La Vida es Más

Lucas 12.22-32

Jesús hace una declaración contundente que abre las puertas a una mejor comprensión de lo que la vida es. En efecto, él asegura que la vida es más que la comida. La comprensión de tal expresión requiere que prestemos atención a la comparación que Jesús hace entre los seres humanos, los animales y los lirios del campo. Unos y otros tienen las mismas necesidades básicas: comida y vestido. Y, Jesús reitera que, de manera equiparable, a unos y otros Dios les provee lo que necesitan.

Pero, también hay un toque de ironía en las palabras de Jesús. Destaca la inutilidad del afán de quienes lo escuchan en la tarea de hacerse de comida y vestido, destacando que, a los cuervos, que ni siembran, ni siegan; ni tienen despensa, ni granero, y, sin embargo, Dios los alimenta. En tanto que a los lirios, que ni trabajan, ni hilan, Dios los viste más lujosamente que Salomón con toda su gloria. La ironía radica en el hecho de que Jesús parece burlarse de quienes se consideran autosuficientes y superiores al resto de la Creación, los hombres. Los cuáles, según el dicho de Jesús, por mucho que se esfuercen, están en desventaja ante los cuervos y los lirios.

Porque, conviene preguntarnos ¿es esto verdad, que el hombre es autosuficiente, superior a los animales? ¿Resulta válida la comparación que Jesús hace entre los desiguales? Las palabras de Jesús nos llevan a la necesaria consideración de la conclusión que el Eclesiastés hace respecto del tema que nos ocupa. El Predicador declara, refiriéndose a hombres y animales:

Me puse a reflexionar sobre la conducta de los seres humanos: Dios los prueba para demostrarles que son como animales. En efecto, seres humanos y animales comparten un mismo destino: la muerte de estos es como la muerte de aquellos y todos tienen un mismo aliento vital, sin que el ser humano aventaje al animal, pues todo es ilusión. Eclesiastés 3.18-19 BLPH

Son estas declaraciones incómodas que equiparan al hombre con los animales. Creo que la clave para entender lo pertinente de tal comparación se encuentra en la declaración del Predicador cuando asegura que Dios ha puesto eternidad en el corazón de ellos. Y esta es una declaración hermosa, valiosa y sumamente importante. Dice W. E. Vine, que el término olam, del cual se traduce la palabra eternidad, significa que Dios ha limitado al ser humano al tiempo, es finito [pero, también] le ha dado la capacidad de sobreponerse al tiempo (de recordar el ayer, planificar para el mañana y pensar en términos abstractos). Como los animales, el hombre está limitado al tiempo, pero, a diferencia de ellos, el hombre puede sobreponerse al tiempo. Desde niños aprendimos aquel axioma, el hombre nace, crece, se reproduce y muere. Mismo que, pese a las apariencias, resulta mentira y, en todo caso, sólo aplicable a los animales y a las plantas. Porque, de acuerdo con Jesús, la vida es más que la mera atención de las cuestiones básicas, de mantenimiento, de la misma.

La vida del ser humano es más porque este ha sido dotado con un sentido de trascendencia. Cuando descubre la eternidad que está en su corazón. Cuando se ocupa de que su ser, su esencia que se manifiesta al través de lo que hace, perpetúe su memoria y su influencia más allá de su aquí y su ahora: de lo que es en tanto individuo y, aún, más allá de su vida terrenal. Me encanta la definición de trascender: Exhalar olor tan vivo y subido, que penetra y se extiende a gran distancia. Mi convicción es que somos realmente seres humanos cuando trascendemos, cuando nuestro ser, como una fragancia, afecta la vida de los demás y se extiende a una gran distancia. Cuando hacemos la vida considerando la pertinencia del exhorto de Máximo. El Gladiador, a sus hombres: Hermanos, lo que hacen en vida, resuena en la eternidad.

Desde luego, esto poco tiene que ver con la comida, el techo y el vestido. Y, no porque esto no requiera de una gran esfuerzo de parte de quien se ocupa de ello. Pero, conviene considerar que, por ejemplo, las hormigas cargan hasta cincuenta veces su propio peso en la tarea de proveer sustento a sí mismas y a los suyos. Pero, no por ello trascienden, no dejan huella. Los creyentes somos llamados a crecer en todo. Efesios 4.15 Se trata, entonces, de crecer, aumentar, volverse más grande, radicalmente en todo. Se trata de alcanzar la totalidad de nuestro ser humanos en todas y cada una de las áreas de nuestra vida. En lo intelectual, en lo social, en lo emocional, en lo físico, en lo productivo, etc. Pero, pero también, y sobre todo, en eso que llamamos lo espiritual. Y, aunque de antemano sabemos que no hay perfección posible, sí se trata de que dejemos atrás ese espacio básico en el que nos equiparamos a los animales y las plantas. Seres vivos, sí, pero seres que no tienen eternidad en su corazón.

Situaciones como la pandemia que vivimos, echan abajo la pretensión de autosuficiencia que hemos hecho nuestra. Nos confrontan con nuestra fragilidad, con el hecho de que mucho de lo que hemos construido en nuestra vida está asentado sobre la arena. Mateo 7.24-27  Lo bueno es que tales situaciones también nos dan la oportunidad de reflexionar sobre la calidad de vida que hemos elegido vivir. Si la vida es más que aquello que nos ha hecho sentirnos vivos, exitosos, llenos ¿seguiremos viviendo de la misma manera después de la pandemia? El fin de la pandemia, si se da, ¿representa para nosotros el final de una vida animalizada y el principio de una vida trascendente, o simplemente, más de lo mismo?

La convicción de eternidad que Dios ha puesto en nuestro corazón tiene mucho más que ver con el propósito de lo que hacemos que con lo que hacemos en la vida. Porque es el propósito de honrar a Dios, de hacer todo en el nombre de Jesucristo para gloria de Dios Padre. Colosenses 3.17 La convicción de eternidad nos lleva a ocuparnos de que nuestro aquí y ahora sean relevantes. Si se trata de relaciones, que estas honren a Dios y contribuyan al crecimiento integral de los nuestros. Si se trata de trabajo, estudio, profesión, que esta contribuya a que Jesucristo sea reconocido como Señor y a que más personas sean alcanzadas para salvación. Si se trata de recursos, que seamos los mejores administradores de nuestros talentos, nuestro tiempo, nuestros tesoros y nuestro cuerpo, templo del Espíritu Santo. En fin, no se trata de que dejemos todo, sino de que todo lo hagamos a la luz de la eternidad. Sabiendo que el presente pasa y que la eternidad es una realidad ineludible.

La vida es más… de lo que nos ocupa regularmente y de lo que hemos logrado hasta ahora. La vida es más que nosotros mismos. No se agota en nosotros ni nos tiene como su razón de ser. Hemos sido creados para honra y gloria de Dios. Conviene que enfrentemos el reto de la nueva normalidad, recordando que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo. Quienes somos hechura de Dios y creados en Cristo Jesús, podemos hacer las buenas obras de la vida, las que nos permiten trascender nuestro aquí y nuestro ahora, si seguimos el camino que el Señor ha preparado de antemano. Es decir, si vivimos de tal manera que la eternidad que está en nuestro corazón se haga realidad en todo lo que hacemos cotidianamente.

 

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