El ángel del Señor protege y salva
Salmos 34.1-10
Alguien ha dicho que la generación actual es una generación movida por el miedo. Los individuos tienen miedo de sí mismos y miedo a las demás personas. Cada día ofrece nuevos y mayores motivos para vivir con miedo.
El miedo se define básicamente como: [la] Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. [el] Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. Los estudiosos asumen que el miedo es una emoción natural, necesaria y aún conveniente. Sin embargo, como otras emociones, este puede volverse disfuncional cuando sentir miedo provoca consecuencias peores que aquellas que se teme pudieran suceder. Un consenso es que ya se trate del miedo como una emoción apropiada o disfuncional, el miedo es una emoción penosa, lamentable.
Por ello, muchos son los que se lanzan en la búsqueda de nuevas técnicas para huir de sus temores. Pero, casi siempre, yerran, y es que solamente tratan con los síntomas, con las consecuencias y no con lo que, dentro suyo, provoca tales y tantos temores. Su acercamiento a lo que les asusta es, generalmente, superficial, abarca solo algunos aspectos de su vida y no resuelve las profundas necesidades del corazón. No toman en cuenta que solamente la Palabra de Dios habla directa e integralmente a las necesidades del corazón.
David escribe este salmo en medio de una crisis. Solo y desarmado se encuentra rodeado de enemigos. Tiene que fingirse loco en un esfuerzo para salvar la vida. Fingiéndose loco escribía garabatos en las puertas y dejaba que la saliva le corriera por la barba, dice el historiador bíblico. 1 Samuel 22.12 David el rey, sí, pero, también David el perseguido, David, el que está solo. Creo que David nos representa bien, en la soledad que resulta de la impotencia nos vemos, frecuentemente caemos en la necesidad-tentación de aparentar que somos quienes no somos. El riesgo que corremos es que nuestra vida se convierta en mera apariencia y que nos desgastemos sosteniendo la fachada.
Sobre todo, en tratándose de nuestras relaciones, el miedo abarca muchos escenarios. El quedarnos solos, el padecer la crítica o señalamiento de los demás, cuestiones económicas o de seguridad física, etc. No pocos son los que siguen participando de relaciones tóxicas por el miedo de lo que podría pasar, o pasarles, si tomaran las decisiones que saben deben tomar. Otros mantienen modelos de vida que sólo les producen frustración, amargura y tribulaciones porque tienen miedo de dar un paso al lado y vivir la vida de otra manera. Y, no pocos, se resisten a soltar su pecado -sus errores-, porque, piensan, es lo único que tienen.
Nuestro pasaje nos muestra que en una situación similar David, guiado por el Espíritu Santo, decide bendecir al Señor. La palabra bendecir tiene un significado particular, arrodillarse. Así, David decide, en la situación en que se encuentra, arrodillarse ante el Señor. Es decir, reconocer a Dios como el Señor y ampararse bajo su autoridad. Al hacerlo deja de tener la necesidad de aparentar y se muestra tal cual es, asume y hace pública su vulnerabilidad.
Asumiendo su vulnerabilidad y en reconocimiento al señorío divino y al poder que Dios tiene para gobernar en medio de la tormenta, David recurre a Dios. vs 5 Este término es bien interesante, significa tres cosas: (1) Acudir a un juez o autoridad con una demanda o petición. (2) Acogerse en caso de necesidad al favor de alguien… (3) Volver al lugar de donde salió.
Creo que el recurrir de David abarcó tales tres cosas. El resultado es la manifestación de una realidad inesperada, impensable en las circunstancias que el salmista enfrenta y que le lleva a decir: [Dios] me contestó y me libró de todos mis temores. Quienes conocemos la historia, sabemos que las circunstancias de David no cambiaron significativamente en el corto plazo. Pero, también sabemos que hubo un cambio significativo en David mismo y ello lo colocó en el inicio de su camino a la victoria.
Ahora bien, Pablo asegura que toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para nuestra edificación. ¿Qué podemos aprender de la experiencia de David? ¿Qué nos dice el Salmo 34 a quienes vivimos en el Siglo XXI? Creo que podemos encontrar en David dos cosas que posibilitan la actuación poderosa de Dios.
Expone a Dios su realidad. Lo hace honesta y claramente. David ha aprendido, cuando se encuentra ante el rey, Aquis, que si ante los hombres a veces se justifica que se aparente ser lo que no se es, ante Dios no hay necesidad de ello. Por tal razón, David recurre a Dios, reconoce su pobreza, confiesa sus temores y grita sus angustias.
Se apropia del poder de Dios. Sabe que el ángel del Señor, Dios mismo, protege y salva a los que le honran. La Biblia dice que es necesario que quien busque a Dios, debe creer que existe y que recompensa a los que lo buscan. Hebreos 11.6. El pensamiento gobernante que dirige las decisiones y acciones de David es su seguridad de la gracia divina. David está seguro no de su necesidad, no de su derecho, sino de la misericordia favorable de Dios hacia él.
Cuando David ha dado estos dos pasos, entonces da a Dios la oportunidad para que él actúe en su favor. Confiado en la intervención divina, David retoma el control de su vida y de manera objetiva se decide a ser y hacer lo que le es propio.
No pocas veces la forma en que vivimos es un mentís a nuestra pretensión de creer, de tener fe en Dios. Es que, en tales casos, nuestra vida no es testimonio de fe, sino mera evidencia de nuestros miedos. Atemorizados por las circunstancias, como David ante el rey Aquís, creemos que, si actuamos, aparentando ser quienes no somos y haciendo lo que no nos es propio, estaremos seguros.
Los temores limitan, destruyen y terminan por amargar a quienes los padecen. Impiden el desarrollo de nuestras capacidades y el logro de nuestros sueños. También nos alejan de los que amamos y terminan por aislarnos, aun cuando permanezcamos entre los que nos aman. Por gracia de Dios, somos amados por él y, su perfecto amor, dice su Palabra, hecha fuera el temor. 1 Juan 4.18 Siempre debemos tener en cuenta que las circunstancias que extraordinarias vivimos son un espacio excepcional para que el amor de Dios se manifieste en nuestra vida. Él nos ama, irremediable e incondicionalmente. Y, en su amor, viene a nosotros para estar en comunión.
David descubrió que el ángel del Señor protege y salva a los que honran al Señor. O, como dice, Reina-Valera, que el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Es interesante notar el término escogido por David: acampa. Este se refiere al acto de detenerse y permanecer en despoblado. Lo que David dice es que, Dios, actúa en su favor ahí donde no hay nadie ni nada que pueda librarlo o protegerlo. Es decir, que Dios, en la ausencia de todo, fortifica, construye un cerco alrededor de los suyos y los defiende.
Al aparentar ante otros lo que no somos corremos el riesgo de engañarnos a nosotros mismos y terminar creyendo que somos quienes no somos y que nos es propio lo que atenta contra nuestra identidad y dignidad. Por ello, te invito a descubrirnos delante del Señor. Es decir, a aceptar y mostrar nuestra verdadera realidad. Nuestras fortalezas y nuestras debilidades. A que, sin juzgarlas ni juzgarnos, las traigamos al Señor y dejemos que sea él, mediante la participación de su Espíritu Santo, quien haga, quite, añada y dirija lo que corresponde en nuestra vida.
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