Habla, Señor, que tu siervo escucha

1 Samuel 3.1-10

Dios habla. Dios se comunica con las personas. Lo hace de muchas y muy diferentes maneras. De acuerdo con el escritor de Hebreos, Dios habló de muchas maneras a nuestro antepasados por medio de los profetas. Y ahora, en estos últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo. Hebreos 1.1,2 NTV Hay una razón fundamental para que Dios esté interesado en comunicarse con nosotros, él nos creó para vivir en comunión con nosotros. Así que, en nuestro nacimiento, en nuestro venir a la vida, se encuentra implícito el propósito de Dios de que vivamos en una relación armónica con él.

Jesucristo es la máxima expresión del interés divino de que estemos en comunión con él. En Jesús, Dios nos ha dicho todo lo que necesitamos saber de él, de su carácter, de su propósito, de su llamado. Lo que Jesús no nos revela de Dios no necesitamos saberlo. Pero, todo lo que Dios nos dice al través de Jesús comunica y afirma el interés amoroso que Dios tiene en toda la humanidad. Sí, Jesús es la palabra de amor más poderosa y contundente de Dios. No en balde, Juan 3.16 asegura que Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Por eso es por lo que nosotros creemos en el Dios de Jesucristo. Para nosotros, Dios no es un desconocido ni, mucho menos, un Dios que se esconde, que se oculta. Todo lo contrario, cuando por el pecado el ser humano se aleja de él, Dios viene a su encuentro en Jesucristo. Jesús es una convocatoria que Dios nos hace para que nos volvamos a él. La cruz del Calvario es el llamado de Dios para que estemos en comunión con él y para que caminemos juntos, para que seamos uno con él por medio de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Jesús, nos asegura Pablo, es la imagen visible del Dios invisible. Colosenses 1.15 NTV En Jesús Dios nos dice todo lo que quiere que sepamos de él, de su amor y de su propósito. Sí, en Jesús, Dios nos habla.

Otro medio del que Dios se vale para comunicarse con nosotros, es su Palabra revelada, la Biblia, como la conocemos. A Timoteo, el Apóstol le asegura: Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra. 2 Timoteo 3.16,17 NTV

La Palabra de Dios nos enseña quién es Dios, su carácter, su modo de actuar y los principios que rigen su relación con nosotros. También nos instruye para que vivamos de tal modo que nuestra vida le agrade, le honre y sea un testimonio de su realidad, poder y presencia en medio de los hombres y de las circunstancias de la vida. El Salmista le dijo a Dios, en alguna ocasión: Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino. Salmos 119.105 NTV

En efecto, al través de su Palabra, Dios nos habla, nos instruye, nos consuela, nos previene, nos dirige. En estos días en los que los jóvenes enfrentan tantas presiones, peligros y amenazas, el Salmista nos recuerda que los jóvenes pueden mantenerse puros, obedeciendo la Palabra de Dios. Salmos 11.105 NTV Además, nos asegura, y muchos lo hemos podido comprobar, que la alegría de la vida está en deleitarse en la ley, la Palabra, del Señor meditando en ella día y noche. Salmos 1.3 NTV

Dios también se comunica con nosotros de manera sobrenatural al través de su Espíritu Santo. Es decir, Dios mismo habla a nuestro espíritu. Lo hace revelando a nuestra mente lo que hay en él. Para ello se vale de revelaciones, de sueños, de palabras proféticas -es decir de palabras por animadas por el Espíritu Santo en terceras personas y que revelan lo que hay en nosotros, a veces lo que va a suceder y en otras lo que Dios quiere de nosotros en una circunstancia particular-.

Desde luego, esta dimensión sobrenatural del quehacer de Dios puede producir confusión, burla y rechazo en quienes no conocen a Dios. Basta decir aquí que nuestro Señor Jesús aseguró a sus discípulos que cuando él ya no estuviera físicamente en esta tierra, sería el Espíritu Santo, Dios mismo, quién habría de guiarles, quien les revelaría la voluntad de Dios y quién los consolaría. Juan 14.17ss; 16.5ss

Algo que la Biblia asegura y me emociona es que el Espíritu Santo que está en nosotros da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Romanos 8.16 RVR1960 Si da testimonio, entonces declara, le dice a nuestro espíritu, que somos hijos de Dios. La NTV lo traduce así: Pue su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios. ¡Cuántos de nosotros sabemos bien lo que esto significa! En momentos torales de nuestra vida ha venido a nosotros la convicción de que somos de Dios, de que él nos ama, de que somos sus hijos y que, entonces, podemos enfrentar lo que venga porque nada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús.

Dios también nos habla audiblemente. Es decir, podemos escuchar la voz de Dios. Sé que esto puede parecer una locura, cuando menos una declaración aventurada. Recuerdo haber acompañado a una hermana anciana a una entrevista siquiátrica en el hospital Fray Bernardino de Sahagún. La doctora que la atendía lo hacía con indolencia, con poco interés. Quizá porque se trataba de una anciana humilde, afectada física y mentalmente. En algún momento, la hermana le habló a la doctora de sus prácticas de oración. Se refirió al cómo le pedía a Dios que la ayudara y le daba gracias por su consuelo.

Hasta ahí, la doctora permaneció indolente. Pero, cuando la viejita le aseguró que Dios le hablaba, le decía que la amaba y la fortalecía, literalmente respingó la doctora, se sobresaltó. Empezó a preguntarle cómo era la voz de Dios, si le hablaba fuerte o no, dado que estaba medio sorda. Luego, volteó y me dijo que el deterioro cognitivo de la enferma era tal que ya escuchaba alucinaciones auditivas. Bueno, yo sólo dije que cuando Dios nos habla, podemos oírlo. Entré con una paciente siquiátrica y salimos siendo dos los pacientes.

La Biblia abunda en testimonios que muestran que Dios se comunica audiblemente con las personas: Moisés, Abraham, Jeremías, Pablo, etc. O, como en nuestro pasaje, un niño pequeño, Samuel. Después de todo, si Dios es el Creador y el Señor, él puede hacer lo que él quiere. ¿Qué lo limita? ¿Qué le impide hacer lo que se ha propuesto? Si sobrenatural es lo que excede los términos de la naturaleza ¿qué no es este el espacio en el que Dios actúa? Otra vez, si Dios es el Creador y Señor de todo lo que existe ¿podrá limitarlo lo que nos resulta natural, lógico, propio de nuestra condición?

Podríamos abundar en la consideración de estas cuestiones. Aún podríamos compartir numerosos testimonios de cómo es que Dios nos ha hablado al través de Jesucristo, de su Palabra o hasta audiblemente. Ojalá tengamos la oportunidad de hacerlo pronto. Pero, por ahora quiero invitarlos a que volvamos a nuestro pasaje y a que prestemos atención a dos o tres cosas que el mismo contiene.

La primera a la que quiero referirme es a la declaración contenida en el primer verso de nuestro pasaje: Ahora bien, en esos días los mensajes del Señor eran muy escasos y las visiones eran poco frecuentes. La forma en la que el escritor sagrado destaca tal hecho revela la importancia de lo que está por relatar, desde luego. Pero, me parece, destaca que el silencio de Dios que se expresa en la escasez de sus mensajes y la poca frecuencia de las visiones, revelaciones personales a su pueblo, es algo extraordinario que, de ninguna manera, conviene asumir como normal, como propio de quienes viven, o pretenden, estar en comunión con él.

Además, el escritor revela que la escasez de los mensajes, que la falta de la comunicación con Dios y de Dios, aletarga la percepción espiritual de los creyentes. Letargo es el adormecimiento e inactividad de los animales cuando hibernan. Pero, también es el estado de cansancio y de somnolencia profunda y prolongada, causados por cuestiones patológicas a causa de una enfermedad.

Me parece que cuando el escritor señala que Elí, el sacerdote de Dios, el experto en cuestiones espirituales, ya se había acostado y destaca que no fue sino hasta que Samuel lo busca por tercera vez cuando este hombre se da cuenta de que está sucediendo algo sobrenatural, es que el escritor quiere comunicarnos algo más que simple información de los eventos relatados.

Dios quiere comunicarse con nosotros, pero ello no es suficiente para que lo logre. Se requiere que también nosotros queramos estar en comunicación con él y que queramos escuchar lo que él quiere decirnos. Me temo que si el modelo de nuestras oraciones es un indicador del interés que tenemos de escucharlo, estamos en falta. En efecto, cuando oramos, hablamos y hablamos, poco tiempo dedicamos en nuestras oraciones para escuchar, para atender lo que él quiere decirnos. Bueno será que nos detengamos a pensar en ello.

Conviene destacar, en medio de todo esto, que lo que más importa cuando nos acercamos a Dios en respuesta a su acercarse a nosotros, es la disposición de nuestro corazón. Elí instruye a Samuel: Si alguien [Dios] vuelve a llamarte, di: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Así que cuando Samuel escucha su nombre en labios de Dios, responde pronto: Habla, que tu siervo escucha.

Dios te está llamando ¿es tu respuesta la de Samuel, habla, que tu siervo escucha? Cuando piensas en la obra de Dios en Jesucristo ¿escuchas lo que Dios te está diciendo? Cuando vas a la Palabra de Dios y esta te revela lo que hay en el corazón de Dios ¿lo escuchas? Es decir, ¿haces caso y atiendes a lo que Dios te está diciendo? Cuando Dios susurra a tu corazón ¿estás pronto para responder y actuar en consecuencia?

A veces, me temo que en la mayoría de las ocasiones, sólo escuchamos, prestamos atención, a lo que nos parece atractivo, confortable de lo que Dios nos está diciendo. Pero, Samuel, a su pequeña edad, tuvo que escuchar y atender el mensaje que definía el todo, el derrotero, de su vida. Y, aunque lo que escuchó de Dios lo llenó de miedo, Samuel estuvo dispuesto a vivir siendo consecuente con lo que había escuchado.

Dios nos habla de muchas maneras. Dios te habla a ti, Dios me habla a mí. Si bien, el medio que él elige para hablarnos resulta interesante, lo más importante es la respuesta que damos a lo que Dios nos está diciendo. Jesús es una convocatoria que Dios te hace, para volverte a él y para seguirlo. Su Palabra te dice qué sí y qué no de tu vida le agrada, te indica lo que él quiere que hagas. El testimonio de su Espíritu al tuyo, te revela, te llama, a caminar el camino que Dios quiere que sigas. ¿Eres el siervo que escucha, eres quien le dice: habla, que voy a hacer lo que me estás diciendo que haga? ¿Vas a donde Dios te está enviando? ¿Vives cómo él te llama a vivir?

Aunque hago estas preguntas en segunda persona, en realidad son las preguntas que cada uno de nosotros debe hacerse a sí mismo. Porque, si Dios nos habla, no queda más que decir que: habla, que tu siervo escucha.

A esto los animo, a esto los convoco.

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One Comment en “Habla, Señor, que tu siervo escucha”

  1. Avatar de httpkolsellercomeswp httpkolsellercomeswp Says:

    si el señor usa muchas herramientas , a nosotros pro ejemplo nos usa a traves de la emisora radio ,tambien de imagenes y mas , E tienen sus estrategia segun lugar y ambientes
    http://jomviral.me/r.php?p=Jay75QFk


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