Somos diferentes porque somos llamados
2Pedro 1.10 NTV; 2 Tesalonicenses 1.11
Los cristianos somos diferentes porque somos llamados. Llamados a salvación y llamados a servir. Ello implica que nuestro llamamiento da sentido y propósito a nuestra vida. Le da sentido porque le da razón de ser, nuestro llamado explica el por qué y el para qué de nuestra existencia. Nuestra razón de ser es Dios, existimos para que él sea glorificado en nosotros. Isaías 43.7; Romanos 14.7,8 Es decir, para que seamos instrumentos y colaboradores de su propósito eterno: la salvación de la humanidad.
Nuestro llamamiento establece el propósito, es decir, la finalidad personal y comunitaria de los creyentes. Se trata de la tarea particular que se les llama a realizar con el fin de colaborar para hacer posible el propósito divino. De esta manera, nuestro llamamiento afecta de manera integral el todo de nuestra vida en cada una de sus esferas: personal, familiar, vocacional, laboral, etc.
Cuando nos bautizamos decidimos morir a nosotros, negarnos a nosotros mismos, y vivir para Dios. Hay quienes piensan que la cuestión del morir a uno mismo y renunciar al hacer la vida a su manera es una pérdida. Sin embargo, en estricto sentido, en el bautismo sólo hemos muerto a la muerte (porque antes de Cristo estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Efesios 2.4, y hemos renacido para vida eterna.
Sin embargo, la decisión de morir a nosotros mismos es un continuum, una sucesión de decisiones, porque ha de ser refrendada una y otra vez en la vida. Cada nueva circunstancia vital que enfrentamos se convierte en una coyuntura en la que debemos decidir si vivimos para Cristo o lo hacemos para nosotros mismos.
Desde luego, tal reto significa que el discípulo de Cristo vive una tensión constante. Esta resulta tanto de la presión externa representada por el atractivo engañoso del orden actual, eso a lo que llamamos mundo, y sus defensores-promotores. Quienes, al tener el entendimiento entenebrecido, están convencidos de que la manera en que ellos viven es la deseable y se vuelven en evangelistas del mal que procuran convencernos de que vivamos como ellos.
Por otro lado, está la presión que surge desde dentro nuestro, de esa pervivencia de lo que la Biblia llama el viejo hombre, es decir, de la manera en que aprendimos a vivir cuando estábamos sin Cristo. Esta doble presión resulta difícil de ser enfrentada y no podremos superarla a menos que seamos llenos del poder del Espíritu Santo. Hechos 1.8
Al respecto conviene tener presentes dos consideraciones fundamentales. La primera es que nuestro llamamiento es un privilegio. La Biblia lo describe así: hemos pasado de muerte a vida. 1 Juan 3.14 Jesús dijo que mientras el diablo busca nuestra destrucción total, él ha venido para que tengamos vida en abundancia Juan 10.10 Además, por pura e incomprensible gracia es que Dios ha tenido misericordia de nosotros 1 Pedro 2.10 Esto implica que nuestra actual condición es un privilegio ante quienes viven sin Dios y sin esperanza.
Lo que somos y tenemos es tan valioso que costó la sangre de Cristo, derramada en nuestro favor. Esto implica, además, que este es un privilegio inmerecido, sí, pero pleno. Por causa de Cristo podemos gozar del mismo a pesar de nuestras limitaciones y fallos.
La segunda consideración consiste en que al ser otros, uno con Dios, vivir en contradicción con nuestra condición de llamados resulta una condición esquizoide. Quien estando en Cristo, vive influenciado por el orden presente, experimenta un trastorno de identidad que le desgasta y degrada. Quien renuncia al vivir para Cristo y pretende vivir para sí descubre que su yo está muerto y que en este no puede encontrar satisfacción alguna.
Comprueba que lo que ama y ansía tanto se convierte en humo cuando lo obtiene. Ya se trate de relaciones, de posesiones, de reconocimiento, de logros intelectuales, etc., ya que los obtiene descubre que ni son lo que esperaba fueran ni llenan sus vacíos existenciales.
Los síntomas de los creyentes que han caído en tal condición son similares a quienes padecen el trastorno de personalidad esquizoide. Se aíslan, son incapaces de disfrutar las relaciones afectivas nucleares, no encuentran satisfacción en lo que hacen, se vuelven insensibles ante los dones de la vida al no resultarles valiosos, buscan sin encontrar (lo que le expone a la degradación moral Juan 4.18, y, en no pocos casos, muestran frialdad emocional, distanciamiento o aplanamiento de la afectividad
Por eso es por lo que la Biblia nos llama a vivir de acuerdo con el llamamiento recibido. Efesios 4.1ss; Hebreos 3.1; 1Pedro 2.9,10; En particular, 2 Pedro 1.10 resulta ser un pasaje de especial importancia en este sentido. Pedro dice, según NTV: Así que, amados hermanos, esfuércense por comprobar si realmente forman parte de los que Dios ha llamado y elegido. Hagan estas cosas y nunca caerán. Resulta interesante esta traducción por cuanto nos exhorta a comprobar si nuestra manera de ser y hacer es congruente con nuestro llamamiento. Este ser congruentes resulta tan importante que NBD, exhorta: Procuren que esto eche raíces en ustedes, pues así nunca tropezarán ni caerán.
La Biblia destaca que toca a cada uno de nosotros fortalecer su conciencia de ser llamado, de ser diferente. Esta convicción debe ser arraigada y afirmada intencional y sistemáticamente por nosotros. Esto lo logramos eligiendo hacer en conformidad con nuestra condición de diferentes. Y al hacer de manera diferente nuestra identidad y condición de distintos se fortalecerá.
Los cristianos somos testimonio del Reino de Dios. Por ello es por lo que somos llamados a vivir el todo de la vida de tal manera que en cada esfera de la misma se note el orden de Dios en nosotros. Nuestra vida personal debe ser un ejemplo del cómo se vive la vida para Dios en santidad, consagración y comunión con él. Nuestras relaciones humanas son un espacio propicio para que la gracia, el amor, la paciencia y la tolerancia mutuas se hagan evidentes. Nuestras actividades: estudiantiles, laborales, de participación social, etc., nos dan la oportunidad de ser luz en medio de las tinieblas fruto del pecado y elementos anticorrupción en el todo de la vida. Vivir así nos distingue, al evidenciar que somos diferentes a lo que fuimos antes de Cristo y a quienes no han alcanzado la gracia de la regeneración.
Por el contrario, mientras menos diferentes nos queremos asumir, mientras más nos queremos parecer a los que no honran a Dios, iremos perdiendo nuestra cualidad distintiva hasta perderla totalmente. A esto se refirió Jesús cuando dijo: Ustedes son la sal del mundo. Si la sal pierde el sabor, ¿para qué va a servir? ¡Sólo para que la boten y la pisoteen por inservible! Mateo 5.13 NBD
Los cristianos no sólo somos diferentes, el cristianismo -es decir, la forma de vida que honra a Dios-, es una alternativa. Somos y tenemos lo que otros no son ni tienen. Por ello es por lo que somos testigos de Cristo, los que lo hacen visible, presente y creíble. Honrar a Dios, alabarlo en nuestras vidas, es mucho más que cantar o celebrar cultos ungidos. Es vivir de manera alternativa para que otros, al ver lo que Dios ha sido capaz de hacer con y en nosotros, respondan a su llamado y sean redimidos y transformados por el poder de la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Nuestra manera de hacer la vida es una doble provocación. Primero, porque denuncia lo que está mal, en este sentido somos, literalmente, piedras de tropiezo para quienes no viven a la manera de Cristo. Y, en segundo lugar, porque se convierte en una invitación para que quienes están en pecado nos imiten, sean como nosotros, regenerados en Cristo, y vivan su vida de manera diferente.
Cuando los cristianos renunciamos a nuestra singularidad dejamos de ser útiles para el cumplimiento de la tarea que Dios realiza y de la cual somos sus colaboradores. 1 Corintios 3.9 Por ello es por lo que el que seamos fieles a nuestro llamamiento es una cuestión que va más allá de nosotros en lo particular. Nuestra fidelidad, o la falta de ella, afecta al todo de la tarea divina. Dado que esta sufre la oposición virulenta del diablo al través de la promoción de la cultura propia del orden satánico, misma que se expresa en los antivalores que están permeando a la comunidad de creyentes.
La nuestra es una tarea que no termina hasta que el Señor venga. Como hemos dicho, por ello es por lo que nosotros debemos abundar en esa vida alternativa, arraigados en el Señor habremos de fortalecer nuestra condición de llamados y así podremos vivir honrándolo a él e iluminando a quienes buscan el camino de la vida. Si bien somos diferentes por su gracia, también somos llamados a permanecer en la misma. Esto lo alcanzamos cuando, agradecidos por los dones recibidos, nos esforzamos por vivir como es digno de nuestro llamamiento.
Termino con una exhortación del libro del Eclesiástico 11.21, en la traducción de la Biblia del Oso 1573: Permanece en tu vocacion, y enella te ocupa: y en tu obra te enuejece. Permanece en tu vocación, ocúpate de ella y en tu obra, envejece.
A esto los animo, a esto los convoco.
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