Creer dudando
Marcos 9.14-29
La historia que nos cuenta Marcos pone en evidencia que la mayoría de los creyentes vivimos una constante en cuestiones de fe: creemos dudando. Para algunos, asumir tal hecho les provoca sentimientos de culpa que pueden hasta llevarlos a un total alejamiento de la fe. En otros casos, creer dudando puede provocar una serie de dudas respecto de Dios y de uno mismo que, si bien no lo alejan a uno de la fe, sí hacen de la relación con Dios y de su servicio una cuestión difícil, compleja y llena de frustraciones y dudas crecientes.
Fe (pistis), es la firme persuasión que se tiene en aquello que se ha oído. Creer es, según el diccionario: Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado. Nos damos cuenta de que la fe tiene que ver con lo que no se ve, con las cosas que todavía no son. No en balde la clásica definición bíblica de la fe nos asegura que esta es: la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11.1 Es decir, se trata de esperar aquello que no vemos. La fe, por lo tanto, tiene que ver con lo que no es real todavía, pero que es posible: que puede ser o suceder.
Jesús le confirma al padre aquel que ha hecho lo correcto al venir a él en busca de ayuda para su hijo. Llama la atención que el Maestro establece el punto de referencia, el espacio de contacto con el hombre no en el hecho de que este haya venido a buscarlo, sino que lo hace dudando: Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes, retó el hombre. Jesús no ignora la duda, la dimensiona. Reta al padre de familia y le dice: si puedes creer, al que cree todo le es posible. En respuesta Jesús recibe la declaración de fe más sincera, humilde y poderosa: ¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad! Tal declaración no significa creo, pero no creo. Más bien, lo que el hombre dice es: creo, pero mi fe no es suficiente. Jesús, entonces, tomando en cuenta a la multitud presente, reprende al espíritu inmundo y libera al muchacho del poder satánico que le atormentaba.
Ahora bien, nuestro pasaje también nos muestra que fe y necesidad van de la mano. Las circunstancias adversas, propias o de nuestros cercanos, nos colocan en situaciones extraordinarias que sólo pueden ser resueltas de manera extraordinaria. La declaración del padre del muchacho: Maestro, traje a mi hijo para que lo sanaras, resulta del hecho de que el padre no pudo resolver la condición de su hijo, que sus recursos no fueron suficientes y por ello se ve en la necesidad de traerlo a Jesús. Dada sus circunstancias limitadas y ante lo extraordinario de su necesidad, tiene que recurrir a lo extraordinario de Jesús. Para ello y por ello es por lo que este padre entra al terreno de la fe.
El padre enfrenta una situación extraordinaria, insisto. Se trata de una circunstancia doméstica no que sólo afecta al hijo endemoniado sino al todo de la familia. No es un tumor encapsulado, el daño se derrama y afecta a todos los suyos. Pero, lo más importante es que no se trata sólo de una cuestión física, psiquiátrica o conductual. Implica el quehacer intencional y manifiesto del diablo. No sabemos si la condición del muchacho fue propiciada por el diablo o aprovechada por este. Lo importante es que, como en muchos casos, en las dificultades más extremas de la vida hay un quehacer satánico. Un indicador de este quehacer es, precisamente, la incapacidad para resolver tales dificultades con el todo de los recursos a nuestro alcance.
El relato nos muestra a un padre porfiado, que no se ha dado por vencido y ha hecho todo lo que ha podido para resolver el problema de su hijo. Y es en esta característica en donde podemos encontrar la explicación a su peculiar fe, la del que cree, dudando. Dado que nada ha logrado como resultado del todo lo hecho, duda. Pero, porque no ha logrado nada con todo lo que ha hecho, sigue buscando la solución del problema. Son tanto su frustración como su fe lo que lo acercan a Jesús. Cuando los discípulos se quedan a solas con Jesús le preguntan: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?, refiriéndose al espíritu maligno. Su confusión resultaba del hecho de que ellos creían, tenían fe en Jesús. Habían recibido autoridad para echar fuera los malos espíritus. Sí, pero no pudieron.
Jesús no entra en controversia, simplemente les explica que ese género (clase) de espíritus, sólo puede ser echado fuera con oración… y ayuno. Obviamente no se trata de la oración ritual, Jesús se refiere a la oración de lucha. Quizá por ello algún copista añadió la expresión, y ayuno, que no aparece en los manuscritos más confiables. Lo hizo para destacar el carácter excepcional de la oración en situaciones extraordinarias.
La oración y el ayuno no debilitan a los espíritus, ni a las enfermedades, ni a los conflictos. La oración y el ayuno, así como el conocimiento de la Palabra de Dios, fortalecen a quienes enfrentan tales retos y circunstancias. Lo que Jesús les revela a sus discípulos es que, aunque tenían fe, esta no era suficiente para enfrentar el reto representado por el muchacho y su padre. Que el grado de confianza, de convencimiento que tenían no era suficiente para aquel momento.
Y ello nos lleva, de nueva cuenta, a la cuestión del creer dudando. Si bien la duda habrá de acompañar a nuestra fe toda la vida, esta puede verse disminuida en la medida que nuestra fe crece y se fortalece. La fe, ese don que Dios nos ha dado, es como una semilla que debe ser cultivada adecuadamente si es que se espera que de fruto abundante. Y, la semilla de la oración sólo se cultiva orando. Negándonos a aceptar como natural o propio lo que nos está destruyendo integralmente e insistiendo en encontrar la respuesta en Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Más que ocuparnos de nuestras dudas, los creyentes somos llamados a fortalecer nuestra fe, lo que ya creemos. Así, sin importar la clase y/o el grado de nuestras dudas, podemos estar confiados que el poder de Dios habrá de manifestarse en y a favor de nosotros y de aquellos por los que intercedamos. Antepongamos a nuestras dudas nuestro propósito de abundar en la oración y el estudio de la Palabra. Así, podemos confiar en ello, podremos ser propiciadores y testigos de los milagros y señales que el Señor ha prometido a todos aquellos que ponen en él su confianza.
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Etiquetas: Fe y Duda, Los Problemas Cotidianos a la Luz de la Fe, Orar Dudando, Por el Camino de la Vida a la Luz de la Fe
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11 noviembre, 2018 a 15:42
Muy apropiado el comentario al menos en mi caso vivo creyendo entre dudas,en el desazón espiritual, y es cierto q aveces uno se aparta pero el dolor y la dificultades de la vida te hacen ver q sin la ayuda de la Fé sin ese ancla es dificil seguir enfrentando el oleaje,la confusión q tenemos al dejar nuestra religión de la niñez y ver el oceano de credos.En fin espero con solicitud estas sabias consideraciones de casa de pan.Muchas Gracias