Ustedes que Están Cansados
Pastor Adoniram Gaxiola
Mateo 11.25ss
Quizá la principal dificultad del Evangelio, sea su propia sencillez. De tan sencillo, nos resulta difícil entenderlo y aceptarlo. Dada la complejidad de nuestros problemas, pensamos que la solución de los mismos tiene que ser igualmente compleja y exigimos, y nos exigimos, mucho más de lo que Dios mismo espera de nosotros.
Nuestro pasaje nos permite entender mejor el llamado de Jesús. Forma parte de una sección que tiene que ver con la compleja incredulidad de los hombres, para quienes nada parece ser suficiente pues, de todos, modos no creen. Jesús dice que las personas, son como niños que se sientan a jugar y les dicen a los otros: “Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron. Cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron”. Se refiere, entonces, al enfrentamiento entre la fe sencilla –la fe evangélica-, y el complicado camino que, buscando a Dios, recorren quienes no entienden que Dios ya se ha acercado a nosotros en Jesucristo.
- Lo primero que nuestro pasaje nos muestra es que Dios ha decidido revelar las cosas más profundas y difíciles a las personas más humildes y sencillas. Dios no juega a las escondidas. Él no quiere permanecer, ni lejano, ni oculto a nosotros. Dios quiere que lo conozcamos y que establezcamos una relación amorosa, profunda y permanente con él.
- La segunda cosa que descubrimos es que Dios ha escogido revelarse en Jesucristo. Es en Jesús en quien podemos conocer todo lo que necesitamos saber de Dios. Nadie conoce tan bien a Dios, como Jesús mismo. Y, como Dios, Jesús viene a nuestro encuentro. Él es quien nos busca, quien nos provoca a la reconciliación y quien insiste en que permanezcamos juntos.
- Nuestro pasaje también nos muestra que Jesús tiene el propósito de transformar para bien nuestra vida. Esta transformación para bien la identifica como “descanso”. Es decir, nos transforma dándonos descanso. ¿A quienes?, a “ustedes que viven siempre angustiados, siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar”. Este es un término interesante, significa básicamente tres cosas:
- Permitir a alguien que se detenga en lo que está haciendo, para que recupere las fuerzas.
- Proporcionar un refrigerio a la persona, ayudarla a que se desahogue.
- Mantener quieta, en calma, en una paciente espera.
- Pero la declaración más importante que hace Jesús es “vengan a mí”. Lo que nos dice es que el descanso está en él. Más aún, que él mismo es nuestro descanso, nuestra paz. Que se trata de una relación, mucho más que de un aprendizaje, o de un “arreglar las cosas”. Que, como veremos el domingo próximo, este venir a él representa un reordenamiento de nuestra vida, mismo que tiene como resultado el equilibrio integral de todo nuestro ser y, aún de nuestras circunstancias.
No sé cuántos de los que estamos aquí podemos considerarnos entre los que “viven siempre angustiados, siempre preocupados”. Quizá varios. (Entre el 30% y el 40% de las ausencias por enfermedad corresponden a trastornos emocionales o mentales causados por el estrés). Estoy seguro que hemos buscado… sin encontrar. Aún los que nos asumimos creyentes, lo hemos hecho así. Por eso es tiempo de que nos volvamos a Jesús. Él está vivo e interesado en cumplir su propósito en nosotros. Por eso nos sigue llamando y diciendo: “vengan a mí”.
Vayamos, entonces, a él. Corramos el riesgo de la fe sencilla. Del que dice: “si en verdad existes y de veras me amas, muéstrate a mí”. Del que está dispuesto a confesarse “trabajado y cargado”; sin mayor posibilidad de respuesta que la que le pueda dar el mismo Jesús. La fe del que se entrega sabiendo que “el Maestro está aquí y te llama”, como le dijera Marta a María, cuando esta esperaba el consuelo ante la muerte de su hermano Lázaro. (Jn 11.28)
Vengamos, pues, a Jesús, sí, porque el Maestro está aquí y te llama.
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