las preocupaciones del día o las acumuladas por un tiempo, entre otros factores, pueden ser la causa de las respuestas que recibamos cuando sostenemos una relación con los demás.
Y aunque no me sea posible conocer todas las circunstancias de una persona, hay algo que sí conozco y hace la diferencia, todos tenemos necesidades, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow definió una pirámide donde en la base se encuentran las necesidades fisiológicas, seguidas de seguridad, de pertenencia, de reconocimiento y de autorrealización, proponiendo que en la medida en que sean satisfechas las primeras, se podrán satisfacer las siguientes. Y aunque estoy de acuerdo en la existencia de estas necesidades y su jerarquía, mientras no encontremos nuestro origen y no busquemos la relación principal por sobre todas las demás, la relación con Dios, seguiremos con necesidades por cubrir.
En el libro Encuentros con Jesús de Timothy Keller, se encuentra un capítulo titulado “El estudiante escéptico” donde narra el encuentro que Jesús tuvo con Natanael, a quien describió como un verdadero israelita y hombre sincero, además de que, siguiendo con mi propuesta, por su posición de hombre estudiado se puede suponer tenía satisfecha su escala de necesidades, aun así, le seguían faltando respuestas a las preguntas existenciales de la vida. Las cuales
logra entender a través de un verdadero encuentro con Jesús, basado éste en la premisa de que Jesús sabía quién era Natanael (presuntuoso e intolerante) y aun así lo trató con aceptación y gentileza, además de darse cuenta de que su primera reacción estuvo basada en las emociones y no en una comprensión verdadera de con quien estaba hablando. Al respecto, Keller nos propone lo siguiente: “Siempre vienes a Jesús a la defensiva, preguntándote si acaso satisfará tus necesidades. Pero cuando te encuentras con Él, Él siempre va más allá de lo que jamás imaginaste”
Los invito a que, con el ejemplo de Jesús, nos acerquemos a los demás, seguros de la identidad y del propósito de nuestra vida que hemos encontrado en nuestra relación con Él, y viendo a los demás con los ojos de Jesús, sabiendo que dentro de ellos se encuentra una necesidad sin satisfacer: encontrar su origen, su identidad como hijos de Dios. Sin plantear el cristianismo como una tienda donde encontrarás la satisfacción de tus necesidades, sino porque en él se encuentra la verdad y porque cualquier cosa que anhelemos, descubriremos que, en Cristo, siempre hay algo mucho más grandioso de lo que pudimos imaginar, desear o necesitar.
Estoy segura de que bajo esta perspectiva tendremos mejores relaciones con los demás, pues tendremos otro sentido, otra relevancia y otro propósito en las mismas. Que Dios nos ayude en esta tarea.
Adriana Montoya
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