Navidad, una cuestión familiar
Juan 3.16,17
Por muchas razones la de la Navidad se ha convertido en una celebración familiar. Estar con la familia, disfrutar de la presencia y compañía de los que amamos es lo que da sentido a tan particular celebración. Ello explica tanto el anhelo de la Navidad como la nostalgia que la misma produce cuando extrañamos a los amados que no nos acompañan y lloramos la ausencia de quienes no volverán a celebrar Navidad con nosotros.
Y, sí, la de la Navidad es una historia de familia, la de Jesús, María y José, desde luego. Pero sobre todo, la del Padre que envía a su Hijo para recuperar en la familia de Dios a los que, por el pecado, se habían perdido.
La celebración de la Navidad, entonces, es un espacio de encuentro, de alegría, de esperanza, propicio para la recuperación de los lazos rotos o debilitados. En nuestras familias consanguíneas, seguramente. Son muchos los testimonios de quienes, habiéndose alejado física o afectivamente de los suyos, al unirse para celebrar juntos el nacimiento de Jesús, encuentran en la revelación de su amor la razón, el sentido y la fuerza para perdonar y ser perdonados, para reconciliarse unos con otros, para sanar y superar las heridas que los han separado y descubrir que siguen siendo familia y que pueden seguirse amando y gozando unos de otros.
Pero, la celebración de la Navidad nos ofrece una cuestión más trascendente que lo relativo a los asuntos consanguíneos. La Navidad, es decir, el nacimiento de Jesús es un asunto que trasciende la eternidad. En Jesús, Dios se acerca a nosotros. En Jesús, Dios nos invita a volvernos a él. En Jesús, Dios hace posible que vivamos en comunión y armonía con él.
Navidad nos revela el profundo deseo que Dios tiene de nosotros. Su disposición a hacer lo necesario, aún pagando el precio tan alto de la muerte de su Hijo, para que seamos parte de la familia de Dios.
Si lo que la Biblia relata acerca del nacimiento de Jesús es cierto, cuestiones tales como su nacimiento virginal, los coros de los ángeles, la estrella que siguieron los magos de Oriente, etc., entonces también es cierto todo lo demás que la Biblia dice: Que Jesús llama a que vayan a su encuentro los que están trabajados y cargados; que es necesario nacer de nuevo, de agua y del Espíritu, para ser salvos y estar en comunión con Dios; que el que creyere y fuere bautizado será salvo, pero el que no, será condenado; que debemos ir por todo el mundo anunciando su evangelio, las buenas nuevas de salvación, haciendo discípulos que lo amen, le sirvan y lo proclamen, etc.
En Navidad, Dios se acerca a nosotros, insisto, y, al acercarse, Dios reclama una respuesta de nuestra parte. De nada serviría todo el quehacer de Dios en Jesús si nosotros no respondemos adecuadamente a la convocatoria que en Jesús, Dios nos hace. En Jesús, Dios nos dice: Yo me he acercado a ti ¿te volverás tú a mí? ¿Te acercarás a mí?
Al celebrar la Navidad, la convocatoria de Dios en Jesús, se renueva, se actualiza y exige nuestra respuesta. ¿Cuál es tu respuesta ante el amor de Dios manifestado en Jesús?
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